El trastorno dismórfico corporal no solamente puso en duda aquel dicho que daba por cierto que la condición de feo en el hombre podía ocasionar goce en la mujer y por tanto orgullo, en este, de ser "…como el oso…"; sino que —y allí está lo lamentable—- se llevó por delante el sosiego y buena parte de la salud mental de algunas personas. De modo que gracias a este padecimiento queda en sospecha que ser feo: ¡No paga…!
Ahora bien, el problema se complica porque en realidad no se trata de una fealdad física que desarmonizara y hasta volviera aparatoso el aspecto físico del hombre —-casos en los que el desarrollo de la conciencia y otras virtudes de la evolución humana se encargarían de aminorar—— sino de un trastorno de percepción de sí mismo que experimentan algunos individuos.