Recomendación de Bitacora medica «Morir joven, a los 140: El papel de los telómeros en el envejecimiento y la historia de cómo trabajan los científicos para conseguir que vivamos más y mejor (Spanish Edition)», de Maria A. Blasco, Mónica G. Salomone,.
«Él y sus colegas han sido testigos de cómo la gerontología y la geriatría, áreas hasta hace poco marginales tanto de la medicina como de la investigación biomédica, se ponían de moda y, además, se enriquecían con enfoques distintos al tradicional. Muchos de los que conforman esta nueva ola de investigadores llegados al universo del envejecimiento proceden de la biología molecular, y estudian el fenómeno desde dentro, buscando en las células el equivalente bioquímico de la pérdida de vigor vital. Es muy interesante que científicos de muy alto nivel, procedentes de la investigación básica, se interesen ahora por el envejecimiento. Sólo que cuando uno trabaja con seres humanos esto no es investigación básica, no estamos hablando de experimentos en que controlas todas las variables. No es lo mismo. ¿Quiere decir que no tiene sentido investigar los mecanismos básicos del envejecimiento? No, no me entienda mal. Es magnífico que el envejecimiento se haya convertido en un tema central de la biología. Es magnífico que investigadores de primerísima fila se ocupen de esto, porque lo que encuentren será muy útil para entender los mecanismos de la pérdida de función. Y eventualmente para prevenirla. Pero eso que dicen de que el envejecimiento se puede curar es un grave error conceptual. El envejecimiento es una etapa de la vida, sin más. Se puede decir lo que se quiera, prometer lo que se quiera, pero el hecho es que a partir de cierta edad vamos para abajo. Y vamos para abajo. Podrá modificarse la velocidad con que caemos, pero caemos dice. Entonces, ¿no se puede hacer nada contra el envejecimiento? Lo que quiero decir es que el envejecimiento no se cura. Pero claro que sí se pueden hacer cosas. Muchas. Sí se puede evitar la pérdida de función, y debemos concentrarnos en ello. Hoy sabemos que la pérdida de función no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. Lo que ocurre es que sabemos aún muy poco sobre
l»La clave está en que la telomerasa interfiere con una especie de reloj biológico que marca el envejecimiento de la célula. Cada vez que las células se dividen deben duplicar su material genético, el ADN, empaquetado en los cromosomas. Pero el propio modo de funcionamiento del mecanismo de réplica impide que el extremo de cada cromosoma sea copiado hasta el final y, como consecuencia, en cada división el cromosoma se vuelve más corto. Lo que se acorta, específicamente, es una estructura de ADN y proteínas llamada telómero, un capuchón protector que constituye el extremo de cada cromosoma. Cuantas más divisiones celulares, más corto el telómero… y más vieja la célula. El acortamiento de los telómeros da una medida del número de veces que se ha dividido la célula y de su edad.»
o que condiciona el deterioro de la función, y ésa debería ser, desde el punto de vista social, médico y científico, la prioridad absoluta. Desentrañar los mecanismos del deterioro funcional.»
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Recomendación de Bitacora medica «The Gene: An Intimate History», de Siddhartha Mukherjee,.
«But the most crucial parallel between the three ideas, by far, is conceptual: each represents the irreducible unit—the building block, the basic organizational unit—of a larger whole: the atom, of matter; the byte (or “bit”), of digitized information; the gene, of heredity and biological information. I Why does this property—being the least divisible unit of a larger form—imbue these particular ideas with such potency and force? The simple answer is that matter, information, and biology are inherently hierarchically organized: understanding that smallest part is crucial to understanding the whole.»
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