Discurso pronunciado por el Dr. José A. Corado R. en ocasión del Día del Médico, 10 de marzo de 2007

Dermatologia y Oratoria 

Quiero agradecer, en primer lugar a mi padre muerto y a mis  hermanos, al Dr. Guada Lacau, lamentablemente muerto, al Dr. Pepe López,  al Dr. Nelson Orta y mi estimada y siempre bien querida Dra. Sioly de Orta, al Dr. Antonio Eblen ilustre decano de la FCS y mejor amigo, a mi querido padrino Dr. Miguel Malpica, al Dr. Luis Enrique Torres Agudo obstetra de mis dos hijas, al Dr. Efraín Sukerman de las generaciones intermedias, pero no menos maestro). Les agradezco mucho haber influido positivamente en mi vida. 

Cuando acepté, de manera audaz, dirigirme a Uds. ésta noche, una especie de nubarrón nubló mi mente. Reconozco que agarré el camino fácil: el de plantear casi exclusivamente preguntas y, escogí un modelo sencillo. Lo aprendimos, al menos a identificarlo, en nuestra formación en la escuela secundaria: el de las ecuaciones. Ocurro pues, ante ustedes, determinado, vengo impregnado por el aroma de tres flores y un capullo, endulzado por la miel de tres reinas y un abejorro, encadenado por la pasión a mis amores: mis estudiantes, el salón, el laboratorio, el consultorio y la universidad y, estimulado por tres factores de una ecuación: el paciente, la medicina y el médico.

Deambulando por los pasillos del hospital, el joven médico cavilaba sobre su labor. Centenares de veces le sucedió aquello y siempre concluía en la "incomodidad" que sentía ejerciendo su profesión.  Esa profesión digna, magnífica…..la mejor de todas. Esa incomodidad lo llevó a perderse en sus metas, en su vocación, en sus más íntimos deseos. Había construido un modelo "teórico" de su actividad que, al confrontarlo con la realidad, había evidenciado un desacuerdo mayor, pues no había correspondencia entre lo que anidaba su espíritu y la realidad. Intuía que no podía haber mayor alegría que aquella producida por la correspondencia entre lo concebido y lo vivido. Para huir de ese reto escogió estudiar una realidad que, en lugar de ofrecer explicaciones, más bien lo exhortaba a plantearse preguntas  y, sobre todo, la mejor manera de responderlas. En el camino, retomó la senda inicial mucho más motivado en atender, lo mejor, posible a sus pacientes. Aunque parezca mentira, fue la simple lectura de múltiples ecuaciones incomprensibles lo que produjo aquel cambio. Fue la precisión de las mismas la que lo convenció que su labor de médico dependía de una ecuación donde él estaba incluido como factor, variable, complejo, inmanejable, incuantificable, a veces, e influíble por demasiados factores externos. Tres factores fundamentales, como dije antes,  tiene esa ecuación, y siempre surgen millones de preguntas cada vez que se intenta analizar cada uno de ellos y sus interrelaciones.

Partamos de lo que debería ser una certeza: Ellos tienen relaciones directas y positivas, quiero decir, que cuando uno o dos de ellos mejora el otro también lo hace. Si es al contrario, dicho factor empeora. No se concibe una relación inversa entre ellos por la simple razón que el resultado, la salud, derecho mayor, se vería sensiblemente afectado. Claro, siempre con el espíritu objetivo, adquirido con la lectura de tantas ecuaciones, si la confrontación del modelo con la realidad revela un desacuerdo mayor  no queda más remedio que plantearse alguna de las siguientes alternativas:

    a-   Se cometió un error en el planteamiento inicial

b-    Las hipótesis de inicio son incorrectas o demasiado simplificadoras

c-     Tengo ideas incoherentes sobre el problema planteado

d-    Un nuevo principio viene de ser descubierto y no me he dado cuenta

Como el problema es la salud y la ecuación o modelo para explicarla  comporta dos variables o factores casi incontrolables: la medicina y el médico, es probable que el joven médico, sujeto y objeto de observación a la vez, haya cometido un error en el planteamiento inicial. Analicemos cada uno de esos factores o variables para tratar de explicar el desacuerdo o "incomodidad".

