Tomado de Bitacoramedica.com
Octubre 26, 2009
Sin duda el tratamiento de la hipertensión ha sido uno de los grandes logros de la medicina en los últimos 50 años.
Recuerdo de mis días de estudiante de medicina, la pasantía de clínica quirúrgica en el Servicio del Dr. Miguel Pérez Carreño, en el Hospital Vargas y sus esfuerzos por introducir en nuestro medio la operación inventada por Reginald Smithwick, jefe del Departamento de Cirugía de la Universidad de Boston, la simpatectomía lumbodorsal bilateral y esplanectomía con resección de los ganglios del sistema simpático, una compleja y riesgosa intervención quirúrgica en dos tiempos, para combatir esa enfermedad terrible que es la hipertensión arterial.
No imaginaba en ese momento que pocos meses más tarde me tocaría descubrir, por accidente, que un tío político sufría -asintomáticamente, como suele suceder- de una severa hipertensión esencial, que lo obligaría a viajar a Boston para someterse a dicha operación, a la cual no lograría sobrevivir.
Afortunadamente los avances de la terapéutica médica permiten hoy en día controlar los efectos devastadores de la hipertensión arterial como principal factor de riesgo en las enfermedades cardiovasculares (incluyendo infartos del miocardio y accidentes cerebrovasculares), y renales.
Las estadísticas norteamericanas revelan que la enfermedad afecta a 43 millones de adultos, de los cuales el 31% lo ignoran; 17% lo saben, pero no hacen nada para impedirlo; 29% están siendo tratados sin resultados y solamente un 23% está siendo controlado de manera satisfactoria. Es muy probable que estas cifras o parecidas se repitan en otros universos poblacionales, entre ellos, el nuestro.
Está ya firmemente demostrado que el control preventivo de la presión arterial alta (por encima de 140/90 mm Hg) reduce considerablemente las enfermedades cardiovasculares y las renales.
En la prevención primaria de la hipertensión se incluyen la reducción del sodio (sal común), disminución de la ingestión de alcohol, pérdida de peso corporal, y ejercicio regular, al margen del tratamiento -hoy en día, altamente efectivo-, con fármacos, cinco de ellos muy difundidos y probados con éxito (diuréticos, bloqueadores beta-receptores, inhibidores de la enzima que convierte la angiotensina, bloqueadores de los canales de calcio y bloqueadores de los receptores de angiotensina).
Se trata pues de una de tantas “enfermedades silentes”, que sin producir síntomas, está lenta, pero seguramente minando la salud de la persona que la sufre, hasta que de pronto se manifiesta en forma sorpresiva con una enfermedad grave y a menudo mortal, y por lo tanto una de muchas que puede ser tratada exitosamente con simples cambios del “estilo de vida” del paciente, acompañado en ocasiones con fármacos efectivos que se han incorporado recientemente (y que seguramente se seguirán incorporando en lo sucesivo) al armamentarium terapéutico aceptado y probado de la medicina basada en la evidencia. Todo esfuerzo encaminado a detectar precozmente una enfermedad -muchas veces eliminando o aminorando sus factores causales- es parte de la estrategia de educación en medicina preventiva, que convierte al paciente en activo colaborador o socio del médico tratante. Por ello es tan importante proporcionar al gran público los medios y maneras de informarse idóneamente de todo lo que puede y debe hacer para mantener un “estilo de vida” saludable, de acuerdo con las normas aconsejadas por los avances científicos más recientes.
El Internet y más recientemente el “microblogging” (tipo Twitter) permiten hacer llegar mensajes cortos y concisos (de menos de 140 caracteres) sobre medicina preventiva, no sólo mediante las computadoras sino también a los teléfonos celulares, a la totalidad de la población, con los consejos autorizados para detectar sin pérdida de tiempo esas enfermedades silentes (tal como son la hipertensión arterial, la diabetes, el glaucoma, la obesidad, y tantas otras, incluyendo tumores malignos de diferentes órganos).