Una noticia que pasó prácticamente inadvertida en las últimas semanas, por lo menos en nuestro país, es la referida al discurso pronunciado por la Dra. Margaret Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el pasado 14 de Marzo en Copenhague, Dinamarca y que versó sobre la “Resistencia a los antimicrobianos en la Unión Europea y en el mundo”. Fueron pocos los medios que dieron cobertura a tan importante análisis y sombrías predicciones, por lo que bien vale la pena recordarlas y comentarlas.
Se refirió a los agentes patógenos farmacoresistentes como “trotamundos muy conocidos”, por la facilidad de desplazamiento y propagación por medio de pasajeros aéreos infectados, el comercio mundial de alimentos (en muchos áreas del mundo con escasa vigilancia y poco conocimiento de su manejo), el incremento del turismo médico y un aspecto de enorme inquietud en ámbitos científicos actuales, como lo es la utilización de mayores cantidades de antibióticos en animales sanos que en personas enfermas.
La resistencia a los antimicrobianos o farmacoresistencia, se produce cuando los microorganismos sean bacterias, virus, hongos o parásitos, sufren cambios que hacen que los medicamentos utilizados para curar las infecciones dejen de ser eficaces. Es una situación preocupante global, porque las infecciones por microorganismos resistentes pueden causar la muerte del paciente, transmitirse a otras personas y generar grandes costos que en países con una salud pública tan precaria como la nuestra, resultaría muy difícil afrontar.
Se toman algunos ejemplos de la nota explicativa de la OMS de Marzo del 2012, disponible en la página web del organismo, y donde expresan que cada año se producen unos 440.000 casos nuevos de tuberculosis multiresistente que causan al menos 150.000 muertes, es la más ejemplificada por lo dramático de la situación pero no la única enfermedad donde se pone de manifiesto los estragos de la farmacoresistencia. Otro ejemplo expuesto es la resistencia a los antipalúdicos de la generación anterior, como la cloroquina o la sulfadoxina-pirimetamina, la cual se ha generalizado en la mayoría de los países donde el paludismo es endémico. Tampoco podemos dejar de mencionar las infecciones nosocomiales por Estafilococo aureus meticilino resistente, agente patógeno que se han hecho prácticamente invulnerable hasta a los antibióticos de última línea.
La aparición de «superbacterias» como Acinetobacter baumannii, Klebsiella pneumoniae con NDM-1 (Nueva Delhi metalo-?-lactamasa-1) para las que no existe tratamiento efectivo, pone en evidencia el aumento de este problema en forma preocupante en todo el mundo. No escapa a ello ni el cólera; así en 1990, casi todos los gérmenes del cólera aislados en Nueva Delhi (India), eran sensibles a medicamentos baratos de primera línea, como la furazolidona, la ampicilina, el cotrimoxazol y el ácido nalídixico; en la actualidad, los remedios antes eficaces son en gran parte inútiles en la batalla para contener la epidemia de esta enfermedad.
Por todo ello, Chan no exagera al referir que si las tendencias actuales se mantienen, el problema no será que estemos regresando a la era anterior a los antibióticos, sino que ésta, “será una era posterior a los antibióticos” y después expresa una frase cargada de dramatismo pero lapidaria:“la era postantibióticos implica acabar con la medicina moderna tal y como la conocemos”. Esto significa entre otras cuestiones, que la gente podría morirse por una amigdalitis estreptocóccica o una herida banal y ni hablar de la realización de operaciones delicadas como cirugías de trasplantes de órganos, reemplazos articulares y quimioterapia oncológica, las cuales se convertirían en procedimientos de altísimo riesgo.
A ello se suma el poco incentivo de la industria farmacéutica en la producción de nuevos antimicrobianos si el uso irracional los hará prácticamente inutilizables en poco tiempo, incluso antes de que puedan recuperar la enorme inversión que significa actualmente la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos.
La falta de empeño de los gobiernos en la lucha contra estos problemas, desorganización, falta de control en la venta no solo de antibióticos sino de medicinas afines y la reducción de instrumentos diagnósticos, terapéuticos y preventivos, dificultan el control de este fenómeno que de no ser entendido y atendido de manera perentoria pudiera convertirse en la próxima “crisis mundial”, como bien lo señaló Chan.
La comunidad debe tomar conciencia de que el tratamiento con antibióticos sólo puede indicarlo el médico, de que no todas las infecciones necesitan tratamiento con antimicrobianos, así pues, los resfriados y las gripes son causadas por virus, por lo tanto la administración de ellos no mejorará los síntomas ni evitará contagio y que la administración de antibióticos sin necesidad, puede ser perjudicial tanto para adultos como para niños. Vale la pena recordar que la mayoría de los procesos infecciosos en los niños pequeños son virales y los antibióticos no tienen actividad sobre los virus.
Otro aspecto a tener en cuenta es el uso de antimicrobianos en animales. La utilización industrial de ellos en la ganadería, en la avicultura y en la acuicultura permanece incontrolado en muchos países, de paso, utilizados a dosis subóptimas para estimular el crecimiento y desarrollo de dichos animales, lo cual facilita la aparición de resistencia que luego puede transmitirse a través de la cadena alimentaria al ser humano. Chan se refirió a ello y alabó lo que comenzó como el “experimento” danés, convertido en “modelo” danés y de cómo la producción ganadera y avícola había aumentado en ese país tras la prohibición del uso de antimicrobianos en las granjas danesas con disminución de la resistencia bacteriana en el área. En este cambio de orientación influyeron los grupos de consumidores y de la sociedad civil, “importantes movilizadores, y protagonistas de primera línea, especialmente en esta era de redes sociales”, señaló. Ojalá esta iniciativa se extienda a otras partes del mundo y en especial a nuestro continente.
La OMS ha actuado como pionera al establecer una estrategia mundial para la contención de la
resistencia a los antimicrobianos destinada a lograr que sea más lenta la difusión de las infecciones resistentes con objeto de reducir la mortalidad, la morbilidad y los altos costos asociados; claro que para ello se necesita el concurso de gobiernos, profesionales de la salud (médicos, paramédicos, veterinarios) ,industria farmacéutica, sociedades profesionales, los pacientes y el público en general.
Si no hacemos algo efectivo, esta realidad post antibióticos, nos alcanzará.
Amalia Panzarelli
Excelente, Amalia. Gracias por tu aporte.
EN MI PAIS, ARGENTINA,SE VENDEN ANTIBIOTICOS EN LAS FARMACIAS SIN NINGUN TIPO DE CONTROL NI RECETAS.SOLO LO EXPENDE EL DESPACHANTE DE LA FARMACIA ANTE LA SOLA CONSULTA O PEDIDO DEL PACIENTE.EL ESTADO NO INTERVIENE PARA NADA.SEGURAMENTE DEBEMOS TENER UNA ALTA TASA DE RESISTENCIA BACTERIANA POR TAL MOTIVO.
Gracias Amalia por tan magnifico artículo. Un campanazo de alerta al uso indiscriminado de antibióticos que estamos haciendo. Vemos muchas veces que por un catarro insignificante ya administramos un anitibiotico o los antibióticos preventivos que hacemos posterior a pequeñas cirugias de consultorio