DE CÓMO PANCHITO MANDEFUÁ FUE A CENAR CON EL NIÑO JESUS

Queridos dermatólogos de latinoamérica, la navidad es la llamada a la
alegría, el conciliar lo que soñamos con lo que podemos, con toda la esperanza
que vino a traernos el Niño Dios. Pido para latinoamérica y para el mundo, PAZ.
Que dios nos conceda la capacidad de seguir derramando tantos talentos que
depositó en nosotros, para nuestro bien y el del prójimo. Tengo un viejito en el
cielo que siempre me decía que Dios no nos hizo ángeles sino humanos, y que
sólo portabamos una sola ala, y para pode volar era necesario agarrar de la mano
al de al lado y poder lograrlo. Entusiasmo y todo lo mejor para el nuevo año.
Los amo.
Raquel M Ramos M

A continuación: 

Cuento. José Rafael
Pocaterra.
Panchito
cenó con el Niño

Por
asociación de ideas y por esos deliciosos anacronismos de los Nacimientos, un
carrito último modelo estacionado junto al espejo roto que forma un lago, hace
recordar las ilusiones destrozadas con la vida de Panchito Mandefuá, aquel
muchachito 'de la calle' que creó la preocupación social de José Rafael
Pocaterra en un cuento antológico de los años veinte. Fue el 24 de diciembre de
1918 cuando en el vespertino Pitorreos que dirigían 'Job Pim' y 'Leo', el gran
prosista valenciano publicó De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús..,

pintura cabal de una época, una ciudad y un niño billetero que afrontaba la vida
como un hombre y exhaustivamente la disfrutaba en las funciones de
'cinematógrafo' del Gran Circo Metropolitano, 'chillando como un condenado
cuando la banda apresaba a Gamesson o advirtiéndole a un descuidado personaje
que por detrás le estaba apuntando un apache con una pistola, o que el leal
perro del comandante Patouche tenía un documento escondido en el collar'. En
cambio a Panchito, tan absorto iba, no lo advirtió nadie _¡ni él mismo!_ del
accidente que le quitaría la vida en un día de Nochebuena.

Nuestros cuentos construyen
subjetividades desde el momento en que plantean la búsqueda de identidades
colectivas (la noción de pueblo venezolano por ejemplo en los cuentos de
Urbaneja o Pocaterra) o individuales universales (Uslar, Balza, Garmendia…
Araujo). En ambos casos se establece tácitamente un ‘pacto ficcional' con
el autor, lo que Coleridge llamaba ‘la suspensión de la incredulidad'.
"El lector tiene que saber que lo que se cuenta es una historia imaginaria,
sin por ello pensar que el autor está diciendo una mentira
." (Eco
1997:85).

La fiesta y celebración de
la Noche
Buena (discurso primario) sirve al escritor venezolano
de ‘materia prima' para armar el nudo de la trama, invitando a saltar al
lector a través del tiempo, y a abandonar el presente narrativo para adentrarse
en otro segmento de pasado.

"A ti que esta
noche iras a sentarte a la mesa de los tuyos, rodeado de tus hijos, sanos y
gordos, al lado de tu mujer que se siente feliz de tenerte en casa para la cena
de Navidad; a ti que tendrás a las doce de esta noche un puesto en el banquete
familiar, y un pedazo de pastel y una hallaca y una copa de vino… A ti que
eres relativamente feliz durante la velada… Te dedico este cuento
de Navidad… De Panchito Mandefuá a quien el Niño Jesús invitó a Cenar…"
(Pocaterra 1972: 9).

La cena de noche buena, que es un
anticipo de la fiesta de Navidad del hijo de dios (según la religión cristiana)
es una forma conocida de sociabilidad moderna, una forma de sociabilidad que
tiene en casi todos los niveles sociales una ‘sociedad de pensamiento
común'
. Aunque se trata de una reunión informal (en el sentido de estatutos
y miembros definidos) es un germen de la sociedad, en él se reúnen las mismas
personas comunes (familiares y amigos), con una fecha común y con unos hábitos
más o menos comunes. En torno a esta celebración se reúnen personas afines, por
la amistad, la cultura y estatus social.

La polisemia del termino ‘cena de
noche buena o Navidad'
es pues considerable y nos remite a realidades muy
diferentes que hay que precisar en cada caso, pues a pesar de sus elementos
comunes, la práctica como actividad social y su relación con el resto de la
sociedad son diferentes.

