El destino nos alcanzó (Parte 1)

Pablo Picasso – Desamparados, Museo Picasso Barcelona, 1903.

En 1973 comencé mis estudios de Dermatología y ese mismo año asistí al estreno de la película protagonizada por Charlton Heston; “Cuando el destino nos alcance”; a nuestro país se le llamaba “La gran Venezuela”, por sus enormes ingresos económicos y calidad de vida.

Aprendimos una Dermatología meramente clínica, nos ufanábamos de nuestros conocimientos con enrevesados nombres, “buen ojo clínico” y terapéutica de fórmulas magistrales.  Nuestros recursos diagnósticos eran sencillos; clínica, analítica e histopatología morfológica (en oportunidades hacíamos histoquímica).

Los lunares, por ejemplo, lo veíamos y el que no nos gustaba porque no cumplía el ABCDE, lo extirpábamos y le hacíamos el análisis histológico. Ahí se hacían los diagnósticos definitivos, los patólogos se autodenominaban “gurús del diagnóstico definitivo”.

Estábamos llenos de la verdad que nos habían enseñado y pensábamos que ella era eterna, creíamos que nuestro conocimiento estaba tallado en mármol, al igual que nuestra creencia que nuestro país era indestructible. Cuarenticinco años después, todo ese castillo se ha desmoronado.

Para el diagnóstico de los lunares apareció primero un aparatito, el dermatoscopio, que alguien dijo en su arrogancia que “solo aumentaba la ignorancia”, hoy es indispensable en la bata de cualquier dermatólogo; después de los primeros dermatoscopios Heine comercializados han aparecido sofisticados aparatos con técnicas de inteligencia artificial domo los diagnósticos asistidos por computadoras (computer-assisted diagnosis, CAD) con o sin luz polarizada, iluminación especial, adaptadores para Iphone y Samsung, cámaras convencionales, adaptación de App Store o Google Play . Las herramientas de diagnóstico no invasivas, se han extendido:  Microscopía confocal de reflectancia, Ecografía de alta frecuencia, Tomografía de coherencia óptica de alta definición, sin contar diferentes aparatos de espectroscopia, y todas ellas pueden ser manejadas por no dermatólogos y por telemedicina.

Pero si el clínico está siendo poco a poco remplazado, el dermatopatólogo quizás más, primero porque en muchos países ya hay legislación para que la firma de un informe debe hacerla un especialista en patología, el cual ya no buscara la circunvalaciones que tiene una célula linfoide para decir si es una célula de Sézary o no, ahora hay que conocer los marcadores moleculares, para inmunohistoquímica y la genética para predecir el pronóstico y tratamiento.

Todo lo anterior amerita que el dermatólogo ocupe el 80% de su tiempo, sentado a un ordenador, a un móvil o algún aparato que “vea” en lugar de la experticia clínica que usábamos en el pasado y pueda discernir el diagnostico, con mucha mayor precisión que lo aprendido por nosotros.

A todas estas, me pregunto estamos aumentando el tiempo de vida a un pequeño porcentaje de la población que puede tener acceso a ella, pero que estamos haciendo con aquella inmensa población que no tiene acceso a la salud más simple.

¿Es costo-efectiva?

En mi opinión diría que es válida en centros de investigación, pero no se debe llevar a la consulta diaria mientras que no se abaraten costos y no se atienda a la población desastida.

 

Jaime Piquero Martín