Vincent Willem van Gogh (oriundo del pueblecito holandés de Groot-Zundert *30 de marzo de 1853 – † 29 de julio de 1890) fue un pintor holandés y figura destacada del Postimpresionismo. Llegó a pintar 900 cuadros (27 de ellos autorretratos), 1.600 dibujos y escribió 800 cartas, 650 de ellas a su hermano Theo, el único que le comprendía.
Autorretrato (1887).
Su nombre fue el mismo que sus padres le dieron a su hermano mayor, que murió un año antes de que él naciera, a los pocos meses de vida. El primer paisaje que vio fue el de la tumba de su hermano muerto. Fue muy temperamental desde su infancia y siempre buscó la muerte[sin referencias], pero a través de la vida. Empezó a aficionarse a la pintura desde la escuela, en donde no era buen estudiante; durante toda su vida se enorgulleció de ser un gran autodidacta. Pese a su dedicación a los dibujos, muchos maestros de este arte le dijeron que nunca iba a ser un pintor profesional porque no sabía pintar. Esto no lo rindió en su afición y trabajó con tres parientes suyos marchantes de arte en Londres. A su vuelta de Inglaterra se obsesionó con La Biblia y quiso hacerse teólogo y estudió para ello en la Universidad de Leiden. Para demostrar su profunda creencia en la religión cristiana pidió ser misionero en varias compañías, pero fue rechazado por no saber ni latín ni griego. Un dirigente se compadeció de él por su profundo fervor y lo mandó como misionero a las minas de Borinage, en Bélgica. Allí durante 22 meses dio todo lo que tenía a los mineros: ropa, dinero y comida, además de realizar sus primeras pinturas. Estuvo demasiado abstraído en la religión y muchos le llegaron a temer. Decía que estaba obligado a creer en Dios para poder soportar tantas desgracias.
En 1886 se mudó a París, para vivir junto a su hermano menor Theo Van Gogh, quien sería el soporte más fuerte de su vida y de sus aspiraciones artísticas. Se instalaron en Montmartre y empezó a codearse con los artistas de la época que allí se reunían creciendo como pintor y como ser humano. Conoció a Émile Bernard y a Henri de Toulouse-Lautrec, haciéndose gran amigo de ellos. Van Gogh como muchos pintores de la época admiraba el arte japonés-cífrense: Hokusai, Hiroshige, Utamaro…, prueba de ello son las réplicas que realizó de grabados japoneses y algunas pinturas suyas que reproducen pinturas de ese país a manera escenográfica.
Autorretrato dedicado a Gauguin.
En 1888 se instaló en Arlés al sur de Francia, con la intención de crear un taller de artistas en su casa, llamada la casa amarilla, el color favorito de Vincent. El único que atendió a su petición del taller fue Paul Gauguin, que se desplazó hasta allí. Vincent le hizo un cuadro de bienvenida, "La Habitación" y pasaron juntos una temporada, en la cual los desórdenes mentales de Vincent impidieron que la relación se mantuviera. En la tarde del 23 de Diciembre de 1888 Van Gogh y Paul Gauguin tuvieron un altercado en el cual se dijo que Van Gogh amenazó a Gauguin con una navaja. Más tarde esa noche Van Gogh volvió a la "Casa Amarilla" en Arles donde él vivía y se mutiló. Sosteniendo la navaja abierta en su mano derecha, rebanó su oreja derecha, comenzando arriba en la parte de atrás y descendiendo de forma que toda la parte inferior de la oreja fue cortada de un tajo. Esto dejó parte de la porción superior de la oreja asida como una horrible solapa de carne. Van Gogh luego envolvió la oreja en un paño y se las arregló para ir a su burdel favorito donde le presentó este "regalo" a una prostituta. Llamaron a la policía y Van Gogh fue posteriormente hospitalizado. El tejido dañado de la oreja fue puesto en un frasco con alcohol en caso que se necesitara como evidencia. Algunos meses después fue desechado.
