La Ciudad de los cajones 1936 Salvador Dalí
“He tenido tres Maestros
Tres Maestros he tenido,
De uno aprendí el tesón
Del otro el arte de ser práctico
Y del otro el estricto apego a la Ética….
Tres Maestros he tenido
He tenido tres Maestros”
El proceso de envejecer ha sido visto siempre como la última parte de la existencia, como un ocaso triste y de abandono, como el último tramo de un camino que nos lleva indefectiblemente hacia un final triste y penoso. Pero, ¿;debe esto ser así? ¿;Por qué necesariamente hablar de tristeza cuando la acumulación de los años nos ha llenado de experiencias maravillosas y conocimientos bellos, sumamente enriquecedores?
A lo largo del trayecto hemos hecho amistades entrañables que han arraigado profundamente en nuestros corazones. Lo que creímos conocer cuando éramos jóvenes (corrección, “más jóvenes”) lo sentimos ahora como muy inexacto e insuficiente. Como el fruto inmaduro que aún está a la espera de nuevas lluvias y el abono oportuno para prosperar. El horizonte, ahora ensanchado, se nos muestra como un nuevo punto de partida. No estamos llegando al final. Estamos avanzando hacia alturas cada vez mayores, y el mismo proceso del aprendizaje de toda una vida nos permite ver, disfrutar, deleitarnos al saber que aunque estemos aquí, en esta elevada meseta, nuestra misma experiencia nos proporciona la casi seguridad de que difícilmente vamos a caer por haber hecho un juicio equivocado. Ciertamente disponemos de más elementos para equivocarnos menos.
Durante el más ó menos largo viaje hicimos amigos con cuya compañía nos sentimos profundamente honrados y con quienes al mismo tiempo que compartimos penas y alegrías, sensible ó insensiblemente aprendimos mucho de la vida. No fue menester que esa enseñanza se nos diera bajo la forma de clases, conferencias ó consejos. La vida se aprende en los afanes diarios. La amistad sincera, estrecha, constituida por el cariño, la lealtad y la comprensión de unos pocos, nos dejaron un capital mucho más precioso que el estar en medio de un grupo muy grande pero con poca proximidad real. Allí aprendimos a aquilatar a los verdaderos amigos, aquéllos que realmente nos apreciaron a pesar de estar conscientes de nuestros defectos. Los que fueron siempre leales aún durante las peores tormentas ó cuando nuestra misma inmadurez nos hizo comportarnos como tiranos con nuestros allegados más queridos. También sentimos el latigazo de la envidia, la deslealtad y la ingratitud, tanto más dolorosas cuanto más empeño habíamos puesto en hacerles sentir nuestro cariño ó habíamos hecho casi un punto de honor el tratar de empujarlos en sus carreras. De todo esto salimos más fortalecidos. Porque sólo quien no ha experimentado tropiezos no conoce tampoco las dulces mieles de la recuperación. Es duro recibir un agravio, pero nos revelamos grandes cuando fuimos capaces de perdonar… ó al menos ignorar.
Y al hablar de allegados, cabe mencionar nuestro núcleo familiar. Bendito sea el Cielo que nos deparó tal regalo, sinceramente sin merecerlo. Por ellos estamos donde estamos. Su apoyo fue crucial en cada momento, deparándonos el regazo cierto donde reclinarnos cuando las circunstancias nos parecían más sombrías. Aún sabiéndonos culpables, nunca nos retiraron su apoyo. Después de aquella fiesta en la que perdimos la compostura, cuando los lastimamos con frases hirientes ó cuando cometimos alguna torpeza imperdonable… para cualquiera otra persona.
Fuimos de la época pre-televisión, cuando para nuestros padres la diversión por las noches eran las tertulias al visitar a los amigos, se estilaba—sin riesgo—sacar las mecedoras a la acera para ver pasar a los vecinos y nos divertían los caballos percherones de los carros cerveceros. La época del ladrón librado, el toque y cuarta, las güimbas, el yo- yo, los patines y las piscuchas. Los más que inocentes “mató tunco tu tata”, el “tilinte”, “no hay aceite” y arranca cebolla.
Y vivimos también la preciosa experiencia, única, sin par, de aprender de nuestros maestros. De quienes nos enseñaron a decantar la esencia en medio del caudal inmenso de los conocimientos inútiles. Quienes nos guiaron en el muy difícil arte de olvidar nuestro cansancio, arrebatar horas a nuestras familias, sumergirnos en la vorágine de los nuevos libros y revistas, en busca de conocimientos nuevos para volcarlos en favor de nuestros pacientes. Con su ejemplo, que no sólo con sus palabras, aprendimos a querer a la humanidad doliente, pero muy particularmente a los enfermos más necesitados. A entender plenamente que son ellos el punto medular de nuestra existencia como médicos. Nuestros maestros nos enseñaron que los conocimientos sin valores no son nada. Que la ética más elemental no sólo nos dice “primum non nocere”, sino que “tu prójimo sufre y tú estás dotado con el divino arte de curar – ó aliviar- el dolor”. Que la misma ética no debe circunscribirse nada más a un conjunto de reglas más ó menos rígidas, sino en su forma más amplia amar a tus hermanos y darles, sin ninguna restricción, todo aquéllo que te transmitieron tus maestros y cuya recompensa efectiva, única, pudo ser una tímida y fugaz sonrisa, ó una pequeña bolsa con las primeras frutas de la estación.