Empecemos por la medicina. Esa bella dama cambiante, compleja, seductora, apasionante, pero también implacable por inaccesible y porque te confronta a aspectos humanos como la muerte, la sangre, la enfermedad, el sexo, la violencia que despiertan miedos, discriminaciones y otros sentimientos perniciosos que interfieren sensiblemente en su ejercicio, pero que también motivan  a realizar los actos más bellos del ser humano. O que extrae, en muchos de nosotros, los talentos más increíbles o las conductas más tiernas, generosas o solidarias que se puedan conocer. No creo, pues, mentir si digo que no hay profesión como ésta. No creo, pues, mentir si digo que exige, de quién la ejerce, sus mejores habilidades, sus mejores sentimientos, sus mejores inteligencias, sus mejores comportamientos, su mayor estabilidad y su mayor entrega. No creo exagerar, tampoco, si digo que cualquier falla de éste factor, siendo la relación tan estrecha con los otros dos, desataría consecuencias de orden catastrófico.  Sobre todo para el tercero  y más importante de los factores: el paciente. Debemos, pues,  hacer el análisis de cada factor suponiendo, inicialmente, que los otros dos se mantienen constantes o invariables, Setteris Paribus, dicen los expertos.

Dos revoluciones mayores han afectado a esta dama. La primera es la revolución terapéutica que comienza, con las sulfas, a finales de los años 30 del siglo pasado. Esta revolución cambia el destino del hombre. La expectativa de vida se eleva considerablemente. Sin embargo, ella es empírica como lo testimonia el descubrimiento de la penicilina, feliz alianza de genio y suerte. La segunda es mucho más racional. Se ubica desde el último tercio del siglo pasado hasta nuestros días. Es la revolución biológica. Se inició, así, lo que hoy llamamos patología molecular. Una primera constatación nos permite hacernos la siguiente pregunta, ¿;Estaremos viviendo en nuestro país las dos revoluciones al mismo tiempo? Tengo la impresión que hay regiones del mismo que apenas comienzan a recibir los beneficios de la primera revolución y otras que ya disfrutan los beneficios de la segunda. Segunda pregunta, ¿;Porqué no todos tienen igual acceso a la misma medicina?.

Segunda constatación: ésta bella dama puede hacer mal y, además, dejó de ser magia para convertirse en ciencia. Molière ya lo expresaba sarcásticamente, en el siglo XVII, en una  de sus grandes obras, el Enfermo Imaginario, "…..la mayoría de los hombres mueren de sus remedios y no de sus enfermedades….". Yo diría que, hoy día, los hombres (y las sociedades), pueden morir, mucho más, por su inevitable deseo de controlar a la naturaleza que por las enfermedades naturales que lo agobian. Ha alcanzado un poder tal, la medicina y la ciencia,  que se ha hecho necesario preveer las consecuencias de ese poder, medir ese poder, fortalecer sus aspectos positivos y disminuir los negativos. Toman mayor importancia tanto los principios como los comportamientos involucrados en el ejercicio de la medicina. Toma mayor importancia la interacción entre los otros dos factores de la ecuación (los que dijimos invariables de inicio): el médico y el paciente. Siempre escuchamos de nuestros maestros que la clave de la medicina es la relación médico-paciente. Surgen, pues, otras preguntas,¿;Tenemos consciencia plena de la importancia de renovar, mejorar, actualizar, evaluar, la relación médico-paciente?, ¿;Cómo influye el dinero, gobierno y sociedad en esa relación?. Me detengo aquí par reanalizar nuestro modelo, nuestra ecuación y, me doy cuenta, que he planteado mal el problema y, ya, algunas de las hipótesis son demasiado reductoras o erróneas. Dos en particular: la medicina siempre hace bien; la medicina es un saber y un hacer científico y objetivo. El hecho de que la revolución terapéutica concierne más bien al medicamento y a la ética de su aplicación, de la prevención de las enfermedades y de la investigación clínica y que la revolución biológica toca lo más profundo del ser humano y de la sociedad, ya que concierne el control de la reproducción,  de la herencia y del sistema nervioso, confirman ésta idea 

