Día a día nos relacionamos, directa o indirectamente, con aspectos e instrumentos de la cultura que, aún sin ser de nuestro interés inmediato, se tornan muchas veces imprescindibles en el desarrollo y ejercicio de nuestros quehaceres y hasta incluso del mero existir.
A veces caemos en cuenta que, dirigir, aunque sea de un modo breve, la atención hacia esas cotidianas y silenciosas presencias, nos podría conducir a una insospechada riqueza de nociones que nunca estarán demás en el interminable proceso de formación, en este caso, del médico dermatólogo.
Concretamente me refiero a ese universal soporte de la realidad o también de lo imaginario como lo es la imagen, sustento vital de nuestra especialidad.
Basta con pensar en la pintura rupestre para darnos cuenta, por un lado de la data de este modo de representar «algo»; y por otra parte de la riqueza informativa que puede transportar o proyectar una imagen
Por ejemplo, podemos preguntarnos si acaso ha sido de poco valor documental lo que las pinturas (imágenes) rupestres le han venido transmitiendo al hombre moderno acerca de los primeros pasos del Homa sapiens. No ha sido acaso a través de estas representaciones y de otros datos de la arqueología, extraídos mayoritariamente de las huellas (imágenes) arqueológicas, que se ha logrado reconstruir aspectos claves de la existencia de nuestros primeros antepasados.
Pues bien, tenemos que admitir que el valor de representación de la imagen ha sido de tal jerarquía que, algunas de las más importantes disciplinas científicas de la contemporaneidad como lo son la Semiología y la Linguística, hasta donde muy modestamente he podido averiguar, la han venido asumiendo como un fundamental tema de reflexión por su importantísima presencia en fenómenos tan fundamentales para la vida en sociedad como lo es la comunicación.
Ahora bién, a través de las pinturas rupestres la Arqueología ha podido reconstruir aspectos muy importantes de la cultura del hombre primitivo y ello da pie para preguntarse, por ejemplo, qué tipo de imágenes, de acuerdo con los criterios semiológicos y linguísticos son aquellas.
Esta interrogante conduce a revisar los tipos de imágenes y con ellos sus aspectos distintivos. Como bién es sabido, estas pinturas representan, fundamentalmente, escenas de cacería de animales y con ello connotan un conjunto de datos que dan cuenta del nivel de desarrollo de esos sujetos; asimismo, estas imágenes, dan claves de la originaria e instintiva actitud humana de sobreponerse al animal y hasta de algunos aspectos de su conciencia mágica en la medida en que también se ha llegado a inferir que para aquellos primeros hombres consumir la carne del animal era asimismo dotarse de los poderes de ella.
Por supuesto, estas lecturas se derivan de la interpretación de sus elementos expresivos, es decir de su carácter figurativo cuando se aplican sobre ellos unos códigos de reconocimiento que no son más que instrumentos indagatorios que extraerán la verdad evidente y subyacente de la imagen.
De modo que la condición figurativa, iconizada, hablando semiológicamente, y de lo que la Linguística designa como lo «motivado» es lo que va a configurar el grado de analogía de la imagen con lo que ella pretende representar.
Son justamente estas condiciones, el punto de arranque de la Semiología y la Linguística para iniciar una interesantísima investigación sobre los tipos de imágenes; es decir, se admite universalmente que la analogía o la semejanza del signo (imagen) con lo que representa le da estatus de imagen, pero al mismo tiempo, y gracias a la investigación se evidencia que existe una gama de signos (imagénes) que sin estar dotados de figurativismo tienen función comunicadora; y por otra parte se concluye que la imagen no es un fenómeno meramente visual sino que en su interior pueden desenvolverse otros códigos que no pertenecen exclusivamente a lo visual.
De igual modo, también se establece que algunos signos (imagenes) pueden llegar a contener un figurativismo «arbitrario» no «motivado»; es decir no analógico ni dotado de semejanza con la significación que pretende proyectar y sin embargo tener valor de imágenes en la medida en que más que una figura, lo que representan es un modo lógico de organización de dicha figura.
De modo que la condición figurativa e iconozada, e incluso el carácter analógico o de semejanza con el objeto representado, no son los únicos elementos que conforman una imagen; incluso, otros signos con valor de imagen podrían estar desprovistos de estos elementos.
El médico dermatólogo es un captador de imágenes, es un enamorado, literalmente hablando, de la figura, contorno, formas, colores, textura y fondo; desde sus primeros pasos en esta disciplina, el bisoño dermatólogo anda con su cámara a la captura de la expresión de un cutis sano o enfermo que traduce el dolor de la enfermedad. Y, el no tan joven o con experiencia revisa cotidianamente en su base de datos figurativos la “imagen” que la compara con el caso del día en búsqueda de la nueva dolencia.
Loa grandes avances tecnológicos le ofrecen al médico, cada día, aparatos de complejo funcionamiento proporcionando nitidez y fidelidad, como un recurso vital en la interpretación de los acontecimientos que ocurren macroscópicamente y microscópicamente en este torbellinos de signos y síntomas que acompañan a la piel enferma, la delicada e inteligente interpretación de las imágenes, permiten a los médicos dermatólogos acercarnos más al verdadero diagnostico cuando examinamos detenidamente las mismas.
Los Editores
Felicito a los Editores y al amigo @0800jose por el nuevo formato del blog, EXCELENTE!!
Abrazos
Exelente editorial, les felicito por el nuevo formato del blog y que este año continuen los exitos. Un cordial saludo y mis respetos
Muchas gracias a los amigo Chassaigne y William Vaszque por sus comentarios.
Aprovechamos para invitarlos a participar.
Rolando Hernández Pérez
Excelente Editorial y Mancheta…año nuevo.piel nueva…y ojala otras cosas nuevas….que continuen los exitos!!