Quienes lo sufren son muy
difíciles de evaluar; cuando uno habla con ellos parece que no te “escuchan o no
te entienden”, recuerda un soliloquio. Se trata de personas que no buscan obtener
un beneficio físico de su simulación, sino una gratificación psicológica por la
atención que les presta el personal médico al intentar averiguar la causa de su
padecimiento.