El médico, más que otro profesional, tiene en la palabra el ímpetu y el poderío para lograr con ella el inicio de la sanación o de la curación; cuando el paciente acude al médico en busca de una solución a su problema de salud, este puede con la voz aliviar o agravar su dolor.
El médico sabe que a través de la interpelación puede escudriñar en el consciente y/o inconsciente del paciente, las causas de su tormento y esta herramienta es vital para lograr un resultado exitoso en esta relación médico paciente. Dicen los textos clásicos de Semiología médica que a través del interrogatorio podemos sospechar una buena parte de los orígenes de las enfermedades y es aquí cuando la palabra adquiere su importancia y se convierte en un valor vital.
La manera como se explica la causa de la enfermedad, como se manifiesta y como se puede tratar, el tono de la voz, las inflexiones o acentos en las oraciones que construimos para explicar, acompañadas, muchas veces, de un lenguaje gestual apropiado, la mirada y hasta la firmeza y seguridad con que se dicen las palabras, pueden ser definitivas en esa función terapéutica del médico.
El Evangelio nos recuerda este valor de la palabra, cuando repetimos en la misa, antes de la Eucaristía: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
Ciertamente, como atributo exclusivo del hombre, la palabra es la forma ideal de manifestar lo que se cree, siente y espera. Podemos imprimirle ternura, suavidad y bonanza, pero también fuerza que sobrepase el tiempo y la distancia, proyectándola más allá de nuestra propia naturaleza, posibilitando nuestro contacto con Dios mediante la oración, para vencer nuestras interrogantes e inmensa vulnerabilidad, frente a unas leyes naturales a veces incomprensibles.
Las palabras huelen y saben a sentimiento; como brisa de la mañana, perfume de flores o música sublime que llena el corazón, alimenta el alma fortaleciéndola y enriqueciendo el espíritu, en presencia de la expresión: te amo. Asimismo, con olor de azufre y sonido terrible, quema en lo más profundo de nuestro ser cuando nos ofenden, engañan o tratan con injusticia o estulticia.
Con la palabra manifestamos temor, dolor, frustración, impotencia y rabia; pero también amor, alegría y esperanza, siempre en busca de una respuesta a nuestra natural inconformidad.
Dados sus efectos, el uso apropiado de la oralidad es responsabilidad ineludible, porque con ella podemos generar amor o tristeza; paz o guerra; alegría o dolor; abrir o sanar heridas; orar o… maldecir.
Una palabra puede decidir el ganar o perder la libertad, el patrimonio o la permanencia en un lugar, afectando por igual individualidad o millones de personas.
El médico en su consultorio puede curar una patología determinada usando un tratamiento simple y tal vez común, o complejo, pero con su palabra puede llenar de esperanza y amor a un paciente quien al salir del consultorio dice “Doctor me siento mejor después de hablar con usted”
La palabra que usamos, logrará imprimirle esa magia esencial y vital para la recuperación física, psíquica y social de nuestro enfermo. Nuestro gran enemigo, el tiempo, muchas veces sacrificamos la profundidad y fortaleza de las palabras, que suelen ser fundamentales en ese acto de recuperación de la salud perdida por falta de tiempo; transformémonos en un escuchador y un sanador a través de la palabra y muy seguramente tendremos grandes satisfacciones.
Rolando Hernández Pérez
Co-Edior
Pienso que detenerse a hablar y a escuchar el paciente garantizan el exito en el cumplimiento del tratamiento q indicamos..A veces con decirle “tranquilo no es nada malo»ya es un elixir y se van mas tranquilos y confiados…Hablar,prestarles atencion a veces vale mas que cualquier tratamiento costoso. Nunca descuidemos esto porque si no se nos van a otros. Medicos..
los medicos tenemos esa responsabilidad de sanar no solo con las manos ,sino con la palabra.,ya que la palabra que viene de una verdad ,nunca enfermara a nadie .,pero por el contrario la mentira siempre dañara, pero en mayor medida a quien la promulga,.por eso la etica que es uno de los bastiones del alma,siempre esta fundada en la verdad que es solo la verdad.,» YO SOY EL CAMINO,LA LUZ Y LA VERDAD »
para final del camino poder ser , medico de cuerpos y almas…..
EL HOMBRE BUENO, DEL BUEN TESORO DE SU CORAZON SACA LO QUE ES BUENO; Y EL HOMBRE MALO DEL MAL TESORO SACA LO QUE ES MALO; PORQUE DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZON HABLA SU BOCA.
LUCAS 6, 45
Gracias a todos por sus comentarios. Gracias María Bibiana por tan oportunas y complementarias acotaciones.