Lo que diferencia uno de otro discurso no
es solamente su soporte (voz), ni su nivel de elaboración estética; si no el
hecho de que haya una institución, delimitada por una organización, una
jerarquía social, un espacio y un tiempo, que separa el verdadero sentido de la
celebración navideña de los acontecimientos sociales. Aparecen de esta manera
individuos desgajados de las preocupaciones de su patria y de la utilidad
común:

"A las once
salió del circo. Iba pensando en el menú: hallacas de a medio, un guarapo, café
con leche, tostadas de chicharrón y dos pavos rellenos de postre… Cruzaba
hacia San Pablo, un cornetazo brusco, un soplo poderoso y de Panchito Mandefuá
apenas quedó, contra la acera de la calzada, entre los rieles del eléctrico, un
harapo sangriento… Se arremolinó la gente, los gendarmes abriéndose paso…
¿;qué es? ¿;qué sucede?… ¡Nada hombre! Que un auto mató a un muchacho de la
calle… un granuja de esos… informó, indignado el dueño del auto que guiaba
un "Trueno"…" (Pocaterra 1972: 16).

Una fábula es un mundo posible: no hay
duda de que el sujeto de la enunciación está hablando de ‘hoy' de un
individuo que es el mismo de ‘ayer', y que está hablando de dos estados
del mismo mundo. No representa un estado de cosas, sino una secuencia de estados
de cosas. La celebración en el cuento venezolano plasma una organización social
que lleva consigo, aunque sólo sea implícitamente, un modelo de sociedad que
puede situarse en el presente o en el futuro y que puede ser una nostalgia como
un proyecto, o ambos a la vez.

Los Niños de la Calle

José Rafael Pocaterra, el de Memorias de
un venezolano de la decadencia, Vidas oscuras, Tierra del sol amada, La casa de
los Abila… bautizó con el nombre de Panchito Mandefuá al niño de la calle,
'granuja billetero, nacido de cualquiera con cualquiera en plena alcabala,
chiquillo astroso'.

Pocaterra hoy hubiera llamado a ese mismo
niño Panchito Pega Pega. Ese no tiene padre, no tiene madre, e igual que
Panchito, el original, inventa su propio apellido porque no sabe por qué vino al
mundo, ni a qué vino.

El niño de la calle, igual que ayer, va
calle arriba y calle abajo buscando el pan, robando, huyendo de la policía y
saliendo en la oscuridad como las ratas.

Panchito Mandefuá vendía billetes, ganaba
para ir al cine y comer frutas. En la noche de Navidad, cerca del Teatro
Municipal había vendido cinco números enteros y seis décimos. Había ganado
ochenta y seis centavos, la sola tarde después de haber corrido y
'chuchado'.

Panchito Mandefuá, sin papá ni mamá,
trabajaba, se divertía y vivía, pero el Panchito Pega Pega de hoy no trabaja, no
se divierte, no va al cine, no tiene novia… Panchito conoce a Margarita,
muchachita de la calle como él y la convierte en su protegida, el Panchito Pega
Pega de hoy desconoce estos sentimientos porque vive hundido en el mundo de la
droga, cargado de odios y rencores, con el cuerpo lleno de cicatrices, con un
punzón en el bolsillo y un paquete de billetes sucios apretados en la mano
izquierda, mostrándolos a los transeúntes, como un reto para que le den
algo.

Panchito Mandefuá se sentaba comiendo
maní en el viejo Metropolitano a ver las películas de detectives. Panchito Pega
Pega fabrica sus propias películas.

Se acerca a los automóviles, ataca a los
transeúntes, raya los vehículos cuando no le dan plata y luego, se queda en la
calle tirado sobre la acera, o en la 'isla' de la avenida céntrica durmiendo o
haciéndose el dormido. El medio cuerpo desnudo, el pantalón roto y sucio, los
ojos vidriosos.

Panchito Mandefuá vivía feliz dentro de
su pobreza. Iba al circo y al cine y se enamoró de Margarita, cuando a ella se
le cayó la bandeja de dulces y empezó a llorar porque la familia que 'la
recogió' la iba a castigar.

Panchito le compró a Margarita toda una
bandeja de dulces, para que no le pegaran en la casa. Y como todo un caballero llevó
él mismo la bandeja.
Cuando llegaron al zaguán ella le preguntó:

_¿;Cómo te pago yo? Panchito, se puso
colorado y según Pocaterra le dijo:

Si me das un beso.

_¡No, no, es malo!

_¿;Por qué?

