En el 2013 se cumplen 53 años del terrible descubrimiento de los efectos teratogénicos de la Talidomida y aunque conocemos otros fármacos que pueden causar malformaciones congénitas como la isotretinoina, ampliamente usada en dermatologia, la Talidomida representa una de las mayores catástrofes del uso indebido de un medicamento, no solo por sus desbastadores efectos al causar focomelias (recién nacidos con ausencia o acortamiento de extremidades ) y otras malformaciones, sino también por el elevado número de pacientes afectados: más de 14000 niños y, sobre todo, por ser probablemente uno de los más grandes engaños en que incursionó la industria farmacéutica principalmente en algunos países industrializados al aprobar un fármaco sin el suficiente número de estudios científicos, certificando su uso en mujeres embarazadas.
A finales de la década del 50, en Europa, Australia, Japón y varios países africanos, la Talidomida provocó más de 14000 casos de defectos congénitos en hijos de madres que la consumieron durante el embarazo. La Talidomida se llegó a vender en más de cuarenta países, con docenas de nombres comerciales, sola o mezclada con otras drogas. La recomendaban para el resfrío, la tos, el asma, el dolor de cabeza, la ansiedad y el insomnio. La promocionaban para tranquilizar a los niños en los cines y en los consultorios de los médicos. La campaña publicitaria giraba alrededor de su bajísima toxicidad. El consumo masivo se vio favorecido en varios países que autorizaron su venta libre.