Henri Tolouse-Lautrec

A lo largo de la historia del arte, ha habido pocas personas tan atractivas y contradictorias. La obra de este artista, engañosa y espléndida, está lejos de reflejar su desgarrada vida interior.

Nace en seno de una familia acaudalada, noble, en el castillo medioeval de la misma, en Albi (Francia). Sus padres, condes, eran primos hermanos. Consentido en un hogar donde la vida discurría entre la caza, los caballos, el arte y el sentido estético en todas sus manifestaciones. La consanguineidad de parejas unidas más por conveniencia daba frecuentemente como resultado hijos con problemas, como ocurrió a los Lautrec.

Su primogénito Henri nació con una extraña enfermedad llamada PICNODISOSTOSIS, que se caracteriza por la ausencia de una enzima llamada catepsina K, que origina fragilidad ósea importante, baja estatura y ausencia de cierre de la fontanela anterior. Cuando Henri cumplió 10 años, empezó a sufrir los primeros síntomas, tres años después se fracturó el fémur derecho y meses después, el izquierdo.

Sus piernas se atrofiaron, Lautrec no crecería más. Su organismo tenía que adaptarse a los 1,42 cm que había alcanzado en su adolescencia, lo que dio como resultado un adulto desproporcionado.

Después del episodio de las fracturas, Henri comenzó a asistir a un taller de pintura y por las noches, al circo, y lo que más le interesaban eran los caballos y los payasos, que le recordaban su propia decadencia.

En París, descubrió Montmartre, en donde en los cabarets encontraba canallas y aristócratas. Le encantó vivir en la intimidad con prostitutas, de quienes adquirió SÍFILIS. Su salud fue empeorando, entre la sífilis y el alcohol, tras ir perdiendo facultades, la audición entre ellas, muere en los brazos de su madre a los 37 años.

Es el más famoso cartelista y representante de la bohemia parisiense de finales del siglo XIX, reflejando en sus cuadros una insólita libertad creativa.

Raquel Ramos
Valencia, Venezuela