La investigación científica nos ofrece a diario nuevas rutas para avanzar en el conocimiento de las enfermedades e incluso las maneras de prevenirlas, que es siempre la mejor y menos costosa de las estrategias a seguir.
Pero no hay nada que desafíe más la imaginación que lo relacionado con enlentecer el envejecimiento. Sabemos, por experiencia, que no todas las personas envejecen de igual manera, atenidas exclusivamente al factor tiempo, y que coexisten, por así decirlo, un reloj “cronológico” y otro “biológico”.
Se sabe que el tabaco, el exceso de alcohol, el estrés físico o mental, la ingesta de alimentos poco saludables, la falta de ejercicio físico, la obesidad, la exposición excesiva al sol, las enfermedades como la diabetes y otros muchos factores externos pueden acelerar el proceso de envejecimiento.
En una sociedad que, gracias entre otros a los avances en higiene y medicina, envejece a ojos vista, el interés por todo lo que se relacione con el enlentecimiento de la vejez cobra importancia a diario, ya que representa un mercado de elevado crecimiento y con potencial económico.
Desde los tiempos más remotos, la búsqueda del llamado “elixir de la juventud” ha sido una quimera inalcanzable y en tiempos más recientes ofertas rejuvenecedoras tales como las de inyecciones de células de oveja en Suiza y toda una gigantesca industria de cremas y potingues ha florecido, la mayor parte sin una base científica probada.
Pero paralelamente la investigación científica ha hecho descubrimientos trascendentales en el sector y sin duda los más importantes giran alrededor de los telómeros y la enzima denominada telomerasa.
Los telómeros, como su nombre indica, son los extremos de los cromosomas. Son secciones de ADN no codificante que, además de proteger la estabilidad estructural de los cromosomas, determinan la división celular y el tiempo de vida de las células.
A los telómeros se los describe comparativamente como el equivalente de las puntas de las trenzas de los zapatos, esa terminación de plástico o metal que impide que el tejido de las mismas se deshilache.
Se sabe que con la edad los telómeros disminuyen de tamaño. Esa reducción puede ser genética o ambiental. Por ejemplo se ha encontrado que los pacientes con Sida tienen telómeros más cortos de lo que supondríamos por su edad. Hay varias enfermedades degenerativas de la tercera edad donde los telómeros cortos juegan un papel crítico, la más importante, entre ellas, es la fibrosis pulmonar, cuya causa se desconoce y para la cual no disponemos de tratamiento efectivo.
Los telómeros fueron descubiertos por el genetista estadounidense Hermann Joseph Muller en la década de los años 30 del siglo pasado, galardonado en 1946 con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
Recientemente, el personaje central de este progreso es la bióloga molecular estadounidense Carol Greider directora del Instituto de Ciencias Básicas Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, quien por sus trabajos sobre los telómeros y la enzima telomerasa recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina correspondiente al año 2009 (conjuntamente con Elizabeth H. Blackburn y Jack W. Szostak).
La telomerasa permite el alargamiento de los telómeros, recargándolos después de cada división celular. Las implicaciones son numerosas, pero se destaca lo que se refiere al cáncer. Sabemos que una célula cancerosa se multiplica muchas más veces de lo que debería. La gran mayoría de los pacientes con cáncer tienen un aumento de la enzima telomerasa, por ello si pudiésemos bloquear su producción tal vez sería posible detener la enfermedad.
La exacta medición de los telómeros puede darnos valiosa información sobre la esperanza de vida de un determinado individuo, ya que su extensión va disminuyendo con el número de divisiones de la célula a medida que pasan los años.
Es interesante señalar que una muy distinguida investigadora española, la doctora María Blasco, quien trabajó durante años con la doctora Greider, y es actualmente directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) en Madrid, ha fundado la empresa de biotecnología Life Length, bajo licencia cedida por el CNIO, para explotar comercialmente la tecnología que permite determinar la longitud exacta de los telómeros, con todas las implicaciones que ello conlleva. Dicha empresa ya está prestando servicios a nivel internacional, aparentemente con mucho éxito.
Quedan abiertas muchas interrogantes éticas, entre ellas, si realmente queremos saber el momento aproximado de nuestra muerte. Pero presumiblemente este tipo de información va a tener también un valor predictivo que nos permita tomar medidas efectivas para prolongar la vida.
En definitiva, son muchas las promesas de esta nueva tecnología y con toda probabilidad algunas de ellas se cumplirán con resultados positivos para la salud de los seres humanos.
Dr. Francisco Kerdel Vegas
Muy interesante reseña. Nosotros con colaboradores españoles estamos estudiando desde el 2009 los telómeros y la telomerasa en el Sindrome de Kindler. Aparece un acortamiento significativo y esperamos mas datos para ver su utilidad en estudio de senectud celular. esperamos en poco tiempo dar mas informes al respecto.