Regresó a Arlés junto con un amigo para ir a su casa, en donde descubren que sus cuadros estaban cubiertos por el moho y rasgados por los envidiosos vecinos lo que provoca otra depresión en él. Los últimos años de Van Gogh estuvieron marcados por sus permanentes problemas mentales, que lo llevaron a ser recluido en sanatorios mentales de forma voluntaria. Pero, la estrecha relación con su hermano, quien sostenía a Vincent económicamente, lo alentaba moralmente. Su comportamiento agresivo y solitario lo hacen ser un paria de los diferentes sitios donde habita y lo hacen vivir una vida de frustraciones amorosas al ser rechazado por cada una de sus pretendidas.
En el sanatorio de Saint-Rémy-de-Provence le es habilitada una habitación para que siga pintando. Aquí empezó una frenética vida artística en donde se inspiró en Rembrandt. En mayo de 1890 un amigo de Theo, el Doctor Paul Gachet, le invita a que le haga diversas consultas y como Vincent no tiene dinero le paga con un retrato del doctor. Durante los últimos treinta meses de vida llegó a realizar 500 obras y en sus últimos 69 días firmó hasta 79 cuadros.
Finalmente, el 27 de julio sale a caminar por el campo, se dispara con un arma de fuego en el pecho y regresa a su habitación para morir dos días después, dejando inacabado el cuadro llamado "Trigal con Cuervos". Todos sus amigos acudieron a su pensión y Vincent no dejó de fumar en los dos días de agonía. En su entierro todos los que le conocían trajeron flores amarillas para su tumba. Antonin Artaud, con un extenso poema en prosa nos da la noción de la calidad de Van Gogh; bástenos leer algunos fragmentos de tal poema: "…Regreso al cuadro de los cuervos;¿;quién ha visto como, en ese cuadro, equivale la tierra al mar?(…)el mar es azul pero no de un azul de agua sino de pintura líquida(…)Van Gogh ha retornado los colores a la naturaleza, pero, a él, ¿;quién se los devolverá?(…)aquél que supo pintar tantos soles embriagados sobre tantas parvas sublevadas, el Café de Arlés, la recolección de las olivas, los aliscampos;…'El puente', sobre un agua en donde se tiene el irrefrenable deseo de hundir el dedo en un movimiento de regresión violenta a la infancia.
SUBLIME!
Dr. José R. Sardi B.
Dermatólogo. Caracas.
“Comentario sobre el Impresionismo Francés de finales de siglo XIX con particular énfasis en la pintura de Vicent van Gogh y su abundante correspondencia.”
El primero en utilizar el término “Impresionista” fue el conocido crítico de arte Charivary Louis Leroy en la muestra inaugurada en Abril de 1874, en el estudio del fotógrafo Nadar en París, en el Boulevard des Capulines, por algunos independientes entre los que figuraban: Monet, Pisarro, Rendir, Sisley, Cézanne y Degas.
Según algunos críticos, especialmente proveniente de la escuela italiana más informada y atenta a las cuestiones de método, no se conforman con la explicación óptica- naturalista, propuesta por los primeros estudiosos y simpatizantes de la “nouvelle peinture” como Duranty, y buscan definir el significado real y la validez crítica del término Impresionismo, ya de uso común. En otras palabras, esta corriente pictórica -El Impresionismo-, al afirmar su anticonformismo artístico y el propósito de abstenerse de la “grande peinture” de los salones oficiales, de temas históricos y anecdóticos aún de moda, no se preocuparon sin embargo por enunciar simultáneamente una poética común o un positivo programa de trabajo ni entre 1870 y 1880, época donde existió cierta identificación de inquietudes entre sus componentes, ni mucho menos luego, después de 1880, cuando la cohesión del grupo se fue aflojando y disolviendo por motivos de órden práctico, sobre todo por las distintas orientaciones que tomaron sus iniciadores.
Independientemente de la opinión que se tenga sobre el movimiento, es innegable su extraordinaria y fresquísima sensibilidad para el color y la luz por un inédito ritmo cromático-luminoso expresado mediante el uso exclusivo de tonos claros y puros, la reducción de las sombras mismas en colores (frecuentemente azul o violeta), la abolición del negro y de los tonos neutros. Este aspecto impacta a primera vista más que la concepción que se tiene del movimiento de práctica del “plein air”, o sea el pintar al aire libre.