Pasemos igual, al segundo factor, el paciente, y resaltemos un punto clave. Con la aparición de Claude Bernard y el determinismo biológico se decantan dos visiones contrapuestas que han influido, de manera considerable, nuestra relación con el paciente. Unos consideraban que las manifestaciones de todo cuerpo vivo tienen relación causal absoluta con condiciones de orden físico-químico, concepción muy semejante a la de las religiones que conciben, con antelación, el destino del hombre independientemente de sus obras. Mientras, otros consideraban al determinismo como un método de trabajo, como una actitud que permitía esclarecer misterios y enigmas de la naturaleza. En la primera visión no existen ni la libertad ni la ética, mientras que, en la segunda, se acepta la existencia de la libertad del alma humana y la ética que inspirada por ese espíritu de libertad, defiende al individuo único, diferente de otros hombres, con su dignidad. A ese individuo, en medicina, lo llamamos paciente. Y espero que ésta hipótesis si sea aceptada como correcta. Quiero decir, nuestro(s) paciente(s) es un individuo único, libre, definido por su aptitud para aprender en sociedad, autónomo y dotado de dignidad.  Hoy día, en pleno siglo XXI, no concibo a nadie en desacuerdo con ésta hipótesis, no quita que es verdaderamente incómodo pensar en éste factor como independiente, libre, digno, cuando es tan dependiente de los otros dos factores. Casi se puede decir, de manera absoluta, que el paciente es una variable dependiente y la medicina y el médico son variables independientes. Bueno, es un decir porque hoy día, a éstas dos últimas no las controla nadie. Además, el factor paciente, perdonen ustedes la frialdad del término, pero estamos analizando la ecuación, también es sujeto-objeto. ¿;Puedo decir, que es por lo menos extraño, que un factor sea tan único, autónomo y libre y, al mismo tiempo, sea tan dependiente de los otros dos factores, como si en lugar de ser sujeto-objeto, fuese nada más objeto?.

Hablar del paciente es hablar de la historia del hombre a través de los tiempos. De eso soy incapaz. Sólo puedo constatar que se le concibe diferente, según las regiones del mundo. Es, con demasiada frecuencia, olvidado, sobre todo en los momentos conflictivos, y sufre de desnutrición, enfermedades nuevas y viejas, miseria, violencia, y las inclemencias de la naturaleza por virtud de nuestro desapego y descuido del ambiente. Es conejillo de indias, blanco de las balas o cohetes que nosotros, con nuestras guerras y conflictos, provocamos día a día. Irrespetamos su humanidad, porque de eso se trata, y su dignidad. Los exhorto a preguntarse. ¿;Esto empeora o mejora con el paso del tiempo? ¿;Qué pasa en ciertos países o regiones del mundo como la nuestra?. Repito, es imposible para mí abordar ese tema tan complejo y difícil. Sólo quiero, muy modesta y sencillamente, abordar el tema de la dignidad del paciente. Comenzar por decirles que, además de su carácter biológico único, el paciente es una persona y,  a la persona, se le concibe como un valor, en sí misma, y la dimensión personal de la existencia y la autonomía de conductas y comportamientos existen en función de los acuerdos, de la organización entre esa persona y la sociedad humana. Es así, como el hombre, la persona, transcienden el ámbito de los elementos y de las moléculas que lo forman. Aparece la cultura. La persona es concebida, entonces, como inseparable de su código lingüístico, de su código genético, de su código social. Es como si la evolución natural lo hiciera Homo y su biografía, su historia, su cultura, lo hiciera Sapiens. La consagración de su valor como persona, y erigirla en  una regla, es lo que intenta la moral y la ética. Como este conjunto de ideas y valores ha sido manipulado y tergiversado, a través de la historia, es bueno recordar, también, que nuestros pacientes no son una cosa biológica, pero tampoco una convención social e ideológica arbitraria. Hay que rechazar, en consecuencia, el sustancialismo reductor y el relativismo destructor, para mantener una especie de tensión fecunda entre los dos, sobre todo nosotros los médicos, sometidos como estamos a las inclemencias cotidianas, como dicen nuestras autoridades,  agobiados por lo urgente olvidando, con frecuencia, lo importante. Decía que me interesaba la dignidad y el respeto debido al paciente. Respetarlo quiere decir que en mi conducta con él, debo ocuparme de su libertad así como me preocupo de la mía. Por eso la ética coloca el respeto de la libertad y la dignidad de la persona en el primer rango de prioridades, porque la dignidad no es una cosa que me constriñe sino un valor que yo decido reconocer y que pertenece a la humanidad misma. La dignidad, aún cuando no queramos reconocerlo, es el grito reivindicativo de millones de personas a quienes les hemos quitado la libertad. Es como una luz, la dignidad, que proyecta la libertad sobre los seres humanos. Es ésta cualidad corpórea, la que tenemos que encadenar al cuerpo del hombre, de nuestros pacientes, si deseamos  hacer relevante lo que hay de humanidad en nuestra profesión. Este valor no tiene precio, ergo, no está sometido a las leyes del mercado. Termino  recordándoles lo que nos dijo Enmanuel Kant "…lo que tiene precio puede ser reemplazado por otra cosa equivalente, por lo contrario, lo que es superior a cualquier precio, lo que no admite equivalentes, es lo que se llama dignidad…."  Esta frase me parece de  una importancia capital porque si hay algo, omnipotente y omnipresente, que pueda irrespetar a la persona, a nuestros pacientes, desde la miseria que lo aplasta hasta la ideología que lo niega, desde las inhumanas costumbres ancestrales hasta las más inquietantes tecnologías modernas, ese es el dinero.

