El delgado hilo en que transita la democracia


Modest Cuixart
Título: L’Equilibrista
Técnica: Acrílico; Medidas:32,5 x 48,5 cms.;

Etimológicamente democracia proviene de los vocablos griegos demos, pueblo y kratos, autoridad o gobierno, es decir, parafraseando a Abraham Lincoln en el campo de batalla de Gettysburg: "…el gobierno del pueblo, por el pueblo , para el pueblo", donde la lex majoris partis ( ley de la mayoría) es la ley fundamental de la democracia, si ella se abandona lo que queda es la fuerza o despotismo militar, es decir la negación de la democracia.

Al adoptarse la decisión de la mayoría también se adopta a la minoría que le correspondera ejercer las funciones de crítica y control que le incumben a la oposición.

Una democracia que se precie como tal, tiene como instrumentos politicos y juridicos imprescindibles:

a)  El sufragio o voto popular a traves del que se expresa la voluntad del pueblo

b)  La constitución o cuerpo fundamental de leyes

c)  La división de poderes dentro del estado, es decir un estado no centralizado o signado por el autoritarismo despotico

d)  Adopción y vigencia de principios fundamentales ( garantías constitucionales)

Cuando en un estado se burlan esos principios o se manipulan para desvirtuarlos, utilizando clientelismo* o  violencia se pierde la democracia. Cuando no se ha aprendido a ganar y perder se esta deteriorando la buena preservación del orden democrático.

La oposición en democracia debe ser " heroica" frente al "despotismo" gubernamental, ya que si no es así es posible que detrás de aquel despotismo haya una oposición  menos heroica y si irresponsable.

  • Cliente (cliens): Durante el imperio romano se aplicaba al hombre libre o liberto que se ponía a disposicion de otro, llamado su patron. El cliente se comprometía moral y solemnemente a servir a los intereses y obedecer los deseos de su patrón, a cambio de diversos favores.

 

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Un comentario

  1. Acerca de la libertad y la igualdad en democracia.

    «No se trata de saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de saber que, sin la libertad, no realizaremos nada y perderemos a la vez la justicia futura y la belleza antigua» Albert Camus

    La democracia es el proyecto político que intenta hacer efectivas la igualdad y la libertad. El origen etimológico de la palabra democracia (demos: pueblo, kratos: poder) expresa su significado. La democracia es el poder del pueblo, es decir, aquella forma de gobernar en la cual es el pueblo quien gobierna. Pero, desde la antigüedad, también significa algo más, la democracia es el régimen de la libertad y de la igualdad de derechos entre los ciudadanos. Es decir, un régimen político donde, en principio, gobierna el pueblo pero no identificable con la dictadura de la mayoría, porque es el gobierno de la autolimitación, en el cual el ejercicio del poder debe respetar las libertades de todos, en el cual se contemplan tanto los derechos de las mayorías como los de las minorías. La democracia es un modo de relación social entre diferentes. Una sociedad de «idénticas» identidades no es posible; si lo fuera no cabría la democracia, que es el intercambio de individualidades y colectivos diferentes, que requieren vincularse, social y políticamente, a través de diferentes niveles de procesos deliberativos, basados en la libertad individual y colectiva, la tolerancia y la búsqueda de entendimiento y solución de intereses diversos o en conflicto.

    La democracia puede y debe ser algo más que una mera elección cada seis años, la intervención de los ciudadanos puede ser mayor y debe ir más allá. A pesar de que la visión política que hoy resulta tan desconcertante, la autocrítica nos dará una sana reflexión para el trabajo que nos espera, si es que realmente estamos comprometidos en lograr la construcción de una nación que nos restablezca la dignidad. Se hace menester una mirada distinta, menos compasiva y más real.

    Una democracia de ciudadanos libres y responsables necesita una participación en las tareas colectivas más completa y diversa. Del mismo modo, una democracia de ciudadanos libres y responsables tiene la finalidad de conseguir una sociedad capaz de garantizar a todos sus ciudadanos unos espacios mínimos vitales que aseguren las condiciones para su libre desarrollo personal. Sostiene el belga Philippe Van Parijs – catedrático de Harvard – «La izquierda no se distingue de la derecha por aceptar el sacrificio de la libertad en pro de la igualdad. En todo caso, debemos maximizar la libertad real de aquellos que no la poseen.» Admite que la lucha contra los privilegios es esencial para la izquierda y el socialismo, pero hasta cierto grado. Hay un punto, asegura, a partir del cual la búsqueda de la igualdad es improductiva, no ayuda a los más pobres. En otras palabras, la reducción de los privilegios de los afortunados redunda en el bienestar de los desafortunados, pero más allá de un límite la relación se invierte y todos, afortunados y desafortunados, ven empeorada su situación, su «libertad real». De acuerdo con van Parijs algunos privilegios deben ser mantenidos, porque de otra manera menoscabaríamos la libertad real de los menos favorecidos y la libertad, a diferencia de la igualdad, no puede ser limitada. Asignar la prioridad a la igualdad y no a la libertad es ser socialistas, no de izquierdas. Por eso ser moderno y de izquierdas, asegura el profesor de Harvard, no equivale a ser socialista.

    Ernest Jünger, filósofo e historiador alemán cuenta una historia interesante que quizá sirva de orientación. Berlín, 1934. Un joven socialista ha sido acorralado en su domicilio por la policía de Hitler. Cerrada la huida, el joven defiende a tiros la inviolabilidad de su casa. La policía actuaba en nombre de un régimen que pretendía implantar un concepto germánico del derecho y las libertades. Sin embargo -precisa Jünger-, quien con los hechos estaba defendiendo un concepto germánico de las libertades era ese socialista, dispuesto a morir antes de que nadie -ni el Estado ni la ley- hollara su hogar sin su consentimiento, como los viejos germanos. Moraleja: una cosa es predicar derechos y otra, muy distinta, es dispensarlos. O más precisamente: hay un cierto tipo de libertades que no dispensa nadie, que residen dentro de uno, que siempre es preciso defender y, con frecuencia, hay que hacerlo contra los abanderados de la Libertad

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