78ª Paradoja: La Vejez en Solitario vs. los Ancianatos

Con la disolución de la familia nuclear, acompañada de la eventual desaparición del servicio doméstico, los viejos, muchos de ellos viudos (de uno y otro sexo), ya que es imposible coordinar la muerte simultánea en parejas, terminan pasando los últimos días de su vida en solitario, o en esas residencias de viejos o ancianatos, una tragedia adicional al “naufragio” [148][*] que representa la vejez.

Desde el punto de vista psicológico la soledad es una amenaza potencial que afecta a cada ser humano y que se hace más real a medida que aumenta en edad. Aún en países con una seguridad social avanzada como España, no encuentran soluciones adecuadas al problema, por ejemplo en Madrid viven 132.595 personas mayores de 64 años en la más absoluta soledad, de ellas unas 50.000 han superado los 80 años. [149][†]

Pero es que la vejez pronunciada es en sí misma una enfermedad, o más propiamente, una polidolencia, ya que los sentidos van disminuyendo progresivamente su normal acuciosidad, y los llamados “achaques de la vejez” son síntomas y signos de la incapacidad e insuficiencia de los diferentes órganos, aparatos y sistemas de que se compone el cuerpo humano. Todos desde luego no ocurren al mismo tiempo, ni con idéntica intensidad, y dependiendo de cada persona, fallan unos primero que los otros, sin que haya en ello un predeterminado orden o concierto, sin tomar en cuenta las patologías que pueden surgir, intercurrentes, en cualquiera de ellos, en cualquier momento. Tal como supuso Decartes, en su simplificación y comparación de nuestra anatomía y fisiología con una máquina, en la cual al descomponerse una pieza, el todo deja de funcionar adecuadamente.

Por ello los problemas de la edad provecta, además de sociales son médicos y a la postre recaen sobre los profesionales de la medicina sus soluciones, paliativas como necesariamente lo son, pues estamos muy lejos de descubrir el elixir de la juventud o algo parecido, a pesar de las promesas y “encantamientos” que nos ofrecen, entre otras, las clínicas suizas con sus inyecciones de células de ovejas y parecidos procedimientos, sin base científica alguna. En el mejor de los casos corrigiendo nuestro estilo de vida (peso ideal, ejercicio, dieta adecuada, abstinencia de tabaco, moderación con el alcohol, etc.) podamos aspirar a mantener cierta calidad de vida por unos pocos años más, pero hasta allí … en lo que honestamente podemos prever en los inicios del siglo XXI; lo demás no pasa de ser ciencia-ficción, o más concretamente (un estilo in crescendo), medicina-ficción. Los implantes pueden –y de hecho lo hacen- reemplazar con éxito componentes esenciales; el cristalino opaco con cataratas es un ejemplo; el implante coclear para la audición; o bien una articulación con artrosis (la cadera, rodillas u hombro); y los materiales con que se fabrican esos implantes y prótesis (en el caso de sustitución de partes del esqueleto), son cada vez más sofisticados con una vida que excede muchas veces la que puede restarle al paciente. Los trasplantes (especialmente riñón, pero también de hígado, corazón, pulmones, médula ósea, córnea, hueso, y hasta islotes pancreáticos), los injertos de tejidos u órganos (piel, grasa, fascia, cartílago, hueso, etc.), y la promesa de los que pueden llegar a significar los injertos de células madre en diferentes órganos y tejidos manifiestamente “insuficientes”, son soluciones parciales, que pueden prolongar la vida útil de un determinado paciente, pero lamentablemente hasta el momento de escribir estas líneas existe un pesimismo generalizado acerca de similares avances en lo que se refiere al funcionamiento del órgano central, fundamental para hacer factible un mínimo de calidad de vida … el cerebro humano.

La vejez por sí sola, como ya hemos insinuado, es una enfermedad y el hecho de que se haya desarrollado una especialidad médica, la gerontología, para estudiar y ocuparse del envejecimiento normal, así lo pone de manifiesto.

La sociedad contemporánea, y especialmente en los países industrializados, ha aumentado cada década el promedio de vida de su población (lo que desde luego tiene un límite superior que aparece bastante inflexible), y ello, conjuntamente con una disminución del índice de natalidad, traerá como consecuencia inexorable un considerable aumento de la población de ancianos.

Las residencias para ancianos o ancianatos no resuelven toda la problemática emocional del anciano, ya que lo ponen en contacto con gente de su generación (la inmensa mayoría gente desconocida hasta ese momento), es verdad, pero por otra parte lo aislan y separan de su familia, que lo vienen a visitar regular u ocasionalmente cuando sus trabajos y obligaciones lo permiten. Es además una manera costosa de resolver el problema, que no todos los grupos familiares y bolsillos pueden absorber.