Ser ahora partícipes de este honroso correr de los años con su enorme bagaje de conocimientos, vivencias, tristezas y alegrías, nos enriquecen profundamente. No debemos estar acongojados ni tristes. Si acaso nostálgicos, porque esta última, la nostalgia, es como la pátina que reviste las ánforas de nuestras existencias, donde los recuerdos agradables y positivos deben siempre estar arriba, visibles y plenamente a flote.
Pero estamos orientados hacia la cosmética. ¿;Significa eso que vamos a descuidar nuestra apariencia, nuestro aspecto físico, o el de nuestros pacientes? De ninguna manera. Si hemos de sentirnos bien, debemos vernos bien. La autoestima contribuye enormemente a nuestra relación con todos los demás.
¿;Agradecer por los años vividos? Por supuesto que sí. La sabiduría consiste en el sutil arte de sopesarlos, aquilatarlos y disfrutar esas experiencias tan perfectas como sólo pueden darlas una larga vida.
Dr. Enrique Hernández-Pérez *
*Editorialista invitado. “Conferencista Jacinto Convit” en la XIV Reunión Internacional de Terapéutica dermatológica
Qué paz se siente al leer algo tan hermoso y de tanta sabiduría. No podía ser otro que quien cantó en Cartagena de Indias la canción de Alberto Cortés «A mis amigos les adeudo…..». DR Hernandez P, no he llegado a su edad, pero al leerlo, siento que voy por el camino…. cada quien con su manera de caminar por supuesto, Dios no me permita nunca desviarme y poder decir, «que hermoso discurso el que alguna vez leí y he puesto en practica, porque alguien que aprendio de sus maestros, a su vez, fué un inductor de mis pasos». Dios le bendiga.
DRa. Raquel M Ramos M
Valencia
Venezuela
Quiero felicitar a los editores por la escogencia de esta obra de Dali realizada en 1936. El genio alguna vez expresó: «El que yo no sepa cuál es el significado de mi arte, no significa que no lo tenga». He aqui Sr Dalí, que ALGUIEN encontró el verdadero significado de su obra, por lo menos, en esta pintura. Maestro Hernandez Perez, yo disfruté con mis abuelos el gusto de una velada con las mecedoras al frente de su casa solariega, al caer de la tarde, mientras los primos brincábamos de aqui hacia allá…..Esta semana (tarde pero segura), llegué a la maravilla del Facebook, y llore a cántaros viendo a una niña de 13 años bañandose en una piscina con sus amigas de colegio. Y recorrí mi vida…. y como en los cajones de Dalí, los recuerdos se agrupan por separado y se entremezclan como en los laberintos del amado Borges. Y comprendí la certera frase del poeta Machado: «Al andar se hace camino y al volver la vista atras se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar» . Y agradezco como ud todo lo que en gracia he recibido. Guardemos cada uno en sus cajones, lo que a bien tengamos de guardar, lo bueno y lo ingrato, todo se amalgamó para formar nuestro presente.Agradezcamoslo pues y demos vida a este presente, siempre con lo mejor de nosotros.Tenemos una herramienta incomparable: LA DERMATOLOGIA.
Dra. Raquel M Ramos M
Quiero felicitar al Dr. Enrique Hernández-Pérez, por su excelente editorial con motivo de la Conferencia Jacinto Convit en el marco de la XIV Reunión Internacional de Terapéutica dermatológica.
El Dr. Hernández Pérez aborda el tema del proceso de envejecimiento con un hondo contenido filosófico y humano, elaborado en términos sencillos con un lenguaje que invita a la reflexión y a la toma de una actitud optimista que debemos asumir ante el transcurrir indefectible de los años y las enseñanazas que la experiencia va esculpiendo en nuestra almas y corazones.
En mi opiión, la autenticidad, es la clave de todas estas refelexiones que a la vez implica la formación a través de los años, de principios éticos y morales indeclinables, de una personalidad vertical capaz de resistir las debilidades del ser humano, de fortalecer sin desmayos el espíritu de solidaridad con nuestros hermanos, con los necesitados y con nuestros pacientes, de valorar en toda su dimensión aquellas personas afectas y leales que nos han acompañado incondicionalmente en los momentos de mayor dificultad en el transcurrir de nuestra existecia.