Estoy obligado a tomar en cuenta el tercer y último factor incluido en la ecuación. Digo desde ya, que faltan variables o factores (se dieron cuenta cuando analizamos los dos anteriores?) demasiado influyentes en la realidad. Vamos a intentar "tocarlos" en este último punto.

Quiero empezar por  parafrasear a mi amigo,  el Prof. Antonio Eblen, decano de nuestra querida FCS, quién, en ocasión de un discurso en el paraninfo universitario, expresó  "…..incluso el individuo mejor dotado, sea poeta, físico, biólogo o médico, no desarrollará su potencial completo o no aportará su total contribución a su época si su imaginación no ha sido iluminada por las aspiraciones y realizaciones de los que le han precedido…..". Creo, pues, conveniente, resaltar la labor histórica y hasta heroica de nuestros ilustres sanitaristas: Arnoldo Gabaldón y el Paludismo, Jacinto Convit y Martín Vegas y la Lepra,  El Dr. José Francisco Torrealba y Enrique Tejera y el Chagas,  el Dr. Felix Pifano y la Leishmaniasis y Esquistosomiasis, El Dr. Miguel Layriise y Tulio Harends y el grupo Diego,  el Dr. Darío Curiel y la viruela, el Dr. Pastor Oropeza y la atención Pediátrica. No paso por alto a nuestros ilustres Inaudy Bolívar, Guillermo Mujica, José Enrique López, a mi querido padrino Dr. Miguel Malpica, para recalcar el hecho de que, todavía vivos, continúan motivándonos a ser cada vez mejores médicos. De la misma manera, no puedo olvidar al Dr. David Ortiz y a nuestro insigne Dr. Witremundo Torrealba. Llama mi atención, sin embargo, que a pesar de ésta herencia, se observa, actualmente, una tremenda deficiencia, no sólo de sanitaristas sino también de médicos de familia y de epidemiólogos. Y me pregunto, les pregunto. ¿;Estamos honrando la memoria de estos gloriosos antepasados?, ¿;Porque ésta evolución de la salud en Venezuela? ¿;Cual debe ser el papel de la Universidad, del gobierno, de los gremios,  en la búsqueda de la reactivación eficiente de la actividad sanitaria en Venezuela?. Yo creo que ésta realidad, si convienen que es exacta mi apreciación, interpela profundamente a la Universidad, al gremio, a la sociedad, a todos los médicos de este país. Por eso, en las escuelas, universidades, hospitales, todos esos lugares donde el médico cumple o debiera cumplir uno de sus nobles objetivos, como lo es la transmisión de conocimientos, debe esforzarse por enseñar, sobre todo en estos momentos, el conocimiento subjetivo, el  relacionado con los fines de nuestra acción y los valores que deben definirlos. Es evidente que si la humanidad poseyese solamente el saber objetivo o científico sería desastroso porque no sabría que hacer y no lo podría hacer.

Me estoy refiriendo, en síntesis, a la ética y responsabilidad del médico, teniendo como norte que no es suficiente la intención (el mundo, y nuestro país particularmente en estos momentos está verdaderamente preñado de buenas), que es necesaria la acción.

