El asombro científico

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El entendimiento humano
no puede aprehender la verdadera enseñanza.
Pero cuando dudéis
y no entendáis
gustosamente
dialogaré con vosotros.
Yoka Daisi Shodoka

En estos vertiginosos tiempos, algunos procesos terapéuticos ofrecen al asombrado profano insólitas revelaciones. No faltan los motivos de crítica al respecto —efectos secundarios o indeseables, mutación, complicaciones, etc. —que complican más la situación.

Por eso quiero dar mi opinión y testimonio sobre estos tratamientos que me han inquietado siempre y especialmente en esta época de mi vida cuando el conocimiento y la tecnología solamente me han aclarado algunas cosas.

Confieso que no es otro sino ese, asombro, el sentimiento que ha venido aflorando en mí las veces que he sido testigo de terapias —no científicas, aplicadas a algunas patologías— donde la clínica establecería, entre otras prácticas, el riguroso empleo de fármacos minuciosamente dosificados, técnicas quirúrgicas y de otro índole para corregir esas dolencias.

Pero más interesante que los motivos de crítica sobre estos enfoques terapéuticos, es la existencia de la crítica en sí; la crítica en nuestra condición de médico y frente a estas terapias responde a un sentimiento de que algo falla y que el camino emprendido, a pesar de que la acción se desarrolla de forma consecuente, o precisamente a causa de ello, no conducirá al objetivo deseado.

Esta inquietud es común a muchas personas, entre ellas, por supuesto, no pocos médicos. De todos modos, la unanimidad se rompe cuando de proponer alternativas se trata. Para unos la solución está en la socialización de la medicina, para otros, en la sustitución de la quimioterapia por remedios naturales y vegetales. Mientras unos ven la solución de todos los problemas en la investigación de las radiaciones telúricas, otros, por ejemplo, propugnan la homeopatía. Los acupuntores y algunos investigadores abogan por desplazar la atención del plano morfológico al plano energético de la fisiología. Si contemplamos en su conjunto todos los esfuerzos y métodos extraacadémicos, observaremos, además de una gran receptividad para toda la diversidad de métodos, el afán de considerar al ser humano en su totalidad como un ente físico–psíquico-social; incluso, un gran número de estas disciplinan postulan el plano espiritual.

Precisemos la idea: ¿Cómo explicar la cura, por ejemplo, de una lesión tipo placa tumoral, de bordes nacarados, con telangiectásias en su superficie, sangrante, con dos años de evolución, de 2 cm de diámetro, localizado en el brazo derecho, compatible clínicamente con un carcinoma basocelular sólido y corroborado con estudio histopatológico previo; repito, cómo explicaría la cura en lapsos relativamente breves y sin la intervención de otro medio que no haya sido el calor y frote de las manos sobre la parte afectada del mismo paciente, u otra persona que se hace llamar sanador.

¿Como se puede explicar la desaparición (ya con cinco años de sanación) en un paciente de 27 años de edad con un cuadro clínico, laboratorial, inmunonológico e histopatológico de síndrome de inmunodeficiencia adquirida, solo con la imposición del calor de las manos a través de un sanador?

Yo que fui medico tratante del primer caso y me mantuve haciéndole seguimiento al segundo caso, aún no he logrado acopiar los diferentes elementos de juicio para explicarme las razones de estas dos sanaciones.

Quiero ser enfático al afirmar que no estoy, en ningún modo, refiriéndome ni mucho menos convalidando experiencias relacionadas expresamente con prácticas mágicas. Probablemente estas prácticas sanadoras que he logrado observar están relacionadas con procedimientos de la medicina primitiva. En todo caso la historia de la medicina documenta terapias semejantes, razón por la cual no es un absurdo afirmar que tales terapias han existido a lo largo del tiempo y en diferentes lugares del planeta.

Quiero partir de un razonamiento sencillo y muy personal que no es otro sino la debida atención que debería prestar a estos curiosos fenómenos justamente por razones de formación científica; es decir, si dispongo de un instrumental científico para ahondar en diagnósticos y tratamientos sobre patologías investigadas y descritas por la literatura médica, de igual modo, ese mismo instrumental debería conducirme a buscarle el porqué de la eficacia de esos “oscuros” tratamientos, ajenos al método científico.

Sin embargo, cabe igualmente subrayar dos consideraciones: una, que la observación y el intento de explicar estos fenómenos —con, o fuera de los criterios científicos— no significa estar en contra de la ciencia; y dos, que desde hace más de un siglo con el nacimiento del conocimiento cuántico, muchas nociones, enfoques y explicaciones sostenidas por la ciencia derivada de la mecánica newtoniana, es decir la que aún seguimos en buena parte empleando, podrían caer en el campo de las “verdades” objetadas.

