Se denomina interacción farmacológica a la acción que un fármaco ejerce sobre otro, de modo que éste experimente un cambio cuantitativo o cualitativo en sus efectos. En toda interacción hay, pues, un fármaco cuya acción es modificada (fármaco interferido) y otro u otros que actúan como precipitantes o desencadenantes de la interacción. En algunos casos la interacción es bidireccional.
En ocasiones, al asociar fármacos, se potencian sus efectos terapéuticos, ocurriendo este fenómeno con tal frecuencia que utilizamos esta interacción para obtener mediante su asociación, un beneficio terapéutico (azatioprina más ciclosporina para la inmunosupresión). En estos casos, la incidencia de interacción se acerca al 100 % de los casos.
Sin embargo, las interacciones que más preocupan, porque complican la evolución clínica del paciente, son aquellas cuya asociación no resulta beneficiosa sino perjudicial, bien porque originan efectos adversos por exceso, bien porque tienen una respuesta insuficiente por defecto. En este caso resulta difícil obtener datos de incidencia. Por su misma naturaleza, la posibilidad de que aparezcan es tanto mayor cuanto mayor sea el número de fármacos que se administren simultáneamente.
Las interacciones de fármacos pueden ser de carácter físico-químico o farmacéuticas, de carácter farmacodinámico y de carácter farmacocinético. El médico, por lo tanto debe conocer qué fármacos entre los que prescribe, experimentan interacciones con mayor frecuencia y, en particular, aquellas interacciones que pueden ser graves.
A continuación se reproduce una tabla que recoge una serie de interacciones con posible repercusión clínica en dermatología.