Tal como queda establecido en la 60a Paradoja, por razones de carácter económico y político (resultado de la importancia de los Estados Unidos como primera potencia mundial, unido al legado cultural de la vastedad geográfica del disuelto Imperio Británico), la penetración del inglés a nivel internacional no ha hecho sino aumentar en las últimas décadas, y ello se hace aún más manifiesto en lo que concierne a las ciencias y muy especialmente a la medicina.
A todo ello contribuye desde luego las existentes facilidades de transporte y comunicaciones que han hecho posible el penetrante y siempre creciente fenómeno de la gobalización.
Sin que exista una estrategia definida de imposición del inglés como lingua franca (equivalente de lo que fue el latín en el Imperio Romano primero y luego a lo largo de la Edad Media en toda Europa, como instrumento comunicacional), por razones eminentemente prácticas el inglés se ha convertido gtradualmente en el idioma internacional aceptado por todos. Su riqueza en vocabulario y su simplicidad gramatical facilitan su adopción (así como sus complejidades fonéticas lo dificultan). El idioma chino parece ser su único competidor serio, pero el hecho de que en la realidad esté constituido por una lengua, el mandarín, junto a varios dialectos ininteligibles entre sí por una parte, a que se escriba con un sistema tan complicado como son los ideogramas, y a que su uso esté concentrado en China, por la otra, hacen prever que será incapaz de reemplazar al inglés en un futuro previsible.
A título anecdótico recuerdo que en el Congreso Mundial de Dermatología en Berlin en 1987, los colegas alemanes escogieron el inglés para sus presentaciones (aún siendo el alemán una de las cuatro lenguas oficiales de la reunión, alegando para ello las dificultades e ineficiencias de las traducciones simultáneas en campo tan especializado), y el año 2002 en el subsiguiente Congreso en París, en todas las ceremonias de apertura y clausura del evento, no se pronunció otra palabra que no fuera en inglés (hasta los franceses han aceptado esa realidad del mundo contemporáneo y abandonado cualquier otra pretensión al efecto).
Todo ello no quiere decir que vamos a terminar tan sólo hablando inglés, sino que por razones prácticas, si queremos que nuestros trabajos y escritos sean escuchados y leídos, a nivel internacional, tenemos que hablar y escribir en inglés.
Curiosamente, simultáneamente cuando esa influencia del inglés se hace universal, el interés de los pueblos que lo hablan como lengua materna (especialmente en los Estados Unidos), por aprender otros idiomas ha aumentado. Así vemos que el porcentaje actual de personas bilingües en los Estados Unidos llega a un 43% en el grupo etario de los 18 a los 29 años, disminuye a 25% entre los 30 y49 años, y sigue disminuyendo con la edad [126], lo que revela claramente el interés de la juventud por aprender otras lenguas (el español en primer lugar).