Abrazos
Rolando Hernández Pérez
Merece la pena tener en cuenta la BENEDICENCIA, el neologismo que usa Lain Entralgo dentro los 4 elementos de la amistad médica: Beneficencia=lo eficiente; Benevolencia=lo bueno; Benedicencia=decir bien, la palabra; Benefidencia=la infidencia.
Ser BENEDICENTES es fundamental, con las reflexiones acertadas de Rolando que empatan y se amplian con el humanismo de Lain.
De paso tener cuidado con el TRUAMA DE ESCULAPIO, esa peligrosa postura de «dioses» que nos puede llevar a utilizar la palabra como poder con jergas incomprensibles; procuraremos ser amigos de los pacientes hablando bien, no para nosotros, para ellos.
Oportuna y acertada esta reflexión de Rolando, especialmente en una época en que los sistemas de salud imperantes dan poco espacio (y mucho menos tiempo) para hablar con los pacientes. En una consulta de 15 minutos (con suerte 20) los especialistas que laboran con la seguridad social o con las compañias privadas que tienen como «negocio» la salud deben diligenciar tal cantidad de formularios, controles, censos, fichas y demás mecanismos de fiscalización que dificilmente tienen tiempo para hablar con su paciente.
No contentos con limitar el libre ejercicio de la profesión al imponer sanciones y multas por el uso del laboratorio y los exámenes de diagnóstico, tampoco quieren que el médico «desperdicie» el tiempo hablando con el paciente.
Si tiene suerte el paciente recibe una hoja con explicaciones generales, anónimas, frías y distantes que generan mas dudas que certezas pero, la mayoría de las veces, el paciente sale del consultorio con una receta corta (tampoco hay que gastar el dinero de los comerciantes de la salud y sus accionistas)y con una incertidumbre larga, laaaarga.
Por eso es que ahora los pacientes se han volcado a la internet; en ella han encontrado muchas explicaciones: así nadie les hable al menos encuentran información. Lamentablemente hay mucha basura en la red y corren el riesgo de entrar en la página equivocada o de caer en una con evidente enfoque mercantilista. Incluso pueden encontrar la página correcta pero no tienen cómo interpretar su contenido o aplicar ese conocimiento a su caso particular.
Es una verdadera calamidad que en el momento de la historia de la humanidad en que mas formas de comunicación estan disponibles, la conversación persona a persona («corazón con corazón, alma con alma» como dice la canción) esté en inminente peligro de extinción.
Mas que con quien hace un diagnóstico fino o prescribe un tratamiento acertado, el paciente hace empatía con quien puede hablar, con aquel de quien escucha una explicación y una palabra de aliento. Eso también se lo han ido expoliando a los médicos.
Leyendo el artículo del Dr.Hernádes Pérez y del Dr.Jaime Soto, no hay nada mas que añadir.
Gracias.
Muy fundamental lo expresado en esta editorial, y me gustaría hacerlo llegar a los futuros médicos, para que comprendan que tras las palabras apropiadas y oportunas se esconde un gran secreto en el acto médico y terapéutico, que permite hacerlo exitoso. La relación médico-paciente se nutre de este acto y cuando es buena, es esencial para evitar muchos problemas al médico y al paciente.
Rolando excelente editorial, muchos pacientes buscan solamente que los oigamos un rato y hasta pagan una consulta por una rato ameno de conversación. El medico se convierte en un confidente y por lo tanto nuestra palabra se convierte en ley para el enfermo, por lo que debemos cuidar nuestro corazón para lo que salga de nuestra boca pueda dar paz, sosiego y tranquilidad.
Un tópico interesante y valioso de considerar por todos los médicos; muy bien presentado por el Dr. Hernandez Pérez.
Envidio la libertad de expresarse de los médicos en otros países; acá en USA tenemos el bozal que nos impone el gremio legal. La mala interpretación de lo que decimos es castigable, y todos sabemos lo fácil co que nuestras palabras se tergiversan; acá hasta se regula que le ofertemos al paciente su curación sabiendo que no es probable; lo cual tiene cierto sentido, pero en lo que a mí respecta, la responabilidad es del médico y no del gobierno.
Entienden el punto?
Muy cierto lo de Hernandez Pérez. Les cuento una historia protagonizada por el Dr.Salomón Schujman leprólogo argentino fallecido. Interna a un hanseniano en un leprosario. Imaginemos la tristeza del paciente. Schujman lo toma de un brazo y le dice:»Se va a curar quédese tranquilo». Al otro día el enfermo le dice a un pariente: -«Cuando el Dr. me tocó y habló, sentí una transfusión de confianza»
Oscar