Esta pandemia,
si bien encerrados,
nos ha puesto en contacto con todo el mundo.
Tan simple como que en una pequeña ventana todos entramos.
Se han acercado mensajes del mundo entero, que nos alertaban,
documentos recién elaborados, que nos enseñaban,
fotos de hospitales derrotados,
de balcones colmados,
de calles atestadas ahora desiertas,
de sitios emblemáticos ahora vacíos.
El mundo paralizado entre cuatro paredes
y millones de ventanas tecnológicas abiertas con ansias.
Textos, memes, cursos, webinars, reuniones, home office.
Todo lo nuevo
que nos puso corriendo
a apurar habilidades.
Mucho hemos mirado y añorado hacia las calles desde las ventanas hasta hace poco casi siempre cerradas.
Hemos sentido la amenaza que acecha en el ambiente y hemos tomado distancia.
Con tanto, me sentí saturada de la hiperconectividad
y disfruté el silencio,
la tarea de la casa,
las comidas hechas entre todos,
el estar quietos y juntos.
Nos comenzamos entonces a mirar por dentro, ese espacio que habíamos dejado olvidado, apurados por tanto trajín.
Fue tiempo de desenredar nudos,
de conciliar nuestros pedazos y llenarnos de nuevo valor.
Lentamente,
me fuí reconociendo en otra mirada, también hacia dentro,
con las personas, que ahora no sólo nos enseñaban lo que saben,
sino nos compartían su espacio personal,
trasmitian desde su escritorio, su biblioteca, su jardín, su cocina, su oficina de trabajo,
y finalmente otra
ventana más,
la que me conecta
con las personas para quienes trabajo
y me dejan entrar a sus casas,
estar en medio de sus rutinas,
es una experiencia increíble,
siento mucho más calidez en un vínculo nuevo.
Esta pandemia nos ha distanciado, pero nos da nuevas posibilidades. Seremos capaces de salir más comprensivos y compasivos de esta pesadilla?
Victoria Rivelli
La Asuncion Paraguay
3 de Junio 2020