Analicemos concienzudamente nuestro momento actual, desde nuestra perspectiva, pero también desde una perspectiva más general a fin de esbozar un intento de respuesta. Hasta hace muy pocos años,(sigue siendo así lamentablemente) nuestra sociedad, nuestro país, estaba inmerso en una ola de economicismo, mercantilismo, individualismo, superespecialización, afán de lucro y satisfacción exclusivamente personal, donde era más importante la salud de un banco o de una entidad financiera que la salud de la población. Donde prácticamente todo era un producto vendible y sometido a las leyes del mercado. Las leyes del mercado y el "competitivismo" han sometido, han alienado la actividad médica con desprecio por la salud pública, con desprecio por la dignidad humana, con profunda discriminación del desamparado. Es realmente  preocupante ver a nuestros recién graduados convertirse en "carrieristas", "diplomistas" desesperados por comenzar la especialidad que ofrece mejores ingresos económicos, con desmedro de uno de los principios fundamentales de la formación del médico como es la larga y progresiva acumulación de experiencias vitales y académicas con nuestros enfermos. Nuestra democracia privilegió lo económico, lo técnico, lo selectivo. Se conformaron élites con muy poca formación política y social. Olvidamos la educación, olvidamos los valores de nuestros antepasados. Se perdió la vocación pública. Fuimos pasivos, negligentes ante el dolor ajeno, ante la enfermedad y, lo más importante, un desprecio total por las ideologías cuando es incontestable que el resultado de las acciones del hombre nunca estará desligado de su concepción de la humanidad y del mundo y de  las relaciones que conllevan la vida en sociedad. El resultado de todo esto no puede ser más preocupante.

Estamos inmersos, ahora, en el otro extremo: en el colectivismo desenfrenado, en una hiperideologización e hiperpolitización no sólo de la actividad médica sino de las actividades generales del país. Se intenta imponer una sola visión del mundo y de la humanidad. Ahora se desprecia al individuo, su dignidad, su capacidad, sus iniciativas, su potencial para ofrecer a la colectividad lo mejor de sí mismo. Se privilegia el "asistencialismo". Se privilegia el "paternalismo".Vivimos adorando y haciendo elegías a un líder salido de un cuartel, con una formación evidentemente trasnochada, autoritaria, con desprecio por la civilidad y por la civilización que le ofreció un marco de formación, que ahora desprecia, en lugar de dar su mejor esfuerzo por mejorarla sin exclusiones, sin violencia, sin cinismo. 

Vivimos, ahora, después de casi 10 años, en una mescolanza de postmodernismo relativista donde no tiene cabida la ética y donde actividades como la medicina sistémica o la implantación de un modelo de medicina proveniente de un país donde no se respeta la liberad y la dignidad del hombre, están acabando con el espíritu y propósito de una profesión cuyas raíces más profundas invocan los más altos y nobles sentimientos del ser humano. Aquí hay médicos privilegiados que, haciendo la misma actividad  que otros, reciben un sueldo más elevado. En este país hay hospitales o centros de salud donde es imposible atender a nadie. Aquí resurgen enfermedades desaparecidas hace tiempo, y aparecen nuevas. Aquí aumentan sus tasas de morbimortalidad patologías totalmente prevenibles.  En este país, la tasa desnutrición, dependiendo de los estados, alcanza muchas veces hasta 20% de la población. Nuestro estado no escapa a tal situación. Nuestros recién graduados sufren vejaciones por parte de las autoridades y, en lugar de exámenes de evaluación de capacidades, en el diseño e implementación de programas que precisamente  ayudan a solucionar los problemas de los que estamos hablando, les hacen encuestas políticas para evaluar si están o no  de acuerdo con el gobierno y, en función de eso, asignarle los cargos. Nuestras estructuras hospitalarias están concebidas para dar un mal servicio. Incluso si uno observa la estructura de cargos del Ministerio de Salud y Desarrollo Social se dará cuenta que hay mucho más cargos para especialistas que para médicos generales o familiares.

