En un sábado invernal, el techo de la Academia de los Rabinos Shemaia y Avtalion, se vió obscurecido. Averiguaron y notaron sobre el techo una figura yacente ya inconsciente por el frío. Sacaron el cuerpo lo llevaron al interior y lograron que despertase.
La figura era la del después Gran Rabino Hillel. No podía pagar la modesta tarifa de estudiante y acostumbraba a observar las clases desde el tragaluz. Esta vez se heló.
Los maestros decidieron su admisión gratuita a la escuela y establecieron el principio que para salvar una vida en riesgo es permisible romper la santidad del shabbat.
Hillel venía de Babilonia. Llegó a ser uno de los más grandes rabinos y maestros de todos los tiempos. Con el correr de los años entabló polémicas cordiales con otro gran jefe de escuela , Shammai.
Hillel representó la faz cordial y generosa del judaísmo. Shammai la del judaísmo formal y exigente en el fondo y en la forma.
Las dos caras eran complementarias, la una no se hubiera podido mantener sin la otra. Los puntos fundamentales eran y son que el ser humano es regido por la ética y la religión y no sólo por obediencia a los preceptos divinos. También porque las reglas justas, debidamente comprendidas y asimiladas son imprescindibles para la convivencia humana bajo el cobijo de cualquier religión o filosofía.-
Mauricio Goihman