A Vicent van Gogh, se le considera una figura destacada del Posimpresionismo, con una producción abrumadora tanto pictórica como literaria. Como muy bien lo señala Raquel en su interesante escrito, el famoso pintor holandés, legó a la humanidad en su corta existencia (37 años), unas 900 pinturas, 1.600 dibujos; escribió 800 cartas
(600 de ellas a su hermano Theo), para así convertirse sin proponérselo, en una revelación pictórico-literaria, la cual desarrolló a lo largo de casi dos decenios, obra literaria que ha merecido el elogio en el “Kindlers Literatur Lexikon” y ser calificada como “como una obra de arte linguística en si misma”.
“Tenemos que escribirnos con mucha frecuencia”, le decía Vincent van Gogh a su hermano Theo en 1872. “El escribir casi me resulta menos difícil que pintar mis cuadros. Cuando llevo algo al papel, necesito reflexionar mucho menos para sentirme satisfecho que cuando pretendo conseguir una plena satisfacción en la pintura. Nos pasamos la vida practicando el arte inconscientemente, preguntándonos cómo podemos expresar nuestros pensamientos con la ayuda de la palabra…Hay que escribir cartas a diario que exigen toda nuestra atención y de las cuales, a veces, puede depender nuestro destino. De ahí que un hombre importante siempre escriba bien, sobre todo cuando trata cosas que conoce bien. La estrecha relación entre pintura y literauraque en ocasiones proporciona descanso al artista o le incita a la autorreflexión, fue definida por Eugène Delacroix, el gran modelo de Vincent, en su diario. “Delante de mí veo una figura femenina echada con un vestido de lana negro; tengo la certeza de que si la hubieras tenido contigo algunos días, te habrías reconciliado con la técnica. Este comentario sobre un dibujo (carta 195) ¿acaso no sugiere la cercanía de una persona real ?- “Sobre los rojos tejados planea un bandada de palomas blancas entre las humeantes chimeneas negras y detrás la inmensidad del verde fino y suave, millas y millas de praderas llanas y un cielo gris- tan sereno, tan idílico como el de Corot y van Goyen (carta 219)”-Es la fiel impresión de encontrarnos ante un paisaje y no ante una pintura.
En la literatura de esa época Emile Zola, aprendió a mirar las cosas igual que un pintor gracias a la ayuda de los cuadros. Este autor influenció notablemente a Vicente van Gogh. Delacroix ya había subrayado la importancia de la carta, especialmente apropiada para acompañar el trabajo pictórico, para apreciarlo y comentarlo.
En otro orden de ideas, ningún otro pintor se ha entregado nunca a la pintura con más fanatismo, con mayor ímpetu autodestructor, con más amor, que aquel “loco holandés”, como lo menciona el brillante escritor Mario Vargas Llosa en su famosa novela “El Paraíso en la otra esquina”. Tanto Vicent van Gogh como Paul Gauguin, vivieron vidas sembradas por conflictos, incomprensiones, atormentadas por el hambre y las enfermedades, que condujeron al primero al suicidio y al segundo –el rebelde de Tahití- a morir con el organismo plagado de enfermedades, entre ellas sífilis y en condiciones realmente humillantes en las idílicas islas de los mares del Sur.
Ref.
1) Di G.A. Dell´Acqua. Gli Impressionisti Francesa. Instituto Italiano d´Arti
Grafiche. Bargamo. Italia, Copyright ©, 1960.
2) Walter IG, Metzger R. Vincent van Gogh. La obra completa-Pintura. Taschen, 2006
3) Mario Vargas Llosa. El Paraíso en la otra esquina. Ed. Grupo Antillana. México, 2002
Un saludo cordial
Dr. Guillermo Planas Girón
Dermatología-Dermatopatología
Caracas-Venezuela
Películas, libros… se ha dicho y escrito mucho sobre la amistad que unió a dos grandes maestros de la pintura de fin del siglo XIX. Van Gogh (Groot-Zundert, 1853 – Auvers, 1890) y Gauguin (París, 1848 – ?, 1903), dos genios, artísticos y de carácter, coincidieron en París en 1887, fraguándose una relación de amor – odio, que tuvo su fin en la dramática tarde del 23 de diciembre de 1888, cuando el pintor holandés en un arrebato de ira y rabia se cortó una oreja, ante la marcha del peruano.
