JULIO CORTAZAR (escritor argentino)Obra. Historia de Cronopios y Famas (1962)
El canto de los cronopios
Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.
Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.
Esta sección está dedicada a Argentina, país donde se realizará el 21º Congreso Mundial de Dermatología , en la ciudad de Buenos Aires, del 30 al 5 de Octubre. Por ello, escogimos temas alusivos a personajes del arte y la cultura que han dado al mundo lo mejor de si y han enaltecido el nombre de su país.
JULIO CORTÁZAR r
Nació en la embajada de Argentina en Bélgica, en Ixelles, distrito de Bruselas, el 26 de agosto de 1914. Fue anotado entonces como Jules Florencio Cortázar. Años después diría: “Mi nacimiento fue producto del turismo y la diplomacia”, implicando cierta relación de su padre con el cuerpo diplomático argentino lo cual, a la luz de los nuevos descubrimientos de Eduardo Montes-Bradley (Cortázar sin barba, Random House Mondadori, Debate, 2004) es producto de la mitología familiar al igual que el supuesto y posterior abandono del padre. Sus padres, María Herminia Descotte y Julio José Cortázar, eran argentinos. Hacia fines de la Primera Guerra Mundial los Cortázar lograron pasar a Suiza gracias a la condición alemana de la abuela materna de Julio, y de allí, poco tiempo más tarde a Barcelona, donde vivieron año y medio. Jugó con frecuencia en el Parque Güell con otros niños y las mayólicas coloridas perduraron en su memoria. A los cuatro años volvieron a Argentina y pasó el resto de su infancia en Banfield, Buenos Aires, junto a su madre, una tía y Ofelia, su única hermana (un año menor que él). Vivió en una casa con fondo (Los Venenos, Deshoras, están basados en sus recuerdos infantiles), pero no fue totalmente feliz. “Mucha servidumbre, excesiva sensibilidad, una tristeza frecuente”. (Carta a Graciela M. de Sola, París, 4 de noviembre de 1963). Conoció, gracias a su madre, al escritor a quien admiraría por el resto de su vida: Julio Verne.
“Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de elfos, con un sentido del espacio y del tiempo diferente al de los demás” (revista Plural n°44, México 5/1975). Cortázar fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, por lo que la lectura fue su gran compañera. Su madre le seleccionaba lo que podía leer, por lo que ella fue su gran iniciadora en su camino de lector, primero, y de escritor después. Declaró: ”Mi madre dice que empecé a escribir a los ocho años, con una novela que guarda celosamente a pesar de mis desesperadas tentativas por quemarla” (revista Siete Días, Buenos Aires, 12/l973). Leía tanto que algún médico llegó a recomendarle leer menos durante cinco o seis meses y salir más a tomar un poco de sol. Muchos de sus cuentos son autobiográficos, como Bestiario, Final del Juego, Los venenos o La Señorita Cora, entre otros.
Se recibe de Maestro Normal en 1932 y Profesor Normal en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta y de esos años surgió La Escuela de Noche (Deshoras). Por esos años empezó a ir a los estadios a ver box y allí fabricó una especie de filosofía del box “eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera” («La fascinación de las palabras»). Admiraba al hombre que siempre iba para adelante y a pura fuerza y coraje conseguía ganar (Torito, Final del Juego).
Un día caminando por el centro de Buenos Aires entró en una librería y vio un libro de Jean Cocteau, un total desconocido para él hasta ese momento, que se titulaba Opio y se subtitulaba Diario de una desintoxicación, que le marcaría para el resto de su vida: “sentí que toda una etapa de vida literaria estaba irrevocablemente en el pasado… desde ese día leí y escribí de manera diferente, ya con otras ambiciones, con otras visiones” (“La fascinación de las palabras”, 1997).
Comenzó en la Universidad de Buenos Aires la carrera de Filosofía y Letras pero comprendió que debía utilizar el título que ya tenía para trabajar y ayudar a su madre. Dictó clases en Bolívar y luego en Chivilcoy. Vivió en cuartos solitarios de pensiones aprovechando todo el tiempo libre para leer y escribir. En el año 1938, con una tirada de 250 ejemplares, editó el poemario Presencia bajo el seudónimo de Julio Denis.
En una entrevista de Elena Poniatowska para la revista el nº 44 México) de mayo de 1975 confesó: ”fueron mis años de mayor soledad. Fui un erudito, toda mi información libresca fue de esos años, mis experiencias fueron siempre literarias. Vivía lo que leía, no vivía la vida. Leí millares de libros encerrado en la pensión: estudié, traduje. Descubrí a los demás solo muy tarde”. A partir de Julio de 1944 enseñó en Mendoza literatura francesa y de Europa septentrional en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo.
Pocos meses después renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo y su política universitaria. Se empleó en la Cámara del Libro en Buenos Aires y realizó trabajos de traducción. Hacia 1947 escribió «Casa tomada», el primer cuento de la serie de Bestiario, que una amiga le envió a Jorge Luis Borges, quien lo publicó en la revista Anales de Buenos Aires (con dos dibujos de su hermana Norah) comenzando así una relación infrecuente con él.