_Gua, porque sí… Así lo cuenta José
Rafael y así fue. Le dieron el beso. Marchó contento. Pensaba en su cena:
hallaca de a medio, un guarapo, café con leche, tostada de chicharrón… Pero
cuando dentro de su mundo de sueños cruzaba hacia San Pablo, allí donde está el
Teatro Municipal, lo mató un carro.

Y el gran José Rafael Pocaterra termina
la historia con estas palabras: 'Y así fue a cenar en el Cielo, invitado por el
Niño Jesús esa Nochebuena, Panchito Mandefuá…'

Pocaterra hoy tendría que contar distinta
la vida de Panchito Pega Pega. No trabaja, roba, que es diferente. Si conoce a
Margarita, no la ayuda, termina de quitarle los dulces y la incorpora a su
grupo, para que como él se dedique al atraco y con otras niñas callejeras a la
prostitución.

Breve Reseña de Jose Rafael
Pocaterra:

Valencia,
Edo.Carabobo, Venezuela 18/12/1889 – Montreal, Canadá
18/04/1955.

Para Pocaterra, la
escuela es el punto de partida para la formación de una nueva generación de
hombres que pueda servir de puente entre la barbarie y la civilización.
Pocaterra entiende que la educación debe ser una prioridad para
todo pueblo que quiera alcanzar el progreso integral. No sólo como la base que
sostiene los pasos de una sociedad, sino también, como la recuperación posible
de la formación republicana.

Si hacemos
hincapié en su vida debemos concluir que fue creyente de la educación
autodidacta. El autodidactismo parece ser el puente que comunica a Pocaterra con
cualquier planteamiento sobre las carencias del sistema educativo. De hecho en
diferentes oportunidades hace burla de aquellos que recibiendo una educación
formal, los pocos que podían acceder a ella, no cumplían con la sagrada misión
de llevar esa formación a otros más necesitados; y que por el contrario se
transformaban en mujiquitas del gobierno de turno:

"Así que su
educación fue esa mezcla de vagabundería y sentimentalismo, base de la educación
venezolana, terreno magnífico para los productos que hoy colman el comercio, las
universidades y las oficinas; especie de epicenos capaces de todo lo malo y lo
bueno, juventud sin fisonomía, con ambiciones ineducadas, que se emborracha a
los doce años y padece de sífilis a los catorce, casi siempre servil, ahogada de
compromisos por una magnificencia cursi, primer paso a los futuros expoliadores
de la política si la suerte los lleva a lomos, o a los policastros de aldea que
pululan en los tribunales, de muy mala conducta, pero con muy buen corazón"
(Política feminista. Pag 41).

Para Pocaterra era
más valioso en el orden del crecimiento de una república aquellos que se
preparan para la vida, y no aquellos que luchan desde las academias para luego
terminar calentando el sillón de la injusticia a la que cierran los ojos para
mantener estómagos y carteras llenas. Toda reforma educativa debía partir,
entonces, de la utilidad de los conocimientos adquiridos, y de la masificación
de la instrucción a todas las clases sociales.

Esta relación
metafórica entre la mujer mártir y la patria se repite una y otra vez en la obra
de Pocaterra. Poco se conoce que detrás de su apariencia adusta y de su pluma
ácida y demoledora, se esconde un hombre con un particular culto al amor
familiar, especialmente a la
mujer. En un largo poema llamado Valencia, la de Venezuela,
Pocaterra culmina sus líneas de la siguiente manera: "Madre eres tú: pariste a
Venezuela" (Valencia, la de Venezuela. Pag. 38).

Entre los motivos
de mujer mártir en la obra de Pocaterra destaca el de la muchacha seducida por
el conquistador de turno que luego la abandona, ante lo cual ella adquiere
dignidad y fortaleza. Los personajes femeninos ante la adversidad son los únicos
que sostienen los valores importantes de la sociedad, en contraposición de los
personajes masculinos, ávidos de riquezas fáciles y sin ningún sentido de la
tradición nacional.