Acerca de Francisco Kerdel Vegas

Médico dermatólogo. Embajador y académico recibió Premio Martín Vegas de la Sociedad Venezolana de Dermatología. Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas y Matemáticas de Venezuela (Sillón XIII, 1971). Doctor en Ciencias Médicas de la UCV. Vicerrector Académico (fundador) de la Universidad Simón Bolívar. Fue elegido directamente Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina Sillón XXIV en 1967, incorporado por su trabajo "Autorradiografía en Dermatología".

2 comentarios

  1. Todos los avances científicos y todas las promesas serias (y de las otras) para prolongar la vida y para mejorar la calidad de vida de las personas de edad avanzada (?) no pueden solucionar el mayor y mas angustiante problema: la soledad. Lo que hemos conseguido hasta ahora es tener una mayor cantidad de personas que vivan mas, con menos enfermedades y menos limitaciones físicas pero con mas tiempo, mucho mas tiempo… para estar solas.

    En las condiciones actuales los «viejitos» estorban. Les estorban a los hijos y a las nueras; a los nietos les dá física pereza estar con ellos porque no saben de qué hablarles y piensan que ellos no los van a entender. Generalmente no hay tiempo para ir a visitarlos y, mucho menos, para llevarlos a pasear. Y cuando, finalmente, encontramos el momento nos desesperamos por su lentitud que nos hace perder tiempo. Ese valioso tiempo que le estamos «robando» a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestro descanso (por eso los metemos en los «ancianatos» o los organizamos en un apartamento o en una casa con «alguien que los cuide»).

    El ser humano no está hecho para estar solo; por eso formamos familias, nos asociamos, hacemos vida social, etc. Los que ahora son «viejos» formaron una familia (que se fué, «como tiene que ser»), tuvieron un trabajo en el que hicieron muchas relaciones personales y compartieron muchos ratos de alegrías y de tristezas con otros seres humanos. Pero, nos hemos acostumbrado a decir: todo eso «se tiene que acabar», «es la ley de la vida», «para allá vamos todos», «no hay nada qué hacer».

    Yo les propongo que les pregunten a los viejos que les rodean si no cambiarían los 5, 10 o 20 años mas de vida que se ganaron con los avances técnicos por un par de años acompañados, rodeados (de verdad y no solo en los raticos que toque) por las personas que aman y que los aman, sintiéndose parte viva, fundamental, integral, trascendental de sus familias. Que los amen incluso en sus achaques, en sus enfermedades y en sus limitaciones.

    Yo, que todavía no estoy viejo pero ya me llegará mi hora, no quiero «cien años de soledad». No los soportaría.

  2. Dr. Manuel Tosta. Mèdico Geriatra-Gerontòlogo.

    Excelente su artìculo!….completamente de acuerdo!; no obstante se tiende a confundir el proceso de envejecimiento con enfermedad,lo cual no es asì. Una de las caracterìsticas del anciano, es que presenta pluripatologìas crònicas, las cuales tienden a exacerbarse por el deterioro «funcional» progresivo de todos los aparatos y sistemas, de aquì que no todos los males que padecen «nuestros viejos» son consecuencia directa de la edad. En mi experiancia personal, he observado que siempre hay un desencadenante externo, que determina «un antes y un despuès», el cual definitivamente se fundamenta en el còdigo genètico celular (teorìa de la apoptosis celular) donde la degeneraciòn orgànica, ya està predeterminada en el ADN; y puede acelerarse ò mantenerse dependiendo de los factores bio-psico sociales, del individuo.
    Creo que en nuestra cultura actual, donde «el culto a la juventud eterna» se ha hecho obligatorio…la vejez deja de ser un proceso natural, fisiològico, armònico, para transformarse en pesadilla.
    Cuàntas veces se le niega a un anciano su derecho a vivir dignamente?…Cuàntas veces se piensa que el envejecimiento es igual a pèrdida total de capacidades funcionales?…es màs…cuàntas veces se cree que el viejo debe relegar su existencia, simplemente a esperar pasivamente la muerte?….
    Alguien dijo una vez: «NO ES QUITARLE AÑOS A LA VIDA…ES DARLE VIDA A LOS AÑOS» (OJO: no fuè Ricardo Arjona por cierto… fuè JF Kennedy).
    Considero que es fundamental asumir la inminente realidad de que todos envejeceremos, muy a nuestro pesar, y a toda esta «pseudociencia antienvejecimiento» que tanto daño està haciendo!!! ¿es acaso nuestra hipòfisis «malvada» ò «anormal» por disminuir los niveles de hormona de crecimiento despuès de la madurez? ¿la piel se nos arruga por simple capricho cruel, para hacernos estèticamente inaceptables? ¿nuestras neuronas mueren en forma deliberada para morticarnos con los «olvidos»?….creo que detràs de todo el desconocimiento de estos cambios fisiològicos, hay muchos «falsos profetas» que se benefician al hacer ver la vejez como un final, y no como una oportunidad para redireccionar y vivir plenamente esos años..con dignidad, sabidurìa y respeto por nosotros mismos!

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