Luego le solicitaría más textos para su revista y así se publicaron “Los Reyes” y “Las puertas del cielo”. Cortázar manifestó en diversas ocasiones que comenzó a escribir cuentos por Edgar Allan Poe, quien “me enseñó lo que es la gran literatura y lo que es el cuento” (Plural n° 44, México, 5/1975). En el año 1948 se recibió de traductor público de inglés y de francés. En 1950 terminó de escribir “El examen”, que ningún editor se animó a publicar porque contenía muchas “palabrotas”. En 1951, a los 37 años de edad, se instaló definitivamente en París, ya que había recibido una beca del gobierno francés para estudiar 10 meses en París, de octubre a julio de 1952. Dicha beca consistía en investigar la novela y la poesía francesa contemporánea en sus conexiones con las letras inglesas. Tenía una vasta experiencia como traductor, había traducido a Gilbert Keith Chesterton, André Gide, las cartas de Keats, Marguerite Yourcenar, entre otros. Obtuvo trabajo de traductor en la UNESCO y de ello vivió varios años.
Se casó con Aurora Bernárdez en 1953, una traductora argentina. Vivía en París en condiciones económicas penosas y le surgió el ofrecimiento de traducir la obra completa, en prosa, de Edgar Allan Poe para la Universidad de Puerto Rico (considerada por los críticos como la mejor traducción de Poe). Juntos se fueron a vivir a Italia por el año que demoró el trabajo y luego viajaron a Buenos Aires en barco y se pasó el trayecto escribiendo en su máquina portátil para una nueva novela. “La revolución cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura…” («La fascinación de las palabras»). En 1963 visitó Cuba invitado por Casa de las Américas para ser jurado en un concurso. Ya nunca dejaría de interesarse por la política latinoamericana. En ese mismo año aparece lo que sería su mayor éxito editorial y le valdría el reconocimiento de ser parte del boom latinoamericano Rayuela, la que se convirtió en un clásico de la literatura argentina. Según declaró en una carta a Manuel Antín en agosto de 1964, ese no iba a ser el nombre de su novela sino Mandala: «de golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano»; pero no estaba arrepentido por el cambio.
En 1967 se casa con la lituana Ugné Karvelis, su segunda esposa y de gran influencia política para él.
Los derechos de autor de varias de sus obras fueron donados para ayudar a los presos políticos de varios países, entre ellos Argentina. En una carta a su amigo Francisco Porrúa de febrero de 1967 confesó: «el amor de Cuba por el Che me hizo sentir extrañamente argentino el 2 de enero, cuando el saludo de Fidel en la plaza de la Revolución al comandante Guevara, allí donde esté, desató en 300.000 hombres una ovación que duró diez minutos». Esa fascinación por Cuba y su revolución no duraría eternamente.
En noviembre de 1970 viajó a Chile, donde se solidarizó con el gobierno de Salvador Allende y pasó unos días a visitar a su madre y amigos, “y ahí el delirio fue una especie de pesadilla diurna” contó en una carta a Gregory Rabassa.
En 1971 fue «excolmugado» por Fidel Castro, junto a otros escritores, por pedir información sobre el arresto del poeta Heberto Padilla. A pesar de su desilusión con la actitud de Castro siguió de cerca la situación política de latinoamérica. En 1973 fue galadornado con el Premio Médicis por su Libro de Manuel y destina sus derechos a la ayuda de los presos políticos en Argentina. En 1974 fue miembro del Tribunal Bertrand Russell II reunido en Roma para examinar la situación política en América Latina, en particular las violaciones de los Derechos Humanos.
A pesar de ser reconocido por su prosa escribió gran cantidad de poemas; colaboró en muchas publicaciones en distintos países, grabó sus poemas y cuentos, escribió letras de tangos y le puso textos a libros de fotografías e historietas.
Con su tercera esposa, la escritora canadiense Carol Dunlop, realizó numerosos viajes, uno de los primeros fue a Polonia, donde participó de un congreso de solidaridad con Chile, también apoyó la Revolución Sandinista. Otro de los viajes que hizo junto a Carol Dunlop fue plasmado en el libro Los Autonautas de la Cosmopista que cuenta el trayecto de la pareja por a autopista París-Marsella.
En agosto de 1981 sufrió una hemorragia gástrica y salvó su vida por milagro. Nunca dejó de escribir, fue su pasión aún en los momentos más difíciles. Carol Dunlop falleció el 2 de noviembre de 1982 y Cortázar falleció el 12 de febrero de 1984 a causa de una leucemia. Fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la misma tumba donde yacía Carol; es tradicional dejar una copa o un vaso de vino y una hoja de papel con una rayuela dibujada junto a la tumba de Cortázar.
Esta fabulosa novela que muestra la fabulosa imaginación de su autor, y no sólo su imaginación sino su capacidad de analisis del mundo y de esto que llamamos “ser humanos”. A veces creo que soy un cronopio irremediable, pero afortunadamente saltan los estigmas de famas, que me complementan. Realmente es un proceso contínuo de autosanación o una interrelación constante y afortunada entre una manera de ser y la otra.
Tengo los dientes de leche de mi hija, he tenido que desprenderme con dolor de los apuntes de la carrera, pero de pronto aparece esa sonora carcajada que no tiene conciencia de lugar. ES una aventura maravillosa ir leyendo las páginas de esa novela e ir reconociéndose en ella. Practíquenlo y se conocerán más. Recuerden siempre la máxima “CONOCETE A TI MISMO”.
Dra. Raquel M Ramos M
Valencia
Venezuela