A pesar de la
dureza de la pluma de Pocaterra, éste brinda unos conceptos generosos sobre
la mujer. En
ellas el escritor reconoce su sensibilidad ante la injusticia humana. Es la
mujer la que se transforma en elemento disociador en el género humano. De hecho,
su pluma abre paso en el corazón de la mujer simple y sencilla del pueblo, la
que hace heroína de sus textos en detrimento de la mujer de clase alta que acusa
de estúpida, atrasada, laxa, mustia, sin color alguno de
sensibilidad:

"La enfermedad
no nace en el hogar, como alguien dijo; no-es una injusticia que se comete
contra la mujer venezolana, que hoy por hoy, vale mucho más que el hombre, en
preparación para la lucha de la vida, las de la clase media; en resignación y
firmeza doméstica, la del pueblo" (Memorias. T II. Pag 25)

Se trata una vez
más de la oposición antes señalada entre Sociedad y Pueblo, ahora representada
por la mujer.
La mujer de clase alta es muchas veces cómplice de los males
que sacuden la salud de la República. Una complicidad
fundada en la corrupción del amor a través de la infidelidad en un matrimonio
compuesto por un marido machista y por una mujer imbécil que es subyugada por su
fragilidad intelectual.

"No se debe
observar esas boquitas pintadas de la ciudad, muñecas con un mal mecanismo
sexual que se ignoran como mujeres y casi nunca llegan a la maternidad sino por
el medio de la concepción y de la expulsión: no pueden dar una educación moral
cuando no poseen ninguna y viven, si ricas, inútiles, lánguidas, devorando
noveluchas francesas o yendo al cine americano" (Memorias. T II. Pag
25)

La mujer pobre, la
de la lucha diaria, la que hace de la cotidianidad un duro batallar por la
dignidad de su familia, en ella siembra Pocaterra la semilla del hilo dorado de
las tradiciones y la formación de los hogares:

"Y es la mujer
a quien puede confiarse y en quien debe confiarse esta tarea: es la enseñanza de
las viejas virtudes, caseras, criollas, hoy convertidas, por arte de
birlibirloque, en un arribismo desaforado" (Memorias T. II Pag
25)

Pocaterra
defiende esta mujer por encima del hombre, ya que como asegura, la mujer
responderá con nuevos hombres útiles al país, y no mamarrachos serviles al poder
de turno:

"La mujer de mi
país, hoy, significa mucho más que su compañero; y sólo en ella aún resta la
esperanza de una generación futura, no esta del "fox-trot" y de la torería del
general Vicentico, partida de muchachejos desconceptuados, adulones y vacuos,
sino otra que suma resueltamente el cometido de una renovación nacional y se
resuelva a demoler los ídolos de ayer, los de hoy y los que quieran erguirse
mañana" (Memorias T. II. Pag 25)

Como muchos
autores de la época, José Rafael Pocaterra asumió una crítica visión histórica
en su obra. Muchas de sus novelas enmarcan problemas específicos de la realidad
del período gomecista, a la que describe con pluma aguda y punzante. Pero
Pocaterra construye desde esta realidad venezolana, que lo angustia y lo
subyuga, otra realidad. Es la construcción de otra historia, aquella que revela
las incertidumbres del poeta, del creador. Por ello va tras las huellas de
la otra
Venezuela escondida en su escritura. Una Venezuela con
posibilidades. Una Venezuela ficcionada. Esta historia ficcionada es el fermento
de lo que trascenderá como literatura realista, ya que expresa la realidad desde
su verosimilitud. Probablemente, Pocaterra construye otra Venezuela, que más
allá de ser una mejor, es por lo menos la posible, la que germinará en sus
lectores.

Su tarea como
observador agudo que describe y presenta la radiografía de una país disgregado e
inerte, busca ante todo la reacción desde la sociedad misma, haciendo
oposiciones claras entre dos clases definidas una como garante de la tradición y
el logro honesto y la otra como la arribista y aduladora del caudillo de turno.
Firme creyente de la unión entre la visión y la acción, dedicó su vida a
conformar una obra que persigue despertar, dentro del seno mismo de la élite
capitalina, una inédita conciencia social a partir de la novedad, la honestidad
y la irreverencia, como lo prueba este pasaje sobre su labor periodística
juvenil:

"Caín se vendía en
Caracas; gozaba de mucha popularidad y fue la excepción de una época y es uno de
los mayores orgullos de mi vida: era algo puro, nuevo, fuerte, sincero frente a
la ola politiquera y acomodaticia en que flotaban los "intelectuales" de
entonces…" (Memorias T.I. Pag.34)

Y es precisamente
la juventud, la sangre nueva, la que está llamada a tomar las riendas de un país
cansado de cometer los mismos errores. Para Pocaterra existe la necesidad de
convocar una nueva generación de venezolanos que no se queden cruzados de brazos
ante la entronización de un Estado conformista y autocomplaciente. Para ello
cita una y otra vez la gesta de una juventud que tan sólo buscando, descubre, y
persistiendo, escribe quizá la primera página de una historia diferente.

Acerca de Raquel Ramos

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