CORAZON MUERTO

Voy lentamente camino al camposanto,

con mi  inmortal y gris alma abatida,

después que un breve amor ha herido tanto,

a esta, mi infeliz y triste vida.

Con la  ilusión cegada, el cuerpo yerto,

deambulo entre las fosas destapadas,

divisando que aún en vida ya estoy muerto,

por la tenaz indiferencia de mi amada.

Ya no existe en mi vida la alegría,

tu cariño me es esquivo y ya no siento,

la pasión que en mi cuerpo deparabas.

La amargura me corroe día a día,

mi corazón sin latido esta apagado,

ya expiró el fulgor que me animaba.

Se extinguió la luz del faro que seguía,

y como nave perdida voy sin puerto,

ante tu fría displicencia, mi adorada.

                        Antonio Guzmán Fawcet

                        Asunción, Paraguay,

                          Enero 2008.

CORAZON MUERTO

 

Por Martha Miniño

Para Amuleto

            Laura lo ve caminar, como muerto, así ido en vida, con los ojos apagados y con aliento entrecortado. Muerto en vida, así nomás, parece, su vida se le ha ido apagando cuando el amor no ha encontrado, mientras ella triste por el suspira. Recuerda con melancolía los tiempos ya idos de una juventud pasada, los años mozos, los paseos, las caminatas desde la escuela hasta la casa, cuando juntas, ella y Angélica retornaban al hogar, mientras, él, Pablo, retozaba cerca, discreta y escondidamente les perseguía haciendo mil piruetas y moriquetas, retozaba mientras del rostro de las niñas sonrisas y risas arrancaba, juntas, agarradas de la mano veían como el pícaro mozalbete hacía de las suyas para llamar la atención.

            Ah, tonta Laura que se enamoró perdidamente de Pablo, mientras Angélica le veía y no le prestaba atención. Laura en su cándida inocencia de colegiala, pensaba que tal vez una de esas miradas, uno de esos retozos tal vez es para ella, perdida la ilusión en el flaco cuerpo de Pablo, le hace juegos, mimos, caricias, no caricias,  no, pero si sonrisas, simplemente para llamar la atención, pero no la suya, la de su amiga, Angélica, quien lo ve indiferente, aunque no para de reír con sus ocurrencias.

            Laura llora esa noche, llora con la inocencia perdida, hecha añicos al descubrir la tonta pasión que su joven corazón no puede contener, pues perdida la mirada tiene en Pablo, cuando en el baile se da cuenta de que solo ojos para Angélica tiene, quien baila feliz con todos los chicos sin reparos.

            Pero el tiempo pasa y se encarga de cubrir con un manto las cosas, empolva el corazón, los cuadernos y las tontas notas de la escuela son sustituidos por los elaborados apuntes de la universidad, atrás los uniformes,  más atrás también quedan las caminatas desde la escuela y las improvisadas piruetas de Pablo, quien ahora ve asiduamente a Angélica, hace un año ya que son novios, pero Angélica no parece importarle ya, anda, sale, coquetea con otros, es feliz.

            Laura se ve sumergida en un nuevo mundo, matemáticas, cálculo, física, filosofía, historia crítica, análisis literario, un montón de libros, materias, y cientos de chicos y chicas por conocer.

            Años van, vienen, Laura, novio tras novio, nada por obtener. Algo le amarga el corazón y los sentimientos, el ceño le junta las cejas y no sabe sonreír, por las noches suspira sin saber por qué e inicia una alocada carrera de bares, hombres, discotecas, los estudios van quedando a atrás en su mente, y sólo tiene tiempo para completarles con bajas notas en los finales, pero termina la universidad, pero un golpe de suerte la pone en un avión, becada y con los gastos pagos, no retorna hasta el hogar cinco años más luego.

            Laura llega una mujer, madura, hermosa sin saberlo, las cejas siempre juntas sin saber por qué. No ha sabido mucho, tal vez casi nada de Angélica ni de Pablo, ambos se han convertido en apenas una sombra en su vida. Pero por las noches todavía Laura suspira sin saber por qué.

            Un día lo encuentra, un encuentro casual, pero frío, gélido, él apenas la mira, no la reconoce, sentada en el café lo ve pasar con la mirada vacía, los ojos puestos más allá del horizonte, un frío le inunda el pecho, las manos temblorosas no pueden sostener la taza de café, una enorme debilidad le ataca toda, la conmoción de verle otra vez, a él a Pablo, es demasiado para ella. Esa noche los suspiros se diluyen en lágrimas que inundan la almohada y moja todo su ser.

            Se entera de todo. Angélica después de todo no estaba enamorada de Pablo, tras un largo noviazgo, una hermosa boda y un año de casados, marchó un buen día dejándole plantado, sólo se llevó sus ropas y sus fotografías, la casa vacía todo olía a ella, el hueco de su almohada y su lugar en la cama contenían su cuerpo y su aroma, aroma que Pablo aspiraba mientras abrazaba las sábanas llorando.

            Nadie supo donde fue, alguien comentó que marchó con otro, Pablo no lo sabe todavía y espera que ella retorne algún día.

            Laura llora por las noches, sabe que su pasión por el viejo amigo no ha disminuido,  no puede contenerse, en la soledad de las sábanas da rienda a su dolor, entre lágrimas y orgasmos, sabe que nunca será suya. 

            La sonrisa de ambos se va aplanando, las cejas se juntan, casi no hablan, sólo lo necesario, pocos vocablos, monosílabos entre dientes. Se les apaga el brillo de la mirada,

El levantarse cada día es un acto de constricción que deben de cumplir, ritual cotidiano para poder seguir sus vidas de ánimas dolientes y sin ilusiones.

La amargura me corroe día a día,

mi corazón sin latido esta apagado,

ya expiró el fulgor que me animaba.

 

Se extinguió la luz del faro que seguía,

y como nave perdida voy sin puerto,

ante tu fría displicencia, mi adorada.

            La nota en manos de Pablo todo lo explicaba, Angélica todo perdido, todo mi adorada, todavía las sábanas y la almohada abrazaba, como si quisiera aspirar todo su aroma. Laura no lloró, la mirada perdida, como si caminase al camposanto, veía como su vida se desdibujaba.

                                                           Santo Domingo, República Dominicana

                                                           27 de enero 2008

Acerca de Moncayo Luis

Un comentario

  1. Y qué se le puede decir a un poeta tan complaciente como mi amigo Antonio Guzmán que tuvo la gentileza para regalarme ese poema a los corazones muertos.Mi corazon muerto va rumbo a la alegria, amigo mio, porque asi lo dice la vida,y su mejor manual: hay tiempo para llorar y tiempo para reir. No importa que como nave sin rumbo sea su andar, cuando se esta dispuesto, a la amistad, al encuentro del projimo. Y como dice el poeta venezolano Andres Mata, en su poema «Música Triste»: «Un amor que se va, cuantos se han ido, otro amor volverá, más duradero y mneos doloroso que el olvido».
    Gracias querido Antonie por tu musa desplegada.
    Te quiero.
    Raquel

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