Para ello es fundamental el aporte y el ejemplo insustituible de las enseñanzas familiares, núcleo fundamental de la sociedad, complementado posteriormente con nuestra formación integral con la formación inculucada por nuestros maestros, quienes dejaron huellas imperecederas y trascedentales en nuestras conciencias y en nuestros corazones.
Esos mismos valores son los que trasmitiremos a nuestra descendencia, de modo que reproduciéndolos al infinito, son los que van a conformar una sociedad sana capaz de afrontar los inmensos retos que nos impone la modernidad, con sus grandes avances científicos y tecnológicos, pero tambien con sus inumerables miserias.
Nuevamente felicitaciones al Dr.
Henrique Hernández-Pérez, por su hermoso y sencillo editorial, pero aquilatado con un gran contenido humano, que demuestra una vez más, que para revelar las verdades del alma no hace falta recurrir a las profundidades filosóficas, muchas veces contradictorias, de exègetas como el filósofo alemán Friederich Wilhem Nietzsche.
Un saludo cordial
Dr. Guillermo Planas Girón
Caracas-Venezuela
Tambien quiero expresar mis sinceras FELICITACIONES al Dr.Enrique Hernández Pérez por tan estupendo editorial, bien titulado: El sutil arte de agradecer los años recibidos… y donde aborda el difícil tema del envejecimiento con un profundo contenido existencial, intimista, humano y autocrítico.
Con un lenguaje sencillo pero directo, logra conectarse facilmente con el lector transmitiendole toda esa experiencia , sensibilidad, visión de futuro y de creer en lo que hace y enseña.
La primera vez que lo conocí, por lo menos que me atreví a dirigirle la palabra, fue en 1997 en una Reunión Anual de la Sociedad de Dermatología, en Valencia (Edo.Carabobo). Allí tuve la grata experiencia de compartir un almuerzo con él , su distinguida esposa y el Dr.Cornelio Arévalo(q.e.p.d) ..y siempre he admirado, aparte de su sapiencia… su humildad, sencillez y esa caballerosidad tan especial que no se vé con frecuencia en estos tiempos.
Bienvenidos siempre a nuestro país y a nuestras reuniones !!
Amalia Panzarelli
Caracas
Enrique ha sido amigo mio desde 1978 cuando tuve la dicha de reconocernos como amigos, asi como a otros que he adoptado o me han adoptado como amigo, siendo ellos y yo seguidores de la filosofía de Ortega y Gasset “el hombre es él y su circunstancia”.
Gracias Enrique por sacar a colación que la vejez nunca debe tocar el espíritu ni el ánimo y que un descuido de nuestra apariencia puede redundar en un deterioro de nuestra salud integral y por tanto de nuestra calidad y cantidad de vida.
Gracias Enrique por recordarnos que una vida íntegra de ejercicio medico y de “ser” ante la sociedad redundara en una vejez de felicidad por los hechos bien cumplidos.
Gracias Enrique por recordarnos que la plataforma de la familia es el mejor “fuel” para recorrer el camino de la vida.
Gracias Enrique por dejarme párrafos tan hermosos como el de “También sentimos el latigazo de la envidia, la deslealtad y la ingratitud, tanto más dolorosas cuanto más empeño habíamos puesto en hacerles sentir nuestro cariño ó habíamos hecho casi un punto de honor el tratar de empujarlos en sus carreras. De todo esto salimos más fortalecidos. Porque sólo quien no ha experimentado tropiezos no conoce tampoco las dulces mieles de la recuperación. Es duro recibir un agravio, pero nos revelamos grandes cuando fuimos capaces de perdonar… ó al menos ignorar”. Los guardare en las gavetas de mi experiencia.
Gracias Enrique por tan maravilloso Editorial
Cuando se es joven los años se nos hacen largos, pero al envejecer se acortan con una velocidad increíble. Llega, entonces la época de rememorar la existencia, de evaluar nuestras vidas, ¿que hemos hecho?, ¿que sembramos?, ¿que dejamos?,¿ que estamos recogiendo?; las respuestas a todas estas interrogantes la encontraremos reflejada en la pasión, amor y sinceridad de nuestros actos.
Agradezco al amigo Enrique Hernández Pérez por esta oportunidad para reflexionar.
Saludos:
Rolando Hernández Pérez
Para Enrique Hernández Pérez
Enrique
veo en tu mente
luces que brillan
y adornan el espacio
Veo en tu piel
calor ,sudor y olor de amigo
Veo en tu corazón
sangre de amor
de ayuda que desborda,
que enseña
y quiere dar su arte a los demás
Veo en ti
la figura unida con Raquel
hechos para el universo
y la amistad
amigo
Antonio Rondón Lugo
Enrique te esperamos en nuestro gran ATD, donde serás el conferencista Jacinto Convit !!