Por otro lado, también es verdad que la tasa de ocupación hospitalaria alcanza, apenas en algunas regiones, el 50%. Es lógico pensar, entonces, que, o los servicios están sobre dimensionados o simplemente fallan en su labor.  También es verdad que una de las causas fundamentales de suspensión de intervenciones quirúrgicas es la prolongación del tiempo quirúrgico, y no pensamos en el tremendo impacto que esto tiene en las programaciones de las actividades hospitalarias; también es verdad que somos capaces de suspender una consulta externa, a pesar de que las citas son ubicadas 6 meses después, porque no hay nadie que haga una historia clínica, pero en la clínica o en nuestro consultorio privado las hacemos, por decenas, todos los días. El rendimiento o la eficiencia de una consulta externa de cualquiera de los hospitales de este país alcanza, apenas,  30%. Es lógico, al menos en parte, que las emergencias estén totalmente abarrotadas. Nuestro cumplimiento deja mucho que desear. Trabajamos pocas horas al día en los hospitales públicos, cuando nuestra contratación exige mucho más tiempo. Es fácilmente demostrable que nuestra presencia, en el hospital privado, es mucho más importante que en el hospital público. Los hospitales de este país se paralizan, prácticamente, en horas de la tarde, salvo las secciones de emergencias. Si nos comparamos con países del mundo desarrollado, en especial de la Europa Occidental, nos damos cuenta que los hospitales públicos, en los mismos, son íconos, símbolos de la asistencia. En esas sociedades es un orgullo ser atendidos en los hospitales públicos, con sus grandes maestros, con sus excelentes servicios. Y, no son países comunistas, son simplemente países con un alto contenido humanista, con sensibilidad por el prójimo.  Aquí, el promedio de intervenciones semanales de un especialista quirúrgico, en nuestros hospitales públicos, es  de, apenas, 1 y en algunos casos 2, por semana. Las razones que damos para no realizar nuestra labor son, en oportunidades, risibles. Un caos pues, nuestra situación de salud. No hay otra manera de describirla. Repito, ésta realidad nos interpela en lo más profundo de nuestros cimientos. Nos exige un cambio. Debemos abordar, en consecuencia, los aspectos éticos y sociales de nuestra actividad y, para ello, tenemos que volver a las fuentes originales, a las raíces a la razón de ser de nuestra profesión. Tenemos que comenzar, al menos, con un vuelo rasante por la historia de la medicina, desde este punto de vista y, luego, esbozar aspectos prácticos de nuestra acción, acciones concretas para cambiar esta situación, sin oponernos, al contrario,  a esa división en revolución terapéutica y biológica que hice antes, desde el punto de vista científico.

Quiero resaltar los momentos de inflexión en la aparición de los códigos éticos y morales que rigen nuestra profesión, tratando de convencerlos que la historia de la medicina es también la historia de la filosofía y de las ideas. Diría que hay tres momentos cumbre y tres códigos cumbres:

a-                         El paso de la medicina pre-científica a la científico-naturalista y el código hipocrático

b-                         Las primeras acciones en Medicina Social (salud pública y medicina preventiva) comandadas por Percival durante los siglos XVIII y XIX y la aparición por primera vez de la código de ética profesional o de la ética médica

c-                          La integración de los hechos de la ciencia con los valores humanos, por Van Potter, y la aparición del código de bioética

En la primera etapa, la de Hipócrates, el médico se convierte en un conocedor del arte y de la ciencia de la medicina. Para poner en práctica su arte, el médico actuaba en estrecha relación con el paciente y sus familiares y todos debían cooperar con el médico y acatar sus órdenes. En la segunda etapa, la de Percival,  las enfermedades venéreas y las frecuentes epidemias permiten al médico comenzar a relacionar pobreza y enfermedad, y surgen las ideas sociológicas y sanitarias. Es bueno recordar que, el código de ética inspirado en estos valores, establecía el principio de autoridad moral, el de la independencia de los médicos en su servicio al enfermo, la responsabilidad profesional en el cuidado del mismo, el honor individual del profesional y la autonomía del enfermo. La tercera etapa, la de la bioética, surge como consecuencia del avasallante avance de la biotecnología y, simultáneamente, con el surgimiento de complejos problemas éticos derivados del exceso de especialización y de la aplicación de biotecnologías. Estamos viviendo esa etapa y, durante ésta, el médico se plantea el volver a las humanidades, volver a una medicina antropológica más centrada en el hombre, en el ser humano,  tomando en cuenta que el desarrollo de la medicina biomolecular  ha llegado al extremo de poder desvirtuar la naturaleza íntima del hombre o que la especialización no nos permite un abordaje integral del paciente. A la luz de ésta historia, ¿;Nosotros, en la Universidad, debemos rediseñar nuestros objetivos en función de una "redistribución" del aprendizaje en salud pública, epidemiología y medicina familiar necesarias para la atención de nuestras comunidades?. ¿;Les parece que debemos recuperar las comunidades? ¿;Les parece que debemos acercarnos y ser más humanos con nuestros pacientes? ¿;Les parece que debemos tomar acciones gremiales y colectivas a fin de evitar lo inaceptable y colaborar en lo realizable? ¿;Les parece que debemos pensar y actuar más con el que sufre?. ¿;Son estas razones para impulsarnos a actuar, a pensar, a hacer nuestro trabajo de otra manera?,  Si la respuesta es afirmativa, voy a esbozarles lo que me parece el como lo podemos hacer. En primer lugar, con nuestra acción cotidiana, esa del día a día en nuestros hospitales y centros de salud, en nuestra universidad y en la calle. En segundo lugar, promoviendo discusiones, charlas, debates, donde se propongan acciones concretas y efectivas de políticas de salud, tanto desde el punto de vista formativo como de la práctica médica diaria, y, tercero una adecuada interrelación con los actores sociales, sobre todo de las comunidades, estados y regiones más necesitadas de nuestro país, a fin de compartir y convivir con los problemas de salud comunitarios y en particular para encontrar soluciones a los mismos. Creo también que esto no tendría sentido real sino se hace con pasión. El sacrificio de sí mismo, porque es sacrificio lo que estoy proponiendo, no es difícil (y aunque lo fuera!!) si uno está poseído por la pasión. La medicina es sacrificio y si no se hace con pasión no se hace bien.

