La vigilancia de la salud pública es el cimiento de la respuesta a las epidemias y los brotes de enfermedades, pero va mucho más allá de las enfermedades infecciosas. A veces se le denomina el radar de la salud pública: permite a los funcionarios de salud delimitar las enfermedades, detectar los patrones, identificar las causas y focalizar las intervenciones. La vigilancia, por ejemplo, es esencial para comprender la carga mundial de las enfermedades no transmisibles, que es cada vez mayor. Al contribuir a determinar los patrones y las causas de la morbilidad y la mortalidad, puede ayudar a garantizar el acceso a alimentos inocuos, agua limpia, aire puro y ambientes saludables…La OMS ha afirmado, con toda razón, que la vigilancia de la salud pública, conducida de una manera que prevea los retos éticos y procure de forma proactiva reducir los riesgos innecesarios, proporciona la arquitectura que requiere el bienestar social. Corresponde ahora a la comunidad internacional y los países del mundo entero enfrentar este reto e incorporar las pautas a sus sistemas de vigilancia
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