Recuerdos de mis maestros exiliados españoles.
Sin duda mi generación fue la beneficiaria directa de la emigración intelectual española republicana a Venezuela, a partir del inicio de la guerra civil en 1936. Durante el bachillerato en el Liceo Andrés Bello tuve como profesores a dos catalanes, Marcial Pascuchi (en castellano y literatura) y a Domingo Casanova (en psicología y filosofía) y en los estudios médicos al ilustre investigador don Augusto Pi Suñer, Jefe de la Cátedra de Fisiología. Me familiaricé con las técnicas de laboratorio clínico (privadamente) de la mano del Dr. José Espín en el Laboratorio de los Dres. Vegas, Fernández y Machado (de la Policlínica Caracas, de Velázquez a Santa Rosalía). El Dr. Espín había sido la mano derecha del Catedrático de Fisiología de la Universidad de Madrid, Dr. Juan Negrín, tanto así, que cuando Negrín se convirtió, durante la guerra, en jefe del gobierno republicano y decidió enviar las reservas de oro de España a la Unión Soviética, escogió a Espín para encargarlo de la delicada empresa.
Recuerdo las importantes contribuciones de grandes médicos españoles como fueron José Sánchez Covisa (dermatología y sifilología), Manuel Corrachán (cirugía), Ortega (psiquiatría) y otros que llegaron muy jóvenes a nuestras tierras, pero hicieron carrera y obra entre nosotros, como es el caso del Dr. José María Bengoa (nutrición).
Anecdóticamente les cuento (y me lo contó mi tío, Martin Vegas) que un buen día un paciente español a quien examinaba en ese momento el Dr. Martín Vegas en su consultorio de la Policlínica Caracas, le pregunta que si está enterado que el profesor Sánchez Covisa estaba en Caracas con su familia en una modesta pensión (por cierto vecina a la Policlínica) muy deprimido por su difícil situación económica, el Dr. Vegas interrumpió la consulta, diciéndole a la enfermera que había surgido una emergencia y que regresaría lo más pronto que pudiese a ver el resto de sus pacientes; se trasladó a la pensión y pidió ver al profesor Sánchez Covisa (a quien no conocía personalmente hasta ese momento), y de inmediato lo nombró su adjunto en la Divisiön de Enfermedades Venéreas del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y lo hizo su socio en la consulta privada.
El éxodo de médicos (Publicado en Bitacora medica www.bitacoramedica.com)
Uno de los recursos humanos que toma más tiempo en formar y que exige una costosa infraestructura es el médico. De allí que en las ya numerosas universidades privadas de Venezuela, a pesar de todas las nobles intenciones, cada vez que se ha intentado establecer una facultad de medicina, las autoridades al tomar conciencia de la magnitud del compromiso financiero, se hayan echado atrás y este tipo de iniciativas jamás haya prosperado. Ello significa que la casi totalidad de los médicos venezolanos, que ya deben ser cerca de 60.000, se han formado en las universidades nacionales a un elevado costo totalmente absorbido por el Estado.
Hay acuerdo unánime de que la inmigración de médicos bien formados representa un pingüe negocio para el país receptor y una sustancial pérdida para el donante, de allí la importancia de mantener incentivos sustanciales para evitar este negativo fenómeno, algo que ha venido ocurriendo en aumento y de manera contínua en los últimos trece años.
Desconozco la existencia de algún trabajo actualizado sobre el costo de la formación de un médico en Venezuela, pero en España, hace ya un año, se estimaba en 200.000 euros (aproximadamente unos 270.000 dólares, o sea unos 2.300.000 bolívares fuertes), de modo que podríamos pensar que éste es un valor estandar internacional. No sabemos exactamente cuántos médicos han emigrado (principalmente a España, Australia, Estados Unidos y Canadá), aunque la Federación Médica Venezolana estimaba hace tres años que unos dos mil médicos habían viajado hacia esos países, lo que significa una pérdida para Venezuela montante en la apreciable cantidad de 4.600 millones de bolívares fuertes. Se piensa que en la actualidad, ese número de médicos que han emigrado, podría llegar a cuatro mil, o sea que la cifra se duplicaría. Por otra parte, la tendencia persiste y crece, ya que en una encuesta reciente realizada entre los estudiantes de medicina de quinto y sexto año de la carrera, la mitad de ellos señaló el deseo de radicarse y ejercer en el exterior.
Es interesante destacar que en España -el principal destino de nuestros médicos-, se les ofrece trabajo atractivo a nuestros galenos, porque allá han sufrido a su vez una migración de unos 15.000 médicos y enfermeras en la última década, principalmente hacia el Reino Unido y Portugal donde les ofrecen mejores condiciones de trabajo.
Esto refleja claramente la dimensión de la tragedia y lo subvaluados que están nuestros profesionales médicos en su propio país, cuando podemos contribuir sustancialmente a resolver el problema del recurso humano de salud de España, que a su vez adolece de ese grave problema, ocasionado por un considerable desnivel de las remuneraciones que allí reciben en comparación con otros países de la Comunidad Europea. En otras palabras nuestros médicos están tan mal pagados que encuentran atractivas las condiciones ofrecidas por España, que como se ha visto no son las mejores, internacionalmente hablando, y que han determinado esa emigración a otros países.
Numerosas y bien fundadas son las razones por las cuales nuestros médicos toman esa dura decisión de abandonar su país natal, y sería muy simplista atribuirlo exclusivamente a razones de carácter económico. Se trata con toda probabilidad de una combinación de factores, entre los cuales la inseguridad y la violencia que nos azotan deben estar a la cabeza, influyendo también la percepción colectiva de pérdida del antiguo prestigio profesional, la erosión progresiva de las condiciones laborales, el deterioro de los hospitales, la falta de insumos en los mismos (equipos y medicamentos), así como el maltrato reiterado de las autoridades.
La solución a todos estos males no está ciertamente en formar un recurso humano paralelo en menor tiempo y a menor costo, ya que lo que está en juego es la salud y posiblemente la vida del enfermo, de allí que sea poco recomendable tratar de hacer ahorros en cuanto a la calidad de la formación del médico se refiere, y habría que repensar muy bien la creación de una serie de estímulos de diversa índole para detener esa “hemorragia” migratoria, que amenaza dejar exangüe al país de uno de sus recursos humanos mejor formados e indispensables para su futuro desarrollo.
Dr. Francisco Kerdel Vegas