Pero más allá del hecho no anecdótico, ya que supuso el principio de la crisis que llevaría al suicidio a Vincent en 1890, el periodo en que los creadores vivieron juntos en la casa amarilla de Arles, supuso una influencia fundamental en ambas trayectorias. A pesar de los diferentes referentes y estilos pictóricos, surge una mutua admiración cuando se conocen. Van Gogh se traslada meses después al sur de Francia, buscando nuevos paisajes y ambientes para un renacimiento del arte francés. Gauguin, enfermo y con problemas económicos, trabajaba en la Bretaña, y estando allí recibe la invitación de trasladarse a Arles, al nuevo «Taller del Sur». Con ciertas reticencias, y finalmente gracias a la promesa financiera de Theo Van Gogh, llega el 21 de octubre a casa de su amigo.En ella comparte, y surgen pinturas sublimes, como «El cuarto de Vincent en Arles» pintado por VIcent o «Vincent painting sunflowers» de Gauguin.
El epistolario entre Vincent y su hermano Theo ha sido recopilado y publicado. En él, conmueven siempre los pensamientos que acosaban a esta alma buena:
«He seguido reflexionando sobre el tema de nuestra conversación e involuntariamente he pensado en las palabras «somos lo que éramos ayer». Esto no significa que se deba marcar el paso y no tratar de desarrollarse, al contrario, hay una razón imperiosa para hacerlo y encontrarlo.
Pero para seguir fiel a esa palabra, no se puede retroceder, y cuando se ha empezado a considerar las cosas con una mirada libre y confiada no se puede volver atrás ni claudicar.
Los que decían: «Somos lo que éramos ayer», eran «hombres honrados», lo que resulta claramente de la constitución que han redactado, que subsistirá en todo tiempo y de la cual se ha podido decir que había sido escrita «con el rayo de lo alto» y «un dedo de fuego». Es bueno ser «hombre honrado» y tratar de serlo más y más, y se obra bien cuando se cree que es preciso, para ello, ser «hombre interior y espiritual».
Si se tuviera la convicción de pertenecer a esta categoría, se avanzaría por el camino con calma y confianza, sin dudar del buen resultado final. Había un hombre que un día entró en una iglesia y preguntó: «Es posible que mi fervor me haya engañado, que haya tomado el mal camino y que siga mal, ¡ay de mí! Si me librara de esta incertidumbre y si pudiera tener la firme convicción de que terminaré por tener éxito y vencer». Y una voz entonces le contesta: «Y si tuvieras la certidumbre, ¿qué harías? Haz como si estuvieras seguro y no serás confundido.» El hombre entonces continuó su camino, ya no incrédulo sino creyente, y continuó la obra sin dudar ni vacilar más. Por lo que respecta a ser «hombre interior y espiritual», ¿no se podría desarrollar este estado en uno mismo por el conocimiento de la historia en general y de personalidades determinadas de todos los tiempos en particular, desde la historia sagrada hasta la de la Revolución, y de la Odisea hasta los libros de Dickens y Michelet? ¿Y no se podría sacar alguna enseñanza de la obra de hombres como Rembrandt o de las Malas hierbas de Breton, o Las horas de la jornada de Millet, o la Benedicite de De Groux o Brion o El recluta de De Groux (o si no de Conscience) o los Grandes robles de Dupré, o los molinos y las llanuras de arena de Michel?
Hemos hablado mucho de lo que es nuestro deber y cómo podríamos llegar a algo bueno, y hemos llegado a la conclusión de que nuestro fin en primer término debe ser el de hallar un lugar determinado y un oficio al cual podamos consagrarnos enteramente.
Y creo que estábamos igualmente de acuerdo sobre este punto, que hay, sobre todo, que encarar el fin y que una victoria lograda después de toda una vida de trabajos y esfuerzos, vale más que una victoria lograda más temprano.»
Cartas a Théo: « El 29 de julio de 1890, en un campo de trigo de Auvers sur Oise, Van Gogh se disparó un tiro en el pecho; en uno de los bolsillos del cadáver figuraba, incompleta, la última carta a su hermano Théo. Las cartas de Vincent a Théo, escritas con asiduidad a lo largo de veinte años, constituyen simultáneamente una autobiografía y una confesión de estética. »
Querido Guillermo, el repasar tu escrito y los mios, me recuerda un poema:
FELICES LOS NORMALES
Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.