A estas dos consideraciones le agregamos la preocupación de grandes intelectuales contemporáneos como el filósofo alemán Edmund Husserl quien en su libro La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental ( 1954) critica la excesiva racionalización en la que está envuelta la vida moderna y, el error en concederle a las ciencias la exclusividad del conocimiento descartando a la vez otras vías para alcanzarlo. Ante estas consideraciones, podemos sentirnos más impelidos en buscar la razón, oculta o no, por la cual estas terapias, ajenas a la medicina basada en la evidencia, logran sanar.

Hasta qué punto, nos preguntamos, el alcance de los principios científicos que manejamos en la medicina actual y de este lado del planeta, es decir, aquí en Occidente poseen el poder para explicar este tipo de fenómenos aparentemente fuera de la lógica y de las leyes sobre la cual están montados nuestros saberes médicos; nos preguntamos.

Dentro de lo poco que conozco e intuyo del saber derivado del estudio de la energía, entiendo que la mecánica y la física newtoniana se han quedado atrás e insuficientes para explicar la estructura del universo, asimismo la materia, el tiempo y el espacio.

Por ejemplo, con la Teoría de la Relatividad de Einstein la materia pasa, de ser una entidad sólida como así lo explicaba la física newtoniana, a ser energía solidificada; es decir, materia y energía son entidades afines, intercambiables. Asimismo, y dentro de estos nuevos enfoques de la física dados a finales del siglo xix y comienzos del xx, el universo y sus criaturas constituyen una constante interconexión de energía, no existe elemento alguno inseparable, el universo es un todo que fluye y cambia constantemente.

El ser humano y las otras criaturas vivientes no somos seres aislados de esta red energética que es el universo. Somos constitutivamente energía y actuamos desde la energía; los átomos que componen nuestro cuerpo son los mismos que estructuran el universo; el calor que se desprende del cuerpo forma parte de esa energía creadora de materia que a su vez se estará reflejando en lo fisiológico. Procesos tan sutiles como el pensamiento tienen como base fisiológica un intercambio bioquímico que es esencialmente energético.

¿Acaso, en la raíz de esos fenómenos de sanación no estará actuando una energía de una determinada frecuencia inducida hacia el restablecimiento de los equilibrios celulares que darán lugar a la cura y sanación de algunas patologías?

 

 

 

 

Acerca de Rolando Hernández Pérez

Maestro de la Dermatología Ibero-Latinoamericana. Ex-Jefe Servicio de Dermatología del Hospital General "Dr. Luis Razetti", Barinas - Venezuela. Profesor de Medicina , Universidad de los Andes. Director Médico del GCCNSP - Barinas - Venezuela. Fundador y Co-editor de Pél-L Latinoameriicana (1998). Ex-Presidente de la Sociedad Venezolana de Dermatología

7 comentarios

  1. jaime piquero martin

    Con relación a este apasionante tema de la medicina alternativa, ya planteada en el editorial ¿Truco o tratamiento? o ¿Sirve para algo la terapia alternativa? https://piel-l.org/blog/41724 de la edicion 385 quiero acompañar al comentario del Dr. William Abramovits
    “Al momento que una terapia alternativa funcione, deja de ser alternativa y se convierte en medicina alopática, tradicional, basada en evidencia; en otras palabras, deja de ser alternativa”.

  2. Maria Bibiana Leroux

    Comparto su asombro, amigo Rolando! También me asombra la rápida aceptación de muchas de estas terapias. Siempre tengo presente el fino equilibrio entre lo que somos /médicos formados y cientificos/ y nuestra necesidad de sanar al paciente…
    Bibiana

  3. Esther Wakszol de Schmidmajer

    Muy interesante Rolando el poder de la mente podría explicar la curación en esos casos esa es mi opinion

  4. nurimar c. fernandes

    «Não há motivo para existir concorrência entre a razão e a fé , uma implica a outra e cada qual tem o seu espaço próprio de realização».( CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DE JOÃO PAULO II , capítulo II item 17). A CIÊNCIA não tem ainda todas as respostas . E as terá nos tempos futuros ?

    Obrigada.

  5. Yo me adhiero a lo que dice la Dra. María Bibiana Leroux. Añado lo siguiente: Estar abierto a todas las posibilidades terapéuticas pero aplicar la rigurosidad científica al evaluarlas.
    Buena editorial Rolando para despertar discusiones necesarias.

    Felix

  6. Salvio Serrano Ortega

    Rolando me gusta mucho el Editorial que escribes y estoy totalmente de acuerdo. Todos hemos viso casos similares en procesos donde la respuesta inmune juega un papel importante. La «imposicion de manos» ya es antigua y clásica. ¿Explicaciones? Quizas lo más sencillo es llamarlos «milagros».
    Pero, Nosotros, a la luz de nuestros conocimientos y responsabilidades ante el paciente, ¿podemos admitirlos?. Yo, al menos, hasta que estos procedimientos no se sometan al método cientifico para demostrar su valor, los seguiré considerando como «casos aislados» que merecen nuestra consideración y nuestro respeto, pero nunca nuestro consejo.
    Un abrazo

  7. Esther Wakszol de Schmidmajer

    Rolando quiero aclarar mi opinion , está basada en los conceptos de la Psiconeuroinmunología

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