Hace muy poco tiempo, en el siglo xx que acabamos de dejar, la medicina abrazó de una vez por toda la vocación científica plena. De este modo la medicina entró decisivamente en una etapa de desarrollo en donde la evidencia probada se transforma en la base de ella misma.
Así, de esta forma, la medicina ofrece al médico experimentado los recursos farmacológicos, tecnológicas y otros apoyos científicos para alargar la vida con calidad, curar y sanar enfermedades. Incluso predecir procesos o patologías que podrían transformarse en padecimientos crónicos capaces de llegar a generar hasta la muerte del paciente.
Es la genética, la inmunología y la biología molecular, desde mi punto de vista, la base fundamental de estos ingentes adelantos que vinieron a explicarnos los orígenes celulares de la enfermedad y a entender los intrincados mecanismos de su desarrollo en el campo molecular.
Por otro lado, la biotecnología permite la introducción de partículas a escalas nanométricas cautivas en vehículos muy sofisticados, afines con la fisiología humana para llegar, por ejemplo, a lugares insospechables y específicos a fin de bloquear, neutralizar o estimular uno o varios receptores de una o varias funciones alteradas.
El vertiginoso desarrollo de la imagenología a través de métodos de alta precisión, no invasivo, pero de alto costo, nos ha permitido localizar los problemas en tiempos relativamente cortos.
Por otra parte, disponemos de la robótica, de los trasplantes de órganos y de prótesis con sensibilidad y a la vez conectados al cerebro para dar repuestas automatizadas. Asimismo, el mejor entendimiento de la mente, de los neurotransmisores, y la utilización, cada vez más frecuentes de métodos psicológicos para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales, representan, hoy día, uno de los grandes avances, permitiéndonos una medicina más específica y segura en beneficio de la integridad del ser humano.
En estos últimos años la genética está viviendo una auténtica revolución, teniendo una gran utilidad en la medicina. La genética se está aplicando a nivel diagnóstico y pronóstico en un gran número de enfermedades. Los nuevos avances en esta área y el preciso diagnóstico y caracterización de muchas enfermedades van a permitir el planteamiento de nuevas estrategias terapéuticas y afianzar las bases de una medicina personalizada.
Los rápidos avances de las investigaciones en genética, favorecen un desfase importante entre las posibilidades científicas tradicionales y sus aplicaciones directas en la práctica clínica diaria. Además, estos adelantos generan la aparición de nuevos campos de aplicación que requieren de una gran especialización.
En este contexto resulta necesario para los profesionales de la salud tener unos conocimientos sobre la genética, especialmente de la humana. Una vez alcanzado este saber, se podrá entender con mejor óptica las bases fisiopatológicas de un gran número de enfermedades genéticas, especialmente genodermatosis; de igual modo, de sus particularidades e implicaciones clínicas, familiares y sociales.
Por su parte, la inmunología se ocupa del estudio del sistema inmunológico, entendiendo como tal al conjunto de órganos, tejidos y células que, en los vertebrados, tienen como función reconocer elementos ajenos dando una respuesta inmunológica para destruirlos.
La inmunología trata, entre otras cosas, el funcionamiento fisiológico del sistema inmunológico tanto en estados de salud como de enfermedad; trata además las alteraciones en las funciones del sistema inmunológico (enfermedades autoinmunológicas, hipersensibilidad, inmunodeficiencia) características físicas, químicas y fisiológicas de los componentes del sistema inmunitario in vitro, in situ, e in vivo. La inmunología tiene varias aplicaciones en numerosas disciplinas científicas y en dermatología es una disciplina esencial y fundamental en su entendimiento y desarrollo.
La acelerada investigación en esos campos puntuales de la medicina ha creado nuevas preocupaciones, especialmente en el campo de la bioética y de los derechos humanos.
La bioética trata de los principios que norman la conducta más apropiada del ser humano con respecto a la vida, tanto de la vida humana como de la vida no humana (animal y vegetal) así como su relación con el medio ambiente.
Por otra parte, entendemos que los derechos humanos son aquellas condiciones instrumentales que le permiten a la persona su realización. En consecuencia, en los derechos se subsumen aquellas libertades, facultades, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana.
Ahora bien, ¿cuál es el fin de la instrumentalización de los derechos humanos? El fin es la garantía de una vida digna, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, origen social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
En este sentido nos preocupa, por una parte, los riesgos de la acelerada investigación médica y la ambición desmedida del hombre; así mismo, nos preocupa también la desproporción o diferencias de los Estados o gobiernos que con sus poderíos y recursos económicos pueden, en muchas circunstancias, imponer o confundir a la sociedad y obligar a aceptar resultados falsos en perjuicio de los derechos humanos.
