El enorme desarrollo de la industria farmacéutica ha necesitado siempre de una íntima relación de trabajo con la clase médica, especialmente con los docentes universitarios, es decir, con el llamado sector académico de la profesión, en relación con la evaluación de la efectividad de nuevos fármacos.
Dada la magnitud de los negocios de la industria farmacéutica y de los costos involucrados en desarrollar una nueva droga (estimados entre 300 y 600 millones de dólares), incluyendo los ensayos terapéuticos en pruebas clínicas, es fácil colegir las significativas cantidades invertidas en este segmento tan importante en la futura comercialización de un nuevo medicamento. La aprobación eventual de las autoridades sanitarias depende en buena parte de esas evaluaciones, de la metodología utilizada, así como de la seriedad y buena reputación de los médicos que han llevado a cabo la evaluación y de las instituciones para las que trabajan. En los Estados Unidos se estima que por cada día de retardo en la aprobación de la "Food and Drug Administration" (FDA), el fabricante pierde en promedio 1,3 millones de dólares.
La dependencia financiera de este tipo de estudios en la largueza y los intereses muy bien definidos de la industria farmacéutica son bien conocidos y se estima que el 70% de los fondos utilizados en ensayos clínicos de medicamentos proviene de dicha industria.
Son numerosas las publicaciones sobre trabajos sin mérito en este sector, y lo que es peor aún, mal conducidos o con información amañada, con el objeto de promover indebidamente algún producto farmacéutico.
Es un área que debe ser continuamente monitoreada por el gremio médico para evitar excesos, abusos y desviaciones, en un campo donde existen evidentes incentivos económicos que pueden generar una amplia gama de actos en esencia corruptos.
Se han cuestionado seriamente los fundamentos éticos de las pruebas clínicas con placebos como control, aludiendo para ello una interpretación de la declaración de Helsinki, de donde se puede inferir que la pruebas con placebos como control faltan a la ética, cuando afirma: "En cualquier estudio médico, todos los pacientes -incluyendo aquellos de un grupo de control-, deben tener la seguridad del mejor método diagnóstico y terapéutico probados".
Cuando llevamos a cabo uno de estos ensayos sabemos a priori que la mitad de los casos tratados (aunque deliberadamente no podamos identificarlos con certeza) está recibiendo un placebo (sin valor terapéutico alguno) y por lo tanto dejando de ser tratado con un fármaco que pueda curar o mejorar su dolencia, un problema de orden ético insoluble y que ha sido cuestionado con argumentos de peso, por cuanto "no hay ninguna circunstancia bajo la cual un tratamiento efectivo pueda ser retenido".
Hay quienes piensan que los ensayos controlados con placebos son innecesarios, puesto que tan sólo prueban diferencias significantes con el placebo y no hay mejorías sobre la línea basal.
Las relaciones entre la industria farmacéutica (e incluso con los fabricantes de equipos médicos y hospitalarios) y los médicos son esenciales para el progreso de la medicina, pero pueden generar conflictos de interés y deben ser manejadas con integridad y transparencia.
A título anecdótico y personal recuerdo la visita como paciente de un alto ejecutivo de la industria farmacéutica de Venezuela, que teniendo cierto grado de confianza me expresó sus quejas del gremio médico, que proponía y a veces hasta exigía, aparte de las consabidas contribuciones para congresos, jornadas y demás eventos de carácter educacional, fondos para construir instalaciones deportivas en las sedes de los Colegios Médicos a nivel nacional. Me le quedé viendo fijamente y le contesté: "Aparte de esos donativos para reuniones científicas, en las cuales ustedes tienen un manifiesto interés, para dar a conocer vuestros productos, dime en verdad, ¿;qué han hecho ustedes por el progreso científico de la medicina en Venezuela?" De esta conversación salió la iniciativa de la Fundación Vargas, que tuvo un papel importante en el apoyo a la investigación clínica, y que desapareció más tarde, sin razones válidas, para correr la suerte de aquellas instituciones que mueren por desgaste o anacronismo