En búsqueda de la autenticidad

En la novela de Mario Vargas Llosa “La guerra del fin del mundo”, un profeta santón itinerante, “O Conselheiro”, recorre el estado de Bahía profetizando la llegada inminente del anticristo. A su paso, miles de miserables lo siguen, viendo en el profeta la salvación de sus almas y la posibilidad de vivir en permanente santidad, cautivados por el fulgor de sus ojos.

Al igual que en esa novela de ciencia ficción, los pueblos de Latinoamérica viven una vorágine de esperanza a través de carismáticos líderes políticos que utilizan su poder para arrastrar a los desposeídos con el único fin de perpetuarse. El “Conselheiro” y los líderes que nos gobiernan no son auténticos, es decir, dan una impresión falsa de cómo son las cosas en realidad. Su verdadera profesión es el engaño y la desempeñan a la perfección a cualquier costo.

Este editorial pretende realizar una analogía con los que ejercen la profesión medica alejados de la autenticidad que deben tener con sus pacientes, alumnos y pares, utilizando su carisma y posición para lograr ganancias personales. Se alejan de los preceptos que deben mover su diario transito vital, olvidando que las experiencias, el conocimiento y la lucha por concretar propósitos de superación han sido labradas para hacerlos auténticos. Ser autentico es siempre ser el mismo, independiente de las circunstancias, fiel a sus principios, hacer a un lado simpatías e intereses propios, para poder decidir y obrar justamente, cumplir las normas y costumbres de nuestra sociedad. Es decir ser una persona digna de confianza y honorabilidad.

Lamentablemente en nuestra profesión existen algunos personajes, a Dios gracias minoría, que abandonan su autenticidad y se presentan de varias facetas: Están los que toman el aspecto de amigables, cercanos a sus pacientes o alumnos o por el contrario toman un aspecto adusto con el único fin de esconder su incapacidad profesional detrás de esas poses. Hay otros que con o sin conocimiento utilizan su simpatía y se comportan como comerciantes intentando vender cosas que no necesitamos o no queremos, con el único fin de lucrarse y escalar posiciones sociales. También están los que se creen elegidos por la historia, “sueñan con que algun dia su estatua de bronce adornara el patio del hospital donde laboró”.

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Ser autentico es un deber autoimpuesto por el buen médico, orgulloso de no ceder a ciertas tentaciones. Es comprender que tiene una responsabilidad no sólo con las personas sino también con toda la comunidad. Que no es un dios sino un servidor y que ante todo debe ser honesto no solamente con sus pacientes sino con su entorno para evitar caer en actitudes propias de un conselheiro.