Salvador Dalí: The Enigma of Desire: My Mother, My Mother, My Mother – L Enigma del Desiderio , 1929
¡El dermatólogo busca la sanación del cuerpo, mente y espíritu!
Deseo aprovechar esta feliz oportunidad que nos proporciona este Foro Internacional de la Dermatología Latinoamericana para hacer algunas consideraciones, probablemente coincidentes con las que ustedes se han venido haciendo acerca de la dermatología y en consecuencia de nuestra condición de médicos dermatólogos.
De más está decir, que éstas valoraciones vienen de una prolongada reflexión sobre la práctica clínica y la investigación de la enfermedad humana.
Por ejemplo, creo firmemente que la dermatología debe preservar la unidad del ser humano, y para lograrlo necesitamos retomar ideas esenciales que constantemente nos recuerdan la condición privilegiada de nosotros los humanos entre los otros seres vivos.
Esta ligera y breve referencia a la particularidad de lo humano, nos induciría a considerar que nada sustituye el valor que tiene la observación del médico al hombre enfermo, sin que medie nada, en ese primer momento, que no sea la búsqueda de la sanación. Esta idea que en mi caso ya es conclusión, la hago extensiva tanto en la práctica individual como en el campo de la salud pública. Se trata de someter a un examen crítico la aparatología excesiva en el diagnóstico y tratamiento del hombre enfermo o disconforme con su imagen, con el propósito de alternarla con un humanismo que jamás debería ser abandonado.
Estamos literalmente bombardeados, de una manera creciente, por una aparatología tecnológica que con frecuencia nos conduce a conductas mecánicas en la práctica dermatológica. Así, muchas veces nos convertimos, sin darnos cuenta, en un destinatario de ofertas tecnológicas a las que transferimos el privilegio de la determinación de algunos diagnósticos y conductas.
Vemos en forma desmedida la creciente preocupación de los colegas jóvenes y no tan jóvenes por adquirir sofisticados y caros aparatos con diferentes energías para reparar la piel enferma, o para devolverle a nuestros tegumentos la lozanía, belleza y juventud deseada, muchas veces con expectativas casi nunca conseguidas o pobremente logradas.
Desde otro punto de vista, no podemos menos que alegrarnos al constatar la creciente disponibilidad de recursos técnicos y farmacológicos que permiten descubrir oportunamente, en la mayor parte de los casos, los síntomas y signos de muchas enfermedades cutáneas y de esa manera intervenir más rápido y eficaz evitando el sufrimiento y logrando al final la sanación.
Lo que preconizamos es un equilibrio entre estas dos tendencias, el cual debe ser razonable y prioritario.
El hombre es un ser limitado y mortal. Por lo tanto, es preciso acercarse al enfermo con un sano realismo, evitando crear en el que sufre el espejismo de que la medicina es omnipotente. Hay límites que son humanamente insuperables; en estos casos, es necesario saber acoger con serenidad la propia condición humana, que el cristiano sabe leer a la luz de la voluntad divina. Ésta se manifiesta también en la muerte, meta natural del curso de la vida en la tierra. Educar a la gente para que la acepte serenamente forma también parte de nuestra visión como médicos.
Los Editores.
Me perdonan, pero no entendí nada!
Dr. José R. Sardi B.
Dermatólogo. Caracas.
Felicito a los editores por ésta excelente reflexión que hoy, como muchas veces, nos presentan en el Editorial de Piel-L Latinoamericana.La reflexión que hacen los editores se refiere a esa preocupación que hemos tenido muchos dermatólogos en la excesiva promoción de «tecnología superflua» que muchas veces nos conduce a un consumismo irracional y olvidados la observación integral del enfermos dermatológico.Camilo Andrés Pérez MariscalMédico DermatólogoPuerto Rico