Luis Moncayo Quito Ecuador
HISTORIA DE MIS CREPÚSCULOS
Súbitamente se me ocurre plantear
que nunca es tarde
para salir a explorar
allá en la accidentada ruta de los océanos
el encendido vientre de los crepúsculos.
No hay soledad
cuando el sol se esconde
hay fuego ardiente y solidario.
El hombre asombrado.
El mar poderoso, el océano agitado.
La arena millonaria
donde se revuelca la insurgente espuma.
Las palmeras de corazón vegetal.
Las nubes dispersas
organizando su tropa blanca.
El sol viéndonos con sus ojos de fuego.
El viento galopando sus corceles invisibles.
Los dioses se embelesan con los atardeceres
allí radica el origen de su sangre.
Cada luminoso poniente
es una amorosa ofrenda
a nuestros dioses de fuego.
Tus campanas derretidas
te dejaron sin repique,
hay que volver a empezar
es cuestión de iniciar el fuego.
Acudo a este crepúsculo
a escuchar qué noticias
me trae el sol del otro lado del mundo .
Me dice que en las sabanas africanas
ha llovido muy poco,
que en Danubio
los cuerpos danzaron valses hasta la madrugada,
que en el fértil Sena
la humedad trepó
hasta el cuello de acero de la torre Eiffel.
El crepúsculo es mi patria de fuego,
allí las campañas del silencio se derriten
manos invisibles atan los colores en las asediadas nubes.
Seguiré explorando en los ojos del ocaso
el sangriento argumento de la ópera oceánica.
Amo los átomos calientes
de cada abrasador crepúsculo.
En el lenguaje de fuego de cada crepúsculo
las nubes son encerradas
en celdas transparentes celestiales.
Las olas disponen
de su vocabulario líquido
escriben con letras de espuma
en el cuerpo de la arena
un húmedo verso de adiós al sol.