Quiero finalizar retomando la ecuación para, definitivamente, decir que el joven médico del inicio de estas palabras, planteó mal el problema; las hipótesis son erróneas en su mayoría; tenemos muchas ideas incoherentes sobre el tema y no aparecen nuevas ideas, descubrimientos o soluciones. Es buena la ocasión, entonces, para decirles que nos demos la mano, que nos dispongamos con todo nuestro esfuerzo a plantear otro modelo teórico y de acción. Yo sé que podemos, tenemos muchas reservas morales e intelectuales para hacerlo. Ustedes son testimonio de lo que estoy diciendo. Lo veo en sus caras. En sus cuerpos. En sus ojos. No dejemos "depreciar" y "despreciar"  nuestra profesión. Por que la medicina y, a través de ella, nuestros pacientes,

es belleza,…. es alegría,

es entrega y devoción

es esperanza y armonía

es pensamiento y consagración

es arte y filosofía.

Hagámosla con pasión

sin que nos falte un día!!!!!                             

GRACIAS!!!!!


da.jpg"José A. Corado Ramírez, nace el 22 de Junio de 1956 en el Estado Guárico, Venezuela. Hace sus estudios de pregrado en la Universidad de Carabobo, donde obtiene el título de Médico Cirujano en 1980. Realiza estudios de Especialización en Inmunología: "Estudios especiales de Inmunología y Estudios especiales de Hematología" en la Universidad de la Franche-Comte-Besacom, Francia, en 1985; luego "Estudios de Especialización en Inmunología General e Inmunopatología" en el Instituto Pasteur, 1986. Maestría de Inmunología en el mismo Instituto en 1988. Doctorado de Inmunología en el Instituto Pasteur y la Universidad de París en 1991 (Mención Summa Cum Laude).

Es premio nacional de Inmunología 2006. Se desempeña como profesor de la Cátedra de Fisiopatología y es Director de LA Unidad de Investigaciones en Inmunología (UNIVENIM) de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Carabobo.

Corado no es sólo un hombre de ciencia.  Lo caracteriza la pasión por la enseñanza, que lo hace ser admirado y querido por sus estudiantes de la facultad, a la que yo pienso ha modificado radicalmente. Con sus "muchachos" practica importantes obras de tipo social: Ayuda a hospicios, ancianatos, programas de ayuda a pacientes con HIV, jornadas anuales en el Estado Amazonas de salud preventiva y curativa".

 


 

Acerca de Raquel Ramos

3 comentarios

  1. Excelente discurso!!!! Gracias Raquel por colocarco en el Blog. Un fuerte abrazo al colega y amigo Cheo Corado.
    Saludos
    Juan Antonio

  2. Somos médicos.
    Somos líderes de nuestra comunidad.
    Dra. Salomé Salloum Salazar
    Ciudad Bolívar. Estado Bolívar.
    Venezuela.

  3. Gracias por escribir. Espero que este discurso les haya tocado la tecla. La frase de «liderazgo» no es de papel.
    Juan, Cheo me escribió y le dijo: «Envíales mis saludos a Juancho».
    Raquel Ramos

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