Consecuencias de la diáspora venezolana

A LOS JÓVENES DERMATÓLOGOS VENEZOLANOS
( Apuntes de una conferencia que se dictaria en XIX Reunión de Actualización en Terapéutica dermatologica y estetica Dr. Antonio Rondon Lugo que se dictaria el dia 24 de Junio del 2017 pero hubo que aplazarse por el estado de conmocion social que vive Venezuela)
Prof. Dr. Francisco Kerdel-Vegas? CBE, MD, MSc, FACP

Antes que nada quiero agradecer a quienes me han invitado a participar en este evento -y cuando supieron de mi ausencia física de nuestra querida Venezuela insistieron en que había medios y maneras de llevarles mi mensaje- permitiendo así este encuentro en vivo y directo desde Madrid.

No puedo ocultarles que me halaga -y mucho- que todavía quieran oírme, y modestia aparte debo confesarles que en mi opinión buscar la voz de la experiencia (con casi 90 años a cuestas es la única virtud que puedo alegar) habla muy alto de vuestros valores, ya que es nuestra especie -tal vez la única- que se aprovecha de esa fuente de conocimientos.

En el pasado, alguien quien me veía como competidor, buscando descalificarme, me tildo de «soñador» sin darse cuenta de que en mi concepto me estaba atribuyendo un cumplido muy importante, ya que efectivamente me he pasado todo ese largo periplo que es mi vida soñando lo mejor para mi país, para mi profesión y para mi especialidad: la dermatología, asunto este último que nos reúne hoy.

Mi mensaje de este día se refiere a lo que intuyo pueden ser las consecuencias de ese fenómeno inédito que es la diáspora de cerca de dos millones de compatriotas al extranjero, a veces a los más recónditos rincones de nuestro planeta. No vacilo en calificarlo de inédito no solo por su magnitud sino por su calidad, pues se trata principalmente de jóvenes con formación universitaria.

Como el tiempo asignado es corto no voy a mencionar lo que es bastante obvio, es decir las consecuencias negativas para el país donante y las positivas para el país recipiente. De ello no cabe la menor duda, y nuestra existencia misma como nación soberana está basada en esa fragua de olas sucesivas migratorias, que por vez primera en nuestra joven historia se han invertido y se han hecho negativas en los últimos 18 años, con la peculiaridad -lo que potencia su malignidad-, de que quienes se van, como ya he dicho, son jóvenes graduados universitarios, en otras palabras, la generación de relevo.

Pienso de que quienes afirman que cuando abandonemos definitivamente este intento fracasado de rescatar al comunismo con una proyección mundial que tal vez no nos corresponde, muchos de estos jóvenes regresarán a Venezuela, tienen razón. Pero, sin la menor duda, otros muchos, especialmente aquellos que han triunfado la dura prueba del auto-exilio (que algunas veces no es tan auto) y ya se han adaptado bien a otros países, lenguas y culturas, logrando reconocimiento a su labor, lo pensarán dos veces antes
?de arriesgarse de nuevo a empezar de abajo en un terreno que ya, por el tiempo transcurrido, se ha hecho distante y poco conocido. Así pues parto del principio de que muchos venezolanos de ésta tan indeseada diáspora, aún después de la llamada transición (que esperamos sea civilizada, democrática y pacífica) permanecerán en el extranjero, en buena parte porque el éxito de su trabajo así lo aconseja.

He oído la conseja de que un retorno masivo, súbito, no coordinado de emigrantes venezolanos a su patria de origen, si llegase a cambiar el actual gobierno, podría originar serios problemas económicos a un país con una fragilidad institucional manifiesta y muy prolongada. Es imposible restar importancia a esa observación y es prudente estudiar el problema de manera que ese retorno sea gradual, a medida que la recuperación económica esperada dé sus efectos y permita la creación de nuevos empleos.

Pero lo que quiero destacar, ya que ustedes me han proporcionado el “púlpito” adecuado para hacer oír mi opinión personal a un público pensante, es el reverso de la moneda, es decir la otra cara -que siempre existe- de las consecuencias negativas y bien conocidas de la emigración para el país donante. Esa otra cara de la moneda representa la posible consecuencia positiva para Venezuela del fenómeno migratorio, ya que hoy por hoy casi todos los países del mundo disponen de una colonia venezolana más o menos numerosa y queda claro que la mayoría han emigrado a países desarrollados, prósperos y cultos. Y esos venezolanos que ya han echado raíces en ese medio extranjero, que han tenido éxito en la actividad que desarrollaron, pero que mantienen una lealtad firme e inquebrantable con el terruño donde nacieron y se educaron, pueden convertirse en las antenas para captar precozmente los cambios e innovaciones que caracterizan a los países del primer mundo, desarrollados y prósperos. Sin necesidad de regresar a Venezuela y precisamente por estar bien ubicados en los países a donde por su propia escogencia emigraron, pueden prestar -y estoy convencido que de surgir la oportunidad así lo harán-, un servicio invaluable a Venezuela, informando a personas e instituciones de esos cambios que ven en un mundo competitivo y globalizado como el actual y que en buena parte puede determinar el éxito o el fracaso de una empresa y hasta de un país.

Para que un esquema de esta naturaleza funcione es indispensable crear los canales de comunicación apropiados para que la opinión, las ideas y los planes de esos compatriotas, estratégicamente ubicados en diversos rincones del mundo, en universidades, institutos de investigación, en grandes empresas, o bien simplemente como personas independientes y emprendedoras que viviendo en un ambiente creativo desarrollan esa necesaria perspicacia para poder intuir, entender, comprender y asimilar tempranamente esos cambios claves para el éxito de esas sociedades y países.

Precisamente puedo adelantarles que existe un movimiento con un liderazgo serio y convincente que ya está trabajando para establecer esos canales de comunicación efectivos que no solamente permitirán enviar la información necesaria sino asegurarnos de que será debidamente evaluada y aprovechada.

Cuidar, en lo sucesivo, ese recurso humano venezolano, radicado permanentemente en el extranjero, tomándolo en cuenta, dándole representación proporcional en nuestros cuerpos legislativos (siguiendo ejemplos exitosos de otros países) será tarea importante de futuros gobiernos que tengan la inteligencia necesaria para darse cuenta de lo que significa ese filón precioso cuya debida utilización no es ya una opción sino una verdadera necesidad.