Estas reflexiones constituyen un punto de vista, un inicio para la discusión sobre este tópico que me ha preocupado desde hace algún tiempo. Hoy esta temática deberíamos tenerla presente en estos foros de discusión médica, en donde participamos investigando desde varios ángulos: el clínico, la visión hospitalaria, la evidencia comprobada o desde la conjunción de varios aspectos, pero siempre teniendo presente a toda costa la dignidad del ser humano y en consecuencia sus derechos como persona.
Hasta donde hemos podido indagar, nos encontramos con que es a partir de los horrendos episodios generados en la Segunda Guerra Mundial, a propósito de los experimentos con seres humanos, cuando se genera un verdadero avance en los razonamientos filosóficos y éticos en torno a los derechos humanos.
La Dignidad pareciera ser el eje a partir del cual se genera el desarrollo conceptual de los derechos humanos. La dignidad entendida no como un atributo sino como una condición consubstancial a la vida humana. En este sentido no es que el concepto excluya a la muerte, como una fase carente de dignidad, sino que éste es intrínseco a la vida misma, al hecho de estar vivo.
Las implicaciones que ha generado el concepto de dignidad toma en cuenta lo jurídico, el sistema cultural de las sociedades, lo científico-tecnológico, lo religioso y en definitiva toda la dimensión cultural desde donde el hombre habita y hace su vida. Esta pluralidad de aspectos implícitos en este concepto y obrando al servicio del sentido y el significado de la vida del hombre, debería ser el verdadero y más profundo “para qué y porqué” del asombroso desarrollo de la medicina.
Sabemos también que el avance de la medicina tiene una inevitable y comprometedora fase de experimentación. Fase en la que es imposible que no se dé el experimento teniendo como sujeto, —en buena medida pasivo— al ser humano; esta relación paciente-investigador, aunque está previamente convenida, debe ser un blanco de valoración constante del Derecho, la Ética, la Filosofía, las religiones; en fin de aquellas altas instancias de la racionalidad humana.
Cualquiera que pueda ser el estado o la situación particular por la que atraviesa el ser humano: demencia, deterioro crítico de la salud, condición etaria, conducta, origen racial, religioso, etc., está intrínsecamente asistido de dignidad; por tanto, el trato digno a favor de su salud será siempre imprescriptible y universal.
Cuando la racionalidad científica, particularmente en el campo de la medicina, no está ajustada a los principios de una ética consensuada universalmente, los riesgos de transgredir y violar las leyes de la vida quedan al capricho de una genialidad peligrosa, pudiendo producirse la ruptura del orden en el que se da la más sofisticada obra de la naturaleza como lo es la vida humana, el hombre.
No olvidemos que existen los recursos de laboratorios para reproducir a un ser humano, lo trágico sería entonces la finalidad que tendría ese ser.
Hay quienes ya se atreven a pensar que en algún lugar de avanzada experimentación científica, pudieran existir seres humanos concebidos desde esa misma experimentación y existiendo exclusivamente para alargar los mismos procesos de experimentación.
Rolando Hernández Pérez
Excelente y muy actual
Rolando:
Viendo en la BBC que los Europeos están debatiendo la pseudo-bioética de la era de humanoides robóticos encuentro a tu editorial muy al propósito.
Les haremos cirugía a sus tumores (oxidaciones?) o les aplicamos agentes tópicos (DW-40, Caramba, etc.) o les transplantamos órganos (una batería nueva) o les tratamos las atropartías (con lubricantes o prótesis) o los dejamos morir (sin dializarlos o su equivalente). Cuando los perfeccionemos, les damos sentimientos y hacemos que los quieran? Las relaciones (matrimonio, divorcio, paternidad o maternidad, eutanasia, etc.) las formalizamos? Les adscribimos dignidad? Los optimizamos para que nos gobiernen con mas sensatez que los políticos actuales?
En contraposición, cuando pasa un hijo nuestro (concebido in útero o in vitro para que no le pasemos genes defectuosos u ojos no azules o verdes) tratado con CRISPR/Cas9 a ser robot?
Le paso eso a los jóvenes para que piensen y se diviertan.
Lástima que esa biotecnología y «revolución» de la genética no ha llegado a Venezuela ni llegará mientras esté este comunismo atrasado. Aquí lo que se vive es una escasez elemental y un goteo espasmódico de medicinas y alimentos para tener a la población en la mas abyecta sumisión.
La preocupación que tan acertadamente subraya Rolando,nos afecta a todos.Los médicos no podemos nunca hacer el pacto con el diablo que hizo el Dr Fausto. Tampoco podemos negarnos a los avances y a los riesgos que esos avances implican. Siiempre habrá un equilibrio dinámico y siempre el médico debe ser el abogado de su paciente.El problema fundamental estaría si los avances no ocurriesen. Si entrásemos en una era de retroceso y de estancamiento. El estancamiento y el retroceso son sinónimos de muerte
Mauricio Goihman