¿Hasta cuándo aguantará el cerebro?

  1. Visión neurofisiológica

Desde un punto de vista evolutivo y biológico, la función del cerebro es la de ejercer un control centralizado sobre los demás órganos del cuerpo. El cerebro actúa sobre el resto del organismo a través de la generación de patrones de actividad muscular o por la producción y secreción de sustancias químicas llamadas hormonas.  Este control centralizado permite respuestas rápidas y coordinadas ante los cambios que se presenten en el medio ambiente.

Algunos tipos básicos de respuesta tales como los reflejos pueden estar mediados por la médula espinal o los ganglios periféricos, pero un sofisticado control intencional de la conducta sobre la base de la información sensorial compleja, requiere de la  capacidad integradora del cerebro.

El cerebro de los vertebrados es el órgano más complejo del cuerpo. En un humano típico, la corteza cerebral (la parte más grande) se estima que contiene diez mil millones de neuronas  y todo el cerebro contiene entre ochenta y seis y cien mil millones de neuronas, transmitiendo sus mensajes a otras neuronas mediante la sinapsis. Estas neuronas se comunican con otras a través de fibras largas de protoplasma  llamadas axones, las cuales llevan impulsos eléctricos denominados potenciales de acción a partes distantes del cerebro o del cuerpo, teniendo como blanco receptores específicos.

Desde una perspectiva filosófica, lo que hace al cerebro especial en comparación con los otros órganos, es que forma la estructura física lugar de  la mente. Hipócrates en el año 350 a.C. argumentaba: «Los hombres deberían saber que del cerebro y nada más que del cerebro vienen las alegrías, el placer, la risa, el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones». Sin embargo, en muchas ocasiones  se ha dicho –cosa debatible — que  del corazón y de sus emociones proceden ciertas sensaciones concretas como el gozo, el amor y la satisfacción.

Un enfoque ficcional

A menudo solemos decir que las cosas de esta vida terrenal e incluso de lo que hasta ahora se ha venido conociendo del espacio exterior,  están signadas por la noción o concepto de límite.

En esta primera y última morada, como lo es el planeta tierra, tanto el espacio como el tiempo y la vida en todas sus expresiones tienen, un límite que nos indica e impone que más allá de él,  se es otra realidad.

En cuanto al tiempo es obvio que al finalizar la radiación solar acaecen la sombra y nace la noche; en cuanto al espacio, sabemos que  más allá de la exosfera está el espacio sideral o espacio exterior, donde no hay arriba ni abajo, ni antes ni después;  las extensiones de tierra culminan con los mares, océanos y lagos; y en cuanto a la vida todos sabemos que también ésta tiene su límite.

Este recorrido por lo obvio, nos permite preguntarnos si acaso podría haber un momento en la historia en donde la producción de conocimientos podría tener también un límite para entrar en una fase donde únicamente convivamos con lo que hasta ese momento hubiésemos  almacenado.

De buenas a primera podríamos responder que ya esa fase ha llegado para los que han fallecido; como segunda respuesta podríamos echar mano de la ficción diciendo que por un designio suprahumano la civilización quedó impedida de generar más saberes, de modo que la humanidad se conformaría con vivir sin más información que la producida hasta ahora y el hombre quedaría impedido para producir nuevos saberes, de modo que estaría obligado a consumir únicamente lo existente que ya es de suyo inconmensurable.

Estas reflexiones colindantes con la ficción,  están motivadas por la necesidad –un tanto idealizada–  de vivir en un mundo donde pudiera estar atenuado el afán desmedido de conocimiento y consumo  de cultura, imperante en esta modernidad.

Dado que nuestra inquietud en el fondo es la preservación de la salud mental, especulemos escenarios factibles que podrían beneficiarla:

  1. Podría inducirse, dentro de las funciones del cerebro,  el mecanismo del olvido para disolver toda información amenazante de la salud mental.
  2. Tomando en consideración la noción de límite y de equilibrio –homeostasis– en función de crear un filtro selectivo de información para la mente, estaríamos promoviendo la salud del cerebro. Sí, y solamente si ese filtro no es controlado por una sala situacional del gobierno con sus “tendencias irreversibles”. 
  3. Existe una evidente preocupación en la sociedad contemporánea sobre los riesgos de la mente ante la  saturación informativa. Sin detenernos en la meditación budista y otras higienes síquicas, sabemos que el auge de estas prácticas en Occidente es sencillamente expansiva  porque  la base cultural de la sociedad actual está signada por una abundancia de cultura que es igual a un exceso de información. En el siglo pasado y en el presente ha habido grupos o sociedades disidentes que han buscado otros métodos de convivencia para preservar la salud mental; a través   del encuentro con la naturaleza han simplificado la vida y a la vez aplacado el riesgo cerebral.

  Si alguna vez ha habido en la sociedad venezolana un exceso de preocupación y un desmedido ataque informativo  por la vida y  en contra del  sobrevivir, ha sido en estos últimos años. Razones sobran, lo que no sobran son los cuidados que debemos adoptar para  defendernos de muchos focos  contaminantes entre ellos del discurso político generalmente agresivo y verdaderamente tóxico para la salud mental de la sociedad.

¿Hasta cuándo nuestro acosado cerebro tolerará más información?, ¿acaso la información no verbal que proyectan los objetos, y el despiadado azote que en ocasiones se inflige el individuo desde sus aparentes silencios no llega a hacer suficiente?

Dado que la masiva producción de información  crece exponencialmente, ¿acaso nuestro cerebro con su finita capacidad de percibir, almacenar, procesar, evocar y transformar, estará en capacidad de defenderse de semejante invasión?

¿Hasta qué punto la función del olvido fisiológico actuará como un mecanismo de defensa para prevenir el colapso del cerebro?

Pareciera que el hombre está condenado a generar contenidos de consciencia, es decir pensamientos, visiones, etc.; aunque viéndolo bien apenas es un puñito los que guían e iluminan a la humanidad porque trascienden como verdades milenarias.

Acerca de Rolando Hernández Pérez

Maestro de la Dermatología Ibero-Latinoamericana. Ex-Jefe Servicio de Dermatología del Hospital General "Dr. Luis Razetti", Barinas - Venezuela. Profesor de Medicina , Universidad de los Andes. Director Médico del GCCNSP - Barinas - Venezuela. Fundador y Co-editor de Pél-L Latinoameriicana (1998). Ex-Presidente de la Sociedad Venezolana de Dermatología

2 comentarios

  1. Henry De Gregorio

    Excelente articulo mas con todo este bombardeo de redes sociales q a veces aturden es x eso q debemos regresar a lo sencillo de la vida

  2. Luz Marina Aular Machado

    Excelente editorial, el cerebro es el verdadero órgano inagotable del ser humano. por simple o sencillo que parezcan los pensamientos, acciones o el mismo reposo siempre la actividad cerebral esta presente e incluso se puede cuantificar, pienso que el cerebro tiene su propios mecanismos de defensa para evitar su agotamiento o colapso, el descanso cuando simplemente se nos borran los pensamientos, esas crisis de neutralidad donde vemos nada u oímos nada, deben ser parte del descanso o filtro de limpieza que nos ayuda a no agotar nuestro preciado cerebro.

    Excelente RHP como siempre, espero seguir por mucho tiempo (mientras no se me agote mi cerebro) disfrutando de los editoriales de Piel L. un abrazo.

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