Desde el punto de vista filogenético, –rama de la biología evolutiva que estudia las relaciones de parentesco entre los seres vivos– ; el sistema limbico, ubicado alrededor del tálamo y debajo de la corteza cerebral, consta de varias estructuras cerebrales, complejas que incluyen: el fondo de saco, el hipocampo, la circunvolución cingulada, la amígdala, la circunvolución del hipocampo y partes del tálamo, que es el principal responsable de la vida afectiva.
En la actualidad se sabe que el sistema límbico está involucrado, junto con otras estructuras, en la formación de la memoria, el control de las emociones, las motivaciones, diversos aspectos de la conducta, la iniciativa, la supervivencia del individuo y el aprendizaje.
Por lo tanto, como especie, no somos una excepción, sino el resultado del desarrollo evolutivo, y en este punto, deberíamos recordar que cuando los homínidos –ejemplares que pertenecen al orden de los primates superiores— y que tienen al ser humano (Homo-sapiens) como la única especie que sobrevive, justo es allí cuando empezamos a ver la expresión de tal desarrollo.
Cuando los homínidos comenzaron a formar sociedades más y más complejas, con multitud de individuos y una necesidad de planificación mayor, es cuando se cree que nuestro grado de inteligencia se incrementó enormemente. Dentro de estas sociedades primitivas, el desarrollo de la inteligencia emocional — capacidad del individuo para conocer sus propias emociones– nos dotaría de un mayor recurso para reconocer sentimientos propios y de otros miembros de la sociedad. Tal proceso sería posible gracias a la capacidad de nuestro cerebro de identificar, integrar y dar respuestas a los estímulos emocionalmente competentes que activan el área límbica y cortical asociada a la respuesta emocional. Las emociones en estado puro aparecieron unos cientos de millones de años antes de que lo hiciese el hombre.
La aparición del sistema límbico permitió la posibilidad de sentir y expresar emociones. El sistema límbico interacciona de forma rápida con el sistema hormonal y con el sistema nervioso autónomo, lo que permite a la emoción actuar súbita y repentinamente sobre nosotros, haciéndonos sentir en nuestro cuerpo cambios físicos, como latidos cardiacos acelerado, sudoración, tono muscular aumentado, alteraciones en el flujo sanguíneo y el sistema digestivo…y estados cognitivos de felicidad o tristeza; y todo esto ocurre automáticamente , sin necesidad de pensar.
El sistema límbico se comunica mediante emociones, vísceras y síntomas ligados a él, como las náuseas, sofocamientos , rabia , miedo, respiración, pulso agitado, pena, conducta agresiva, contractura muscular, entre otros. Cuando insertamos en esta ecuación a las funciones del córtex prefrontal es cuando los primates evolucionados podimos ser consciente de la emoción y elaborar sentimientos.
De esta forma, nos encontramos a los humanos desarrollados, dotados con una capacidad de responder de forma automática e inconsciente a los estímulos de nuestro entorno y con otras capacidades más evolucionadas, para racionalizar lo que sucede.
Nuestro cerebro sano es como una especie de computadora muy inteligente y sensible; actos automáticos, inconscientes y racionales se combinan diariamente y moldean nuestra conducta.
Ahora bien, en nuestra especialidad –la Dermatología–, diariamente nos enfrentamos a pacientes con psicopatologías secundarias o primarias en mutua relación con enfermedades dermatológicas. Dado que las mismas, como es lógico se manifiestan en el órgano más visible del cuerpo humano y literalmente frente a nuestros ojos, como lo es el vitíligo, la psoriasis, el acné, la alopecia, el melasma, el liquen plano, los canceres, adquieren cierta complejidad que remiten a lo subjetivo del paciente. Estas y otras afecciones de la piel secundarias, a un problema primario mental llevan a autoinflingirse daño, como la ilusión parasitaria, la tricotilomanía, la dermatitis artefacto, entre otras; y las dinias, esas sensaciones subjetivas de ardor y/o picor en diferentes parte del cuerpo. Es indispensable para el dermatólogo conocer y manejar su complejidad, a fin de lograr un exitoso tratamiento.
Didier Anzieu, psicoanalista, filósofo francés, conocido por sus estudio sobre el autoanálisis de Freud, –dinámica de grupo y del Yo piel–; resaltó que las sensaciones cutáneas están presentes en el ser humano, incluso, hasta antes de su nacimiento, caracterizando la piel como un universo, rico, complejo en su neuroanatomía, fisiología y en las posibilidades de representación del plano psíquico. Para él, la piel es el órgano sensitivo más vital, pues no es posible vivir sin el.
Por tales características, es natural que la piel sea el asiento de múltiples manifestaciones psíquicas, y por otra parte, muchos de los trastornos psíquicos repercuten frecuentemente en la piel.
El médico dermatólogo diariamente se enfrenta con situaciones en las que debe elegir entre dos opciones y, aunque resulte redundante, es necesario recordar que el dermatólogo debe tomar una decisión a favor de la solución de la patología del paciente; al mismo tiempo debemos conocer profundamente la psicofarmacología de las sustancias empleadas en el manejo de la ansiedad, depresión y hasta de las psicosis ordinarias, por otro lado un comprensión profundo y extensa de las técnicas psicológicas que ayudan a entender y reparar estas patologías frecuentes, en la consulta diaria de nuestros hospitales.
Rolando Hernández Pérez
“Amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es” Lacan
Una frase en la que el autor enfoca el amor como algo en lo que ofrecemos lo que nos falta, sabiendo que el uno no puede completar al otro por completo, y que si intentamos llenar nuestros huecos con alguien ese alguien deja de ser persona para ser un objeto. A pesar de ello se va intentar el entendimiento mutuo.