«La despensa estaba casi vacía desde el principio de la primavera, porque ya se había consumido el producto de la matanza del cerdo y de la cosecha de cereales del año transcurrido. Que en la época de más faena hubiera menos alimento para reponer fuerzas era una paradoja dura de encajar. Pero era así en todas las casas. A finales de verano, Isabel se quedó sin harina porque tuvo que devolver a las vecinas la que su madre había pedido prestada dos meses antes».
Tomado del libro «A flor de piel» de Javier Moro .