“Ocasiones hay en el espíritu, al influjo del logro de nuestras aspiraciones cumbres, como río creciente desborda sus cauces y se transforma en torrente arrollador de entusiasmo, entusiasmo que caracteriza si la realización es justa, si la realización es útil, si la realización es bella: Ese es el ambiente que flota hoy en este recinto”
Hoy cinco jóvenes marcan la culminación de una nueva etapa estudiantil universitaria y un grupo de corazones de padres, maestros y amigos, pulsan al unísono rebosante de emoción para ofrecernos una calurosa felicitación.
El Instituto de Biomedicina, ha sido y seguirá siendo comparada con la madre y en momentos como este, se comprende a cabalidad el contenido de esta metáfora, cumplido el ciclo biológico de la gestación ha de brotar del seno materno el fruto sazonado de la prole, realzándose el milagro de renovación de materia y espíritu, así también ha estado nutriendo sus retoños durante tres años con la luz de la ciencia y la cultura, luchando con dedicación y empeño para poder ofrecer a la patria en parto feliz, su óptima cosecha:
Cinco nuevos dermatólogos han nacido para nuestra Venezuela
Compañeros que hoy culminamos: Esta fecha será notables en nuestras vidas: Os habéis entregado a succionar las múltiples páginas de los libros del conocimiento, reflexionando de ellos en muchas horas de desvelo; Os habéis familiarizado con las delicadas estructuras de la piel; Habéis estudiado los hechos experimentales, habéis puesto el empeño en perseguir y descubrir los rastros que deja la enfermedad, cualquiera que esta sea llevándonos a descifrar complicados laberintos patológico, obteniendo como premio inmediato el establecimiento de un diagnóstico y la satisfacción estética de la belleza del raciocinio clínico; y así poco a poco madurado con trabajo y decisión, habemos completado este capítulo en nuestras vidas.
¿;Cómo poder imaginar, cuándo iniciamos este postgrado qué seríamos depositarios y vehículos del divino poder de retornar la salud a nuestros semejantes? Qué palabras tan simples, como: “Gracias doctor”, darían total valía y sentido a tu desvelo, a tu cansancio, a tu ayuno y a la lejanía de tu hogar.
Hoy, a un paso de iniciar nuestra vida profesional plena es necesario hacer un alto y reflexionar acerca de todos aquellos que hicieron posible un día como hoy, analizar lo que ellos esperan de nosotros, así como lo que tu mismo esperas y deseas de ti.
Es un buen día para honrar a nuestros maestros, aquellos que han compartido su experiencia y conocimiento con el único y desinteresado anhelo de verte crecer y alcanzar tus aspiraciones. Los sentimientos de gratitud, admiración y respeto habrán de mantenerse vivos por siempre en todos nosotros; sus enseñanzas deberán alentarnos para transmitir nuestra propia experiencia a los compañeros más jóvenes, perpetuando así, el milenario ciclo del maestro y el aprendiz.
Es también un buen día para hacer entre nosotros, maestros y alumnos, un juramento de hermandad, apoyo y respeto a la práctica de cada uno de nuestros colegas, manteniéndonos alejados de la intriga, la envidia, el celo y rencor profesional, ya que en un futuro no lejano la mano de aquel que creías tu enemigo y competidor puede ser el mejor apoyo en la adversidad.
Queda siempre un espacio en nuestro corazón para aquellos que por una u otra razón no se encuentran ahora en este recinto con nosotros. Para todos ellos gracias por haber enriquecido nuestra vida con su trabajo.
Quien diga que nunca ha tenido miedo está mintiendo; quién diga que no puede superarlo, no pertenece a este instituto de titanes, que ha hecho de él una dinastía con muchos años de excelencia académica, médica y humana.
Mantengamos pues en todo momento, nuestra ética indoblegable, ante un mundo metalizado. La vida del médico se ve iluminada en múltiples ocasiones por el resplandor del éxito, pero son los fracasos quienes lo alimentan e impulsan -¡Llora!- Pero no olvides jamás la enseñanza que cada error te deja.
Para finalizar quiero hacerlo como un consejo, no permitas que la vida profesional acabe con tu familia. Siempre, por ardua que sea tu jornada, reserva unos minutos al día para platicar con tu esposa o esposo, jugar con tu hijo, darles un beso a tus padres, elevar una oración a tu creador y estrechar la mano de un amigo.
Con fe en nuestro destino y en nosotros mismos, partamos y practiquemos nuestra profesión como la ciencia-arte que en ocasiones cura la enfermedad, frecuentemente mitiga el dolor, siempre brinda consuelo y -¿;Por qué no?- de vez en cuando, efectúa pequeños milagros.