La piel es el órgano más extenso del cuerpo; y por esas dimensiones, no es uniforme, microbiológicamente hablando, en toda su longitud. El perfecto equilibrio de todos los microorganismos (eubiosis) permite la homeostasis en la piel. No se puede decir que la presencia de un microorganismo dado, sea mala, ya que cada persona tiene su propia huella microbiológica. Cada zona de la piel, tiene su propio nicho microbiológico, el cual va a variar, según el pH, la humedad, las hormonas, el sebo, la presencia de péptidos antimicrobianos y la cantidad de lípidos. Ya hemos hablado que tenemos como amigos invisibles a las bacterias, hongos y virus, pero también tenemos otro grupo, que siempre es asociado con enfermedad, y son los ácaros (artrópodos).
De los artrópodos que colonizan la piel (habitan de forma simbiótica), las especies Demodex folliculorum y D. brevis son los principales. El primero se ubica en los folículos pilosos, de ahí su nombre, y el segundo, se encuentra en las glándulas sebáceas y en las glándulas Meibomio en el borde de los párpados. Por lo general, estos ácaros no pasan los 0.2 a 0.4 mm de longitud. Hay descritas aproximadamente, 65 especies, pero estas dos, son colonizantes comensales del hombre. El principal supermercado de los microorganismos, es el hospedero; ellos se alimentan de los nutrientes obtenidos de los seres humanos. La microbiota es estable, pero cualquier cambio, puede generar alteraciones fisiológicas, que, si se mantienen en el tiempo, pueden desarrollar enfermedades. Las células muertas de la piel, son eliminadas por los ácaros.
Cuando ocurren alteraciones en las glándulas cercanas a su ubicación, se puede producir, bien sea blefaritis o conjuntivitis, o incluso rosácea. Pero esto es un conjunto de alteraciones en cascada que se van a desarrollar casi de forma simultánea, ya que, si las glándulas no lubrican bien la zona, se obstruyen los conductos de secreción, se inflaman, se resecan, y no solo los ácaros van a estar en un ambiente hostil, sino que las bacterias que cohabitan con ellos esos espacios, también, porque hay acumulación de ácidos grasos, los cuales irritan la piel. Por lo tanto, la piel se ve lesionada por los ácaros y ácidos grasos, y cuando la piel se erosiona, comienza un proceso de disrupción de la principal barrera protectora del cuerpo humano y los propios microorganismos comensales, se pueden convertir en patógenos oportunistas.
Como sabemos, la estructura de la microbiota es un perfecto equilibrio entre bacterias y hongos, cuando este equilibrio se rompe, comienzan procesos infecciosos en las zonas afectadas. Todo en su justa medida, no causa alteraciones, pero cuando hay demasiados ácaros en un solo folículo, ahí comienzan los problemas y el inofensivo, deja de serlo, porque los cambios en las comunidades microbianas alteran las interacciones hospedero-microbiota.
Imagen de Demodex follicularum in a KOH preparation of skin tomada de Flikr disponible bajo licencia Attribution 2.0 Generic (CC BY 2.0)
Gracias Lorena por escoger un tema que me apasiona. El Demodex se ha implicado en la fisiopatogenia de la rosácea aún cuando la mayoría de los autores coinciden en afirmar que no es la causa de la enfermedad, es cierto que puede representar un co-factor importante . Bien por bloqueo de los folículos y conductos sebáceos, originando una hiperplasia epitelial y una hiperqueratinización reactiva. Además podría constituir un posible vector de bacterias y hongos, con capacidad para estimular respuestas inmunológicas humorales y celulares . Sólo se le puede suponer un valor patogénico cuando su densidad es muy alta o se encuentren en una localización extrafolicular .
Es pues una cuestión a resolver el de Demodex como agente patógeno de la rosácea o sólo un habitante más del folículo piloso
Mi estimado Jaime, así es, usted siempre tan acertado, honrada y agradecida con sus comentarios, pero sobretodo con su lectura, consuetudinaria a mi columna, Dios lo bendiga abundantemente