Ujier que en el umbral del salón de la vejez nuestra entrada anuncia,
adornándonos con las arrugas que se producen al perder su juvenil elasticidad y lozanía,
como resultado de la desecación fisiológica, fiel compañera de su añejamiento.
Irremovible ropa que nos viste de distintos colores dependiendo de su pigmentación.
Interesante policromía que las razas define.
Pared que nos separa del mundo exterior y a la vez a él nos une.
Tenaz carcelera de la que escapar no podemos.
Interesante tejido que se estira durante nuestro crecimiento para luego encogerse,
ya cansada en vías de retiro, como justa protesta por sus largos años de incondicional servicio.
Cástulo